miércoles. 24.04.2024

Apocalipsis

Miro a mi alredor y tampoco es que vea muy preparados al resto, la verdad. Y no hablo de la gente común como yo, no, esos caen los primeros; hablo de los grandes líderes mundiales que este país tiene. ¿Sobrevivirían a un apocalipsis? ¿Cómo lo harían? ¿Cuál sería su función? El género se vuelve cómico si me pongo a pensarlo.

Anoche terminé “La tierra permanece” de George R. Stewart. Les resumo: la humanidad se ha extinguido pero la tierra sigue ahí, siempre dispuesta a darnos nuevas oportunidades. He disfrutado mucho leyendo el libro lo que tampoco parece difícil conociendo mi debilidad por el género catastrófico y postapocalíptico. No discrimino en esto del fin de la humanidad. Me da igual que sean zombies, virus mortíferos, un meteorito, tsunamis imposibles o bombitas nucleares.

Yo sobreviviría, claro, como todos los que disfrutan de este gusto por los estertores de la humanidad. Una faringitis me lleva al borde de la muerte pero sobreviviré a una hecatombre. El caso es que no hay razón para que yo sobreviva pero lo hago. Quiero decir que ya no soy joven para repoblar el mundo, llevo fatal el frío, el calor, el viento sur y la radiación, tengo mala memoria para contarles a mis nietos como fue el mundo de ayer, no sería capaz de hacer un puente para arrancar un coche abandonado ni podría diseñar un sistema para que llegara agua a mi granja en Misuri (en mi apocalipsis los ingenieros son los primeros en caer, por cierto).

Revilla escapa a Polaciones llevado a hombros por Guillermo Blanco, que muere exhausto justo al llegar a Puente Pumar

Pero miro a mi alredor y tampoco es que vea muy preparado al resto, la verdad. Y no hablo de la gente común como yo, no, esos caen los primeros; hablo de los grandes líderes mundiales que este país tiene. ¿Sobrevivirían a un apocalipsis? ¿Cómo lo harían? ¿Cuál sería su función?. El género se vuelve cómico si me pongo a pensarlo:

Revilla escapa a Polaciones llevado a hombros por Guillermo Blanco, que muere exhausto justo al llegar a Puente Pumar. Revilla vaga de barrio en barrio buscando a alguien a quien contarle cómo cuidaba del ganado de chavalín pero no hay nadie, todos muertos. Miguel Ángel enloquece, canta el Viento del Norte, el Belén en la Collada y el Asturias patria querida mientras sube al Pico Tres Mares a esperar que un helicóptero o un taxi le recojan y pueda contar esta nueva historia en televisión cuanto antes. Pobre hombre.

Rajoy estaba echando una siesta cuando todo pasó. No se enteró de nada. Un tipo con suerte hasta el final, el cabrón.

Pedro Sánchez se encontraba de vacaciones en una isla pequeñita que fue de las primeras en ser engullida por el mar. Nadie reparó en él hasta mucho tiempo después. Tampoco esta vez pudo ser.

Esperanza Aguirre sobrevive, por supuesto. Justo en el momento del apocalipsis estaba en su finca de Salamanca y había bajado a la bodega a elegir personalmente unos vinos para la cena y allí se refugió. Loca de rabia porque nadie del servicio había sobrevivido para sacarla de allí en coche, al fin  encontró una bicicleta y pedaleando se dirigió a su piso de Malasaña desde donde pretendía, por fin, liderar Madrid,  España y Europa como siempre soñó. Se le trabó la falda en los radios  a la altura de Villacastín, cayó al suelo golpeándose con un bolardo la cabeza  y mientras se despedía de la vida se la oyó decir: joder, siempre me quedo a las puertas.

Hay veces que el apocalipsis viene bien; Cataluña cae entera. Justo ese día se habían convocado 57 manifestaciones diferentes a favor y en contra del procés, todas con sus matices y sus condiciones. En cada una de ellas había algún líderazo de los nuestros seguido de millones de personas según todas las fuentes: Puigdemont, Junqueras, Karmele Marchante, Alicia Sánchez Camacho, Zapatero, Otegi, Cospedal y Arenas, Solana, Susana Díaz, Guardiola, Albert Rivera, Loquillo, Girauta, Felipe VI, Celia Villalobos, Felisuco... Un duro golpe que el mundo futuro hubo de afrontar con más rapidez de la imaginada.

Hay veces que el apocalipsis viene bien; Cataluña cae entera

Nadie sabe muy bien si Alberto Garzón sobrevivió.

Pablo Iglesias hizo acopio de víveres, de libros y de Errejón y se fue al Palacio de las Cortes. Para sobrevivir estableció unas estrictas rutinas en las que él hacía de diputado por la mañana, senador por la tarde y por la noche vigilaba que la democracia siguiera en pie. Cerró por dentro y no dejó entrar a nadie, protegiendo la democracia pura. Tampoco le veo yo arrancado cabezas con un machete a los zombis, hizo bien el chico.

A Felipe González se le tragó una ola en su yate. Aznar y Ana Botella dejaron de prestar servicio a España mientras grababan un especial Navidad con Bertín al que también acudían Bono, Rosa Díez y Jorge Javier Vázquez.

Alfonso Guerra se salva, evidentemente, nadie lo dudaba. Mierda, mi tiempo en esta columna se acaba así que libro también a la reinona Letizia. Guerra, Letizia y yo para construir una nueva España, entre los tres algo haremos. Mucho peor que ahora tampoco será.

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