viernes. 19.04.2024

El cariño

Susana Díaz le dijo el otro día a Pedro Sánchez “no mientas, cariño” y un poco me recordó a Tita y Henry pero en Ferraz en vez de en Lugano, donde no hay cuadros de Tintoretto, que son todos de Amy Martin.

Antes de que Tita Cervera amenazara con llevarse su colección de cuadros del Thyssen de Madrid, antes incluso de que se hiciera un rato punk encadenándose a un árbol y aún antes, Tita fue una mujer muy enamorada de su último marido, Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza. Dicen que allá en Lugano, en Villa favorita, el amor era tan grande que al encontrase el uno con el otro en los pasillos de mármoles, óleos y tapices no podían evitar susurrarse algunas palabras; Tita le llamaba borracho cabrón y Henry a ella puta asquerosa. Después se cogían del brazo y abrían la puerta donde les esperaban los periodistas para fotografiar lo mucho que se querían mientras ellos se decían: cariño, ponte aquí y claro que sí, amor; y daban las gracias al cielo por haberse encontrado.

Para decir lo que apetece hay que tener muchos millones de euros o muchos millones de votos y, de momento, en el PSOE ambas cosas parecen lejanas

Susana Díaz le dijo el otro día a Pedro Sánchez “no mientas, cariño” y un poco me recordó a Tita y Henry pero en Ferraz en vez de en Lugano, donde no hay cuadros de Tintoretto, que son todos de Amy Martin. La diferencia es que entonces todavía nos insultábamos sin miedo y ahora vivimos inmersos en una etapa del cuidado con lo que dices, que no se ofenda algún colectivo. Horror, sueno como Pérez Reverte pero sin su hombría ni su rastro de olor a Andros de Parera al pasar. Pero tampoco me equivocaré tanto si pienso que Susana, en realidad, lo que quería decir es “no mientas, capullo” o “no mientas, gilipollas” o hasta un “no mientas, cabrón” pero lo cambió por cariño para no ofender a las flores, a los gilipollas y a la ganadería caprina. Porque para decir lo que apetece hay que tener muchos millones de euros o muchos millones de votos y, de momento, en el PSOE ambas cosas parecen lejanas.

Y es que ahora el cariño no es el afecto que se siente hacia una persona y llamar a alguien cariño ya no es un apelativo cariñoso; una pena. Ahora hay un cariño que tiene que ver mucho con el desprecio y la superioridad y con algo que se acerca al insulto sin serlo. Cariño mola, es dulce y no ofende pero te lo digo justo para parecer lo contrario porque soy un crack, una máquina, un fiera y tú no.

Susana ha llamado cariño a Pedro en público y la ha cagado bien porque semejante afrenta no se olvida y se ha de vengar

También está lo de llamarnos cariños solo por ser mujercitas, que siguen sin insultarte pero el daño es mayor. Hace unos días, por ejemplo, acudí a una carrera con mis hijas y en cada prueba femenina oíamos al speaker llamar a las atletas cariño y cada cariño sonaba más condescendiente que el anterior. “Venga, cariño, ánimo”, “a ver, cariños, corred por dentro de los conos”. A cada uno de sus cariños yo respondía un cada vez más alto CARIÑO, TU MADRE pero estaba justo debajo del altavoz y nadie me oía (para alivio de los que me acompañaban, claro). Lo curioso es que los atletas masculinos ya no eran cariños, ellos eran sólo atletas. Qué cosas.

En fin, que la jugada es perfecta porque ante el insulto reaccionas airadamente y con razón y, sin embargo, te llaman cariño y te comes la rabia y sonríes aunque sepas que te la han clavado. Susana ha llamado cariño a Pedro en público y la ha cagado bien porque semejante afrenta no se olvida y se ha de vengar (sigo siendo Pérez Reverte, mátenme). Vamos, Pedro, sal a bailar que tú lo haces fenomenal y llámala amore, eso es mucho peor que el cariño, con eso sí que la pones en su sitio.
 

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