sábado. 20.04.2024

Un liderazgo amable (no el de Cristiano)

Luis Enrique, un asturiano que acostumbra a dirigir los entrenamientos con gafas de sol y subido a un andamio, tiene menos recorrido sintáctico y sus recursos tienen más que ver con los tacos que con almibaradas frases.

Este contundente maridaje léxico sustantivo-adjetivo no procede del artesano de las grandes frases, Jorge Valdano, sino del menos brillante Vicente Del Bosque. Y se refiere a la manera de tratar a los jugadores de la selección española de fútbol por parte del nuevo entrenador, Luis Enrique. Liderazgo amable es lo que pide noblemente el dueño desde 2011 del título nobiliario de Marqués de Del Bosque.

Muchos sostienen que el liderazgo  o es corajudo o no es liderazgo. Por ejemplo, Donald Trump. Y otros empiezan a acuñar el liderazgo amasado las 24 horas del día. Por ejemplo, Pedro Sánchez. El nuevo seleccionador tiene mucho ganado porque su apelativo es “Lucho”. Un once nacional que luche con criterio es lo que necesita este país de naciones.

Un once nacional que luche con criterio es lo que necesita este país de naciones

Cuando Del Bosque aparta los árboles para que podamos ver el bosque metafórico en su conjunto, aclara que se trata de un “liderazgo compartido y cordial”. Tranquilizadora precisión del hombre tranquilo que nos hizo campeones del mundo en 2010. Solo hay que repasar el pseudoliderazgo de Hierro en Rusia, sin mano de hierro ni guante de seda, para comprender el alcance fraseológico de don Vicente.

Si acudimos a los antónimos de carne y hueso, Cristiano Ronaldo sería el ejemplo perfecto del anti liderazgo amable. Crispado, engreído, desafiante, egoísta y presumido. Cristiano es el Anticristo del liderazgo cordial y se ha ido (uf, qué alivio) a la edad en que murió Cristo a un club contradictoriamente llamado Juventus. Y no “Madurus”, más acorde con sus 33 años.

Los líderes empiezan a edificarse por sus frases. Lástima que Del Bosque haya esperado dos años a fabricar las suyas, ya con la casa y la hacienda muy hechas. Luis Enrique, un asturiano que acostumbra a dirigir los entrenamientos con gafas de sol y subido a un andamio, tiene menos recorrido sintáctico y sus recursos tienen más que ver con los tacos que con almibaradas frases.

Valdano dejó dicho y escrito por ahí aquello de “miedo escénico”, formidable definición de la que realmente es autor García Márquéz en una tribuna para El País en 1983. Jorge Alberto no habla, acaricia. No escribe,  arrulla.

Mientras España mira cómo se va a Turín CR7, un entrenador jubilado sin especiales méritos literarios acaba de proporcionarnos la receta que cambiará nuestras vidas: el liderazgo amable.

Muy amable, don Vicente. Muchas gracias.

Un liderazgo amable (no el de Cristiano)
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