miércoles. 24.04.2024

De mentiras y odios en Cataluña

Entramos en una fase decisiva del desafío autoritario del Govern catalán, ya que Puigdemont, Junqueras y Forcadell van a declarar la independencia, que durará lo que un caramelo a la puerta de un colegio. ¿Y luego qué? Estos personajes se sentirán próceres dentro de  una farsa repleta de mentiras y odios propagados entre niños y jóvenes principalmente. Son las mismas trolas que pintaban una Arcadia feliz imaginaria, de la que se apean bancos y empresas catalanas, por miedo a boicots, su ruina total, y al corralito que impondrían a los ciudadanos al día siguiente de proclamar su DUI.

Había pensado inicialmente titular este artículo de forma más impactante: Cataluña se autoinmola. Los talibanes, destructores de toda la belleza y riqueza que les rodea, son especialistas en aniquilar el desarrollo acumulado con tanto trabajo y esfuerzo de años, y Oriol Junqueras, que irónicamente lleva como consejero de economía las cuentas catalanas, está poniendo a los ciudadanos de esta autonomía a los pies de la ruina. Bancos como el Sabadell o Caixabank, pero también aseguradoras, farmacéuticas, energéticas, de telecomunicaciones o automovilísticas, huyen por la inseguridad política, jurídica y en las propias calles tomadas por la CUP, gracias a las mentiras que han formado parte de un relato independentista idílico que se cae a pedazos. Lo mas intolerable de este trágico panorama es que a los Puigdemont, Junqueras, Mas, Puyol o Forcadell les da igual la situación en que han metido a sus conciudadanos, porque están únicamente a su propia historia personal que hable de que un día intentaron una independencia a las bravas. Hasta Codorniu y Freixenet saben del colosal boicot en que las Ana Gabriel de turno pueden meter a los productos catalanes. ¿Qué tipo de gobernantes son estos? Con razón, Alfonso Guerra habla de una Cataluña de prefascistas, apoyados sólo, ¡qué casualidad!, por líderes fascistas europeos.

“El pánico a la quiebra se ha apoderado de banqueros, empresarios y ahorradores catalanes”

Tras las palabras del Rey Felipe VI en la noche del 3 de octubre (como en aquel 23F de golpe militar), y los editoriales de La Vanguardia y El Periódico de Catalunya dos días después para que se abandone esta locura,  el relato de las mentiras del Govern ha cambiado, aunque el talante de alguien lleno de odio e intolerancia no es dar marcha atrás sino explosionarlo todo. En el jueves 5 de octubre el Banco Sabadell, emblema mismo del catalanismo, anunciaba su intención de cambiar de inmediato su sede social fuera de Barcelona. La fuga de capitales se habían ya disparado, y el pánico a la quiebra apoderado de los banqueros, empresarios y  ahorradores catalanes en general. Pues bien: la misma jornada, cuando lo del Sabadell era un hecho, Oriol Junqueras hablaba en distintas televisiones, por supuesto en la sectaria TV3, negando este extremo y asegurando que ninguna firma abandonaba Cataluña. La mentira se hacía una patente una vez más, y se añadía a cientos de otras pronunciadas anteriormente, como esa de que Europa no pasaría factura. En cambio, lo que sí es verdad es la subida de la Prima de Riesgo y el serio aviso del Fondo Monetario Internacional sobre que la economía española puede pinchar su buena marcha tras la crisis.

“Siento orgullo de ser español y vergüenza de personajes capaces de alentar la confrontación violenta porque su nombre se recuerde”

Conscientes del golpe de Estado, y que los actuales gobernantes catalanes atentan contra la convivencia, el empleo y el bolsillo de todos, pocas veces se ha visto una respuesta ciudadana que va a ir en aumento a medida de que pasan los días y que el presidente catalán, forzado ya por marrón personal y judicial, declare la independencia con la excusa de un referéndum de pucherazo, que ni las dictaduras más bananeras se atreverían a esgrimir como prueba democrática de nada. Es cierto que el castillo de naipes con cartas marcadas de múltiples mentiras se va cayendo, pero el daño infringido a la fracturada sociedad catalana es tremendo porque el odio se palpa en colegios, universidades, iglesias e instituciones de todo tipo. Siento orgullo de ser español pero mucha vergüenza a la vez de que en una democracia tan avanzada pueda haber personajes tan deleznables, capaces de alentar la confrontación violenta en las calles porque su nombre se recuerde mediante  episodios totalitarios como los que se produjeron en el Parlament de Catalunya los días 6 y 7 de septiembre de 2017. El sistema democrático y jurídico español es tan garantista que muchos españoles se preguntan por qué no se ha intervenido aún a la autonomía catalana (el famoso 155) y encarcelado a golpistas en potencia. Es el tiempo el que va a decir si el Estado ha actuado con excesiva prudencia o no, aunque se debería haber ahorrado a los ciudadanos tanta ansiedad acumulada, que reconocía incluso Felipe VI en su inesperada intervención televisiva. España, Cataluña, no se merecen todo esto, mucho menos tras diez años de crisis económica en la que muchos españoles lo han perdido todo. Ada Colau ya lo ha olvidado, y Piqué, un jugador de fútbol multimillonario, despotrica desde un púlpito manipulador  que pinta una realidad de abundancia que solo vive él, pero no el pueblo a base de sueldos y recursos escasos. Es cierto: durante casi todo el 2017 los animadores de este “Procés”, como Òmniun Cultural o la ANC  que estarían mejor disueltos como antes pasó con Herri Batasuna, han manejado un relato lleno de mentiras que ha hecho mella en muchas personas convertidas en odiadoras de todo lo español. La DUI, Declaración Unilateral de Independencia, será un esperpento más abocado al súbito fracaso. El odio en cambio llevará mucho más tiempo erradicar. Entre tanto, para ello es imperioso apartar del escenario político a todos estos personajes que han demostrado que su auténtico talante es sólo autoritarismo (sinónimos: dictador, tirano, opresor...).

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