jueves. 25.04.2024

Mi Nochebuena con Junqueras

Nadie me ha preguntado, pero si de invitar a mi mesa de Nochebuena se trata, lo tengo claro. Y este año más que el anterior: Oriol Junqueras, aunque de él me separe una galaxia en el pensamiento político (pero por eso mismo).

Una marca de cerveza hace una encuesta todos los años para conocer el gusto de los españoles a propósito de con qué personaje público o conocido se irían a tomar unas cañas si tuvieran esa posibilidad. Y por ahí desfilan entre las preferencias políticos, deportistas, cantantes, puntales de la sociedad rosa y algún periodista. Yo, que nunca quise ir a LA, me tomaría, sin embargo, unas birras con Loquillo; yo, que siempre apuesto por perdonar, echaría, de todas formas, un vaso de whisky con William Munny en Big Whiskey; yo, que nunca pasé del medio campo, agarraría fuerte una pinta para que CR7 me contara de primera mano cómo era su vida de niño en Funchal. Sienta a alguien frente a un mostrador y se mostrará tal cual.

A Junqueras le pondría, como comienzo, un villancico de Aerosmith, para que él supere la sardana y yo la jota

Nadie me ha preguntado, pero si de invitar a mi mesa de Nochebuena se trata, lo tengo claro. Y este año más que el anterior: Oriol Junqueras, aunque de él me separe una galaxia en el pensamiento político (pero por eso mismo). Admito que no quiero a Puigdemont ni para que traiga una pizza en moto, pero Junqueras –igual de independentista que el anterior, supongo- es un personaje a explorar. Para empezar está en el talego y no se ha fugado a ninguna parte. Arrostra las esposas sin renegar del discurso, trata de encomendarse al altísimo quizá llorando en la capilla –como Elvis- (lo que es cuanto menos llamativo en un republicano) y mantiene el verbo acunado en el sosiego, de lo cual, por cierto, no ha aprendido nada Rufián, arquitecto de metáforas efectistas que hace tiempo confundió el pleonasmo con el orgasmo.

A Junqueras le pondría, como comienzo, un villancico de Aerosmith, para que él supere la sardana y yo la jota. Y que se deje arrullar por la garganta rasgada de Steven Tyler mientras descorchamos un Rueda. Que me ayude a desconchar unos tigres picantes de las Siete Calles del Botxo, donde nací hace 55 palos; que se endiñe conmigo un cordero de Castilla, un pescaíto de Málaga y un postre cántabro, todo regado con cava. Que argumente –o al viento le diga, Sancho- por qué, si el mundo es tan grande -y las culturas más hermanas de lo que muchos creen-, hay que tratar de trocearlo como si fuera el queso de un ratón. Espero convencerle.

Mi Nochebuena con Junqueras
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