sábado. 20.04.2024

Podemos y las anchoas del 78

Al final, ¿qué distingue al PRC de los otros partidos del régimen del 78? Cuando se trata de aplicar medidas concretas, de elegir si ponerse de parte de la gente o de las corporaciones, siempre eligen lo mismo.

Aún me viene a la memoria aquel mes de mayo de 2014, hace menos de cuatro años, pero tan lejano en el recuerdo. Tras meses de debates con un montón de gente nueva en el círculo de Torrelavega y una intensa campaña, en la que contamos con la presencia de Miguel Urbán en el tercer aniversario del 15M, aquel domingo terminó con un grito unánime: “¡Sí se puede!”: Podemos entraba a las instituciones, al parlamento europeo. Las redes se llenaron de recordatorios de las respuestas del régimen del 78 al 15M: “Presentaos a las elecciones”.

¡Qué distintas eran las cosas entonces! Podemos ni siquiera era un partido político en su forma orgánica: era una agrupación de electores, que reunió firmas en todo el estado para poder presentarse, que elaboró su programa de forma colaborativa entre las miles de personas de los centenares de círculos repartidos por toda la geografía del país, que decidió tomar la antorcha del 15M, de la indignación ciudadana, con la intención de convertirla en cambio político. Aquel manifiesto político llamado “Mover ficha” llevaba las demandas de las calles y las plazas a las instituciones. “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, gritaron las plazas, y movimos ficha en esa dirección.

Han pasado casi cuatro años desde aquellas elecciones europeas, desde que quisimos mover ficha y movimos todo el tablero. Aquel programa radical y rupturista ilusionó a muchísima gente, y los círculos crecieron, con gente nueva, que estaba harta de la corrupción, la austeridad, el paro y los desahucios; parecía que los círculos iban a replicar el éxito de las asambleas en las plazas. Parecía posible poner la economía al servicio de las personas.

Las luchas internas fraccionales han dañado el proyecto, y mucha gente muy válida decidió abandonar el barco, desilusionada

Pero todo este proceso, en Cantabria, ha sido bastante tortuoso. La animadversión y beligerancia de la primera dirección de Podemos Cantabria contra las candidaturas municipales surgidas de los círculos para las elecciones municipales provocó heridas que aún no han sanado del todo. Mucha gente valiente que dio un paso al frente por su ciudad o su pueblo tuvo que bregar no sólo contra los partidos del régimen del 78: también contra esa ausencia de reconocimiento y apoyo por parte de lo que iba a ser el instrumento del cambio. No sólo eso: las luchas internas fraccionales han dañado el proyecto, y mucha gente muy válida decidió abandonar el barco, desilusionada. El culmen del despropósito vino con “Arronti”, una asamblea ciudadana con una escasa participación en la que se votaron y aprobaron varias propuestas contradictorias, una asamblea que de inicio se hallaba limitada por el documento político de la anterior dirección, una asamblea, en definitiva, carente de legitimidad y que desencantó a mucha gente.

Por otro lado, cometimos varios errores a nivel autonómico. Permitimos el gobierno del PRC-PSOE como mal menor frente al PP, creyendo las zalameras palabras del mayor vendedor de humos que ha dado Cantabria. Desde Podemos propusimos tres medidas, a las que condicionamos nuestra abstención en la investidura: Revilla cumplió sólo una de ellas (retirar a Marcano y Agudo), y dejó las otras dos (plan de rescate ciudadano y declaración de estado de emergencia habitacional para acabar con los desahucios) en el aire.

Han pasado casi tres años, y ha quedado acreditado que Revilla no cumple las promesas que hace. Ya no sólo a Podemos: en su discurso de investidura, el señor de las anchoas prometió que la educación, la sanidad y la dependencia serían prioritarias durante esta legislatura. Otro engaño más. La legislatura se termina poco a poco, y las promesas han quedado en palabras vacías. El paro y la precariedad afligen Cantabria, despojada del sector primario y de su tejido industrial, y abocada a depender del sector turístico, que genera empleo estacional y de baja calidad. La deuda pública de la comunidad excede los tres mil millones de euros, y aun así el equipo de gobierno PRC-PSOE quiere embarcarse en mega-obras, como el puerto de San Vicente (con el antecedente que tenemos del puerto de Laredo, tan al estilo de Fabra y su aeropuerto sin aviones). Los desahucios continúan, sin que el PRC-PSOE haya hecho nada por las familias cántabras a las que los bancos expulsan de sus hogares.

Al final, ¿qué distingue al PRC de los otros partidos del régimen del 78? Cuando se trata de aplicar medidas concretas, de elegir si ponerse de parte de la gente o de las corporaciones, siempre eligen lo mismo. Luego, toneladas y toneladas de demagogia barata en televisión. Y anchoas, montones de anchoas. Anchoas del 78.

La experiencia nos dice que Revilla y su PRC son tan poco de fiar como los otros partidos del régimen del 78

Parece que a una parte de Podemos le cuesta despegarse de Revilla; parece que su popularidad (ganada con demagogia en los platós televisivos, no con medidas a favor de la ciudadanía en el parlamento) ciega y deslumbra a alguna gente, hasta el punto de no ver sus políticas neoliberales. Creo que eso tiene que terminar; la experiencia nos dice que Revilla y su PRC son tan poco de fiar como los otros partidos del régimen del 78. Tenemos que dejar de escuchar sus cantos de sirena, y romper el embrujo del encantador de serpientes.

Podemos debe ser audaz y valiente, como en sus inicios. Debe decir las verdades, y no tener miedo a decirlas. Debemos auditar esa deuda pública que sobrepasa los 3.000 millones, y debemos dar una solución a las cántabras y los cántabros que sufren el paro, la precariedad y la indiferencia de las instituciones. Debemos romper el candado del régimen del 78 y que la gente decida la Cantabria que quiere. Nadie dijo que asaltar los cielos fuese fácil, pero es nuestra responsabilidad intentarlo; volvamos a mover ficha.

Podemos y las anchoas del 78
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