sábado. 20.04.2024

Revilla…

Fuera de Cantabria el presidente es un tipo que cae simpático. Por supuesto que es porque la gente que lo dice no le conoce, y porque él, cuando recorre los platós, no se deja conocer.

El otro día estuve un rato viendo a Revilla en La Sexta. No era mi intención. Al hacer zapping apareció hablando de la Justicia, y me quedé a ver qué barbaridades se le podían ocurrir. El presidente regional es una mina encadenando torpezas, porque le pierde la boca. Merece la pena detenerse de cuando en cuando a escucharle para aprender cómo no debe uno expresarse. Le pillé pontificando sobre la necesidad de que los jueces no sean escogidos por los políticos. Decía algo así como que es terrible que un magistrado del Supremo pueda llegar a ser alguien seleccionado por el secretario general de un partido cualquiera. Me vino a la cabeza con absoluta claridad cuando su grupo parlamentario propuso a Vicente Mediavilla, su consejero de Presidencia y su candidato a la alcaldía de Santander, para ocupar una plaza en el Tribunal de Justicia de Cantabria. Y entonces entré en bucle. Me pasa mucho con Revilla, porque no soporto ni su cinismo ni el altavoz que para hacerlo tan grande como su desfachatez le prestan algunos medios de comunicación.

Revilla se ha hecho viejo apoltronado en el poder o muy muy cerca. Ahora pretende aparecer como un señor mayor con la mesura intelectual del tiempo

Fuera de Cantabria el presidente es un tipo que cae simpático. Llevo 5 años en Madrid escuchando que dice verdades como puños, que los representantes ciudadanos deberían ser como él, y que con más Revillas en las instituciones otro gallo cantaría. Por supuesto que es porque la gente que lo dice no le conoce, y porque él, cuando recorre los platós, no se deja conocer. Si Revilla tuviera pudor, permitiría que sus posiciones de ahora se pudieran contrastar con las de los últimos 35 años que lleva dedicándose a la política. Así todos los españoles que le ponen de ejemplo sabrían que ni es oro todo lo que reluce, ni el charlatán merece la pena. Me enerva el barniz de excelencia con el que se adorna. Como si nunca hubiera estado en un gobierno. Como si acabara de llegar a la gestión de lo público. Como si no fue el máximo responsable de su partido desde ni se sabe cuándo. Revilla se ha hecho viejo apoltronado en el poder o muy muy cerca. Ahora pretende aparecer como un señor mayor con la mesura intelectual del tiempo y la experiencia de las canas, cuando en realidad es un oportunista disfrazado de populista poco de fiar que cuenta batallas de viejo.

La política es un circo en el que la gente pasa del equilibrismo sin red a la doma de leones con la misma facilidad con la que hoy dicen que sí y mañana dicen que no me acuerdo. Todo vale, y casi todo cuela. Porque como con Revilla y el orbe, no siempre se tienen todos los datos, ni quien se vende tiene la decencia de ser coherente, sincero y veraz. A los políticos como el presidente de Cantabria envolverse en la bandera de la inocente pureza les resulta de lo más sencillo. Pasearse blandiéndola como estandarte personal por un mundo que no sabe quiénes son, de dónde vienen, ni dónde queda su pasado, también lo es. Basta con no dejarse rebatir, abandonar la vergüenza en casa y tomarnos a todos como si fuéramos tontos del haba. Qué si no está en el guión de Revilla cuando le llaman de La Sexta para dorarle la píldora y hacer audiencia (Lo de salir haciendo el payaso en el programa de José Mota es otra cosa: ego mal encauzado, y nulo sentido del ridículo. Pero esto, si eso, lo dejo para otro día...).

Revilla…
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