La historia nos cuenta que los países de la zona del antiguo imperio Austrohúngaro, antes de la Primera Guerra Mundial, eran una gran potencia, formada por lo que hoy sería el territorio de 13 países con más de 50 millones de habitantes. Un mercado común en miniatura en el corazón de Europa. Mucho se ha escrito sobre las tensiones, intrigas y su desaparición. Guerras perdidas, alineaciones inadecuadas, enfrentamientos entre vecinos, decisiones equivocadas, el horror de tiempos oscuros donde la vida era un valor dependiendo de la raza, etnia, religión... y el interés de terceros dejaron la zona destruida, deprimida y fragmentada.
Afortunadamente ese tiempo queda cada vez más lejos en el recuerdo y ha dado paso a un cambio muy positivo, quien haya visitado ciudades como Budapest, Cracovia, Bratislava, Viena, Praga... hace 20 años y vuelva ahora se encontrará con un cambio espectacular. Entre estas ciudades Budapest destaca con luz propia, hermosa, acariciada por el Danubio reflejando sus monumentos desde el grandioso Parlamento al Bastión de los Pescadores, el Palacio de Buda... unida y entrelazada por hermosos puentes, Elisabeth, Las Cadenas, Margarita... Con atardeceres de ensueño y actividades por todos los rincones, una ciudad viva y alegre que rememora sus tiempos de esplendor.
La recuperación de las heridas de noches de mucha oscuridad, se nota en la ciudad, en el lavado de cara y arreglo estético de la misma. Aún son visibles impactos de proyectiles en algunos edificios testigos de un tiempo que nunca más puede volver. Visitar Budapest está a la altura de París, Londres o Madrid... grandiosa, bulliciosa con las nuevas generaciones llamando a las puertas, y dibujando un futuro esperanzador. Recorrer el barrio judío, estremecerse con su dura historia, disfrutar de sus bares de ruinas, antiguos pabellones abandonados, que hoy son pubs, bares y chamizos donde se han realizado auténticas obras de arte reciclando todo lo que normalmente abandonamos y tiramos a la basura. Esta nueva movida en Budapest puede recordar al Madrid de los ochenta, con su personalidad de jóvenes dibujando el cielo abierto a los sueños, y aprovechando las aceras rotas para pintar el suelo de colores.
Hay un mundo que está cambiando, Budapest es de los que van a gran velocidad por ese camino
La rivalidad histórica con sus vecinos se ha diluido mucho y la integración en la Unión Europea ha supuesto un gran avance, los especuladores inmobiliarios toman posiciones ante el gran incremento económico y la oportunidad de negocio que se espera para la zona. Budapest tiene carácter, te engancha entre parques y monumentos, está la ciudad del agua como la conocían los romanos, donde en su balnearios se disfruta de sus corrientes y baños, de sus propiedades termales y beneficios saludables.
También hay sombras, aparecen nuevos problemas que recuerdan demasiado a los antiguos. Una derecha insolidaria ha tomado el poder, y se ha olvidado que muchos de sus familiares fueron bien recibidos en otros países cuando huían del horror, ya se sabe aquella sentencia popular que encierra una gran sabiduría, " los pueblos con mala memoria están condenados a repetir errores de su pasado". La insolidaridad de sus dirigentes, con el populismo de libro de su primer ministro Viktor Orbán que le dice a cada uno lo que quiere oír, pero que ha tomado medidas muy cuestionables democráticamente, así como la aparición entre los jóvenes universitarios de movimientos de extrema derecha como el Jobbik, una fuerza en auge, es preocupante y todo ello es un reto, que esperemos por una vez, los húngaros ganen la más hermosa batalla, la de la convivencia. Tienen un buen ejemplo en un hermoso pueblo turístico como Szentendre, una población pequeña ubicada a orillas del Danubio, cerca de Budapest, allí entre sus callejuelas estrechas que son un placer para los sentidos, lleno de luz y color, con 11 pequeñas iglesias donde coexisten totalmente integrados ortodoxos, católicos, judíos... simplemente buena gente con fe diferente.
Budapest merece conocerla, patearla, degustarla e impregnarse de su olor en el mercado central, en sus calles peatonales y navegando al atardecer por su vía principal, el gran Danubio. Budapest, la Perla ese Danubio, el París de Oriente, la ciudad de los balnearios. Hay un mundo que está cambiando , Budapest es de los que van a gran velocidad por ese camino, que no le pongan obstáculos sus propios dirigentes. Hay una Europa que está renaciendo con sus pecados de juventud, que le den la mano para caminar por la senda de la tolerancia y el progreso, que nuestra historia nos enseñe que el enfrentamiento nos hace más pequeños, más débiles, más dependientes de terceros. El camino de la Unión Europea, aún con todos sus inconvenientes, es ilusionante, que no lo frustren los egoísmos de unos pocos que hacen mucho ruido, pero nunca construyen puentes.