viernes. 19.04.2024

Corazones helados

Hoy recuerdo las Flores de Harrison, miro al mundo y compruebo, casi treinta años más tarde, que en no pocos espacios en guerra nada ha girado.

Hoy recuerdo las Flores de Harrison, aquella magnífica interpretación que puso a la antigua Yugoslavia en el cine de los horrores. Las noches que tuve que regresar al periódico, parar la edición y girar la portada para teñirla de sangre muy a mi pesar. Malo cuando el meñique no encuentra las teclas y golpea como un autómata entre la a y la ese por mor del tembleque que provocan depende qué noticias. Antes que profesional, primero persona. Menos mal que ya de mañana, con unos cascos adosados a las orejas, escuchaba sin parar, con las costillas contra un colchón, 'Wind of change', de mis admirados Scorpions. Y sí, algo cambió (poca cosa), pero a un precio que nadie quería pagar.

En aquellas noches de olor a tinta y muerte habría pagado por ser cupletista, transexualizarme con mis nardos prendidos de la cintura, repartir rosas y besar un clavel. Explicar a los idiotas del mundo que hacer el amor y no la guerra no es sólo un eslogan que, por otra parte, reporta mucho placer: es, por encima de cualquier cosa, una apuesta por la vida, sobre todo la del otro, la que no te pertenece, la que alumbró una madre, la que recibió un padre con los brazos abiertos.

Años después, y desde que la imbecilidad tiene licenciatura y cotiza en bolsa, el mundo es un lugar parecido. Una bola de billar que golpea sin cabeza contra todos los laterales del firmamento. Los que declaran la guerra, henchidos de poder, han demostrado con denuedo y calificación sobresaliente lo que les cuesta distinguir la Vía Láctea de un tren en la vía cargado de leche. Cuando las mentes adolecen de un estado romo, yermo, vacío, fútil, pueril... los actos son tan punzantes, mediocres, deleznables o censurables como estrellas negras pueda haber en el cielo. Que nadie las vea no demuestra su inexistencia.

Hoy recuerdo las Flores de Harrison, miro al mundo y compruebo, casi treinta años más tarde, que en no pocos espacios en guerra nada ha girado. Mientras el poder encumbre a ilustrados idiotas que siguen buscando sin suerte la o del canuto (apoyados por poderosas mentes a la par) seguiremos asistiendo sin remisión a imágenes que encogen y hielan los corazones.

Corazones helados
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