viernes. 19.04.2024

Corrupción: otra de vino al porrón

No hay mayor indeseable, peor repugnante que aquél que se pega las fiestas con el dinero robado a sus vecinos. Y no se dejen engañar por la vieja y manida frase de que ‘el que no roba es porque no puede’.

La percepción de la corrupción que exuda España ha tomado un cariz tan preocupante como sonrojante. Emiratos Árabes Unidos, Bután, Bahamas, Botswana, Catar, Cabo Verde, Hong Kong o Uruguay reciben mejores calificaciones que el estado español en el control de plagas. Lo dice así uno de esos estudios internacionales que hacen de lija para la piel fina de quienes tienen que limpiar la putrefacción y han decidido ponerse una pinza en la nariz mientras miran de canto unas buenas raciones de pasteles, beben vino de a 600 pavos la botella y van los jueves y viernes al cine y al teatro para que se vea por ahí que la cultura de los paletos también posa las nalgas en butacones de terciopelo (ellos todavía creen que son de cierto pelo).

Perfeccionar las corruptelas no es nada baladí, porque, efectivamente, España parte de una posición muy destacada

España hace muchas cosas bien (buenas y malas), pero en el aparato corruptivo y corruptor se destaca. A poco que se pongan unos cuantos a mejorar lo presente no duden de que en la próxima oleada del citado muestreo el país de la vieja piel de toro estará muy cerca de la perfección. Perfeccionar las corruptelas no es nada baladí, porque, efectivamente, España parte de una posición muy destacada (a la altura incluso de países del Este y Sur que pugnan también por el liderazgo) y va a costar lo suyo echar más mierda a la tolva.

En este mismo momento, mientras usted, intrépido ciudadano, trata de ver cómo paga el IVA, cómo apoquina la luz, cómo afora las clases particulares de sus hijos, cómo cuida el último achaque de la abuela, cómo llega a fin de mes con varias bocas que mantener; en este mismo momento, digo, ya habrá varios indecentes entregados a la danza de sus panzas, bien gruesas gracias a la pasta que se han llevado de la comunidad. Bailando con pasos de cabriola, ebrios de tanto darle chicuelinas al codo y cantando sin empacho el himno del corrupto patrio: “corrupción, corrupción: echa media de vino al porrón”.

No hay mayor indeseable, peor repugnante que aquél que se pega las fiestas con el dinero robado a sus vecinos. Y no se dejen engañar por la vieja y manida frase de que ‘el que no roba es porque no puede’. Mentira: queda gente, mucha gente honesta, que cumple con la vida y con el fisco. Los otros, los putrefactos, nadan en pisto. Aunque espero que por poco tiempo.

Corrupción: otra de vino al porrón
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