miércoles. 24.04.2024

Hartos del culto al yo

La Unión Europea, por citar un ejemplo echado a perder, fue el mejor invento contra el individualismo y personalismo de regímenes y dictadores que nos llevaron al desastre. Las formas actuales de gobernar y gestionar hibernan los problemas y trasladan a un segundo plano lo que realmente desea el ciudadano respecto a su futuro. Prevalece más el  culto al yo, del que estamos hartos, porque provoca no pocas fricciones entre naciones y dentro de las propias naciones, como España.

Los millones de selfies que gentes de todo el mundo se hacen cada día es la demostración más clara de que el culto al yo ha resurgido como la tarjeta de presentación habitual en estos tiempos. Tan mal como se nos da en este país el estudio del idioma inglés, entender un poquito la filosofía o disfrutar de la historia de la literatura leyéndola, quién le iba a decir a los que idearon el Romanticismo que ahondar en el yo como una forma de comprender mejor nuestro interior iba a derivar en semejante egocentrismo a lo largo de la posterior historia. De esta manera nacen desde salvadores de la patria hasta hombres y mujeres que a diario pasan olímpicamente de la máxima de Salomón sobre que sea otro quien te alabe, y no tu propia boca. Y es que España está llena de personajes encantados de haberse conocido. Pasa en la política; sucede con los tertulianos de la tele y la radio; y llega a ocurrir lo mismo a poco que le das alas a alguien que entrevistas para un medio de comunicación. Siempre hay excepciones, como cuando Borges imaginó en vida no estar seguro de que él existiera: “Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado, todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados...” ¡Que bien estuvo aquí el genial argentino!

Estar mal y asegurar que todo va bien lo propicia la eterna propaganda y un creciente inmovilismo social

Si viviera esta época de tanta mediocridad, es posible que Jorge Luis Borges dedicara más tiempo a dar estacazos en los periódicos que a escribir poemas. Como futuro que es, hacia dónde nos llevan quienes dirigen el timón es una incógnita en la que da vértigo pensar. No nos queda otra que tener esperanza. Cada siglo es diferente y no se gana nada con explicar por qué este nos lo ameniza y amenaza Donald Trump y su Administración, o qué males hicimos para que nuestros abuelos y padres sufrieran en el XX a dictadores y genocidas que tanta secuela histórica y personal han dejado para siempre. Lo mismo cabe decir sobre el origen de tanto personalismo e individualismo como hay, del que puede que estén contentos sus protagonistas, pero no así los ciudadanos en espera un futuro, un empleo estable y decentemente pagado, y, por supuesto, quedarse a vivir en la tierra en que se nace sin necesidad de emigrar por falta de oportunidades.

¿Qué propicia estar mal y, en cambio, asegurar que todo va bien? La eterna propaganda y un creciente inmovilismo social, que alarma más en la medida en que se es joven y a esta edad lo que toca es comerse el mundo. Una juventud solo tecnologizada, que no sabe ni le importa quién fue Borges, es una masa aborregada que lo mismo le da decir sí o que no, aunque pasar palabra sea ahora lo más habitual. Por eso los listillos cogen ventaja entre tanto pasotismo; esto, y que hemos comprado de todo a nuestros hijos, que sin esfuerzo no valoran los problemas reales y renuncian también a ser protagonistas de una regeneración de las muchas y feas costumbres inherentes a nuestro sistema de convivencia política, social y económica. Pongamos un ejemplo real: los refugiados. Si no hay lideres que defiendan la justicia que supone ayudarnos los unos a los otros, ¿cómo demonios vamos a pedir conciencia y solidaridad ciudadana hacia quienes lo han perdido todo?

Hay una falta de valores tremenda y lo que más sobra es el yo esto y el yo lo otro

Hay una falta de valores tremenda y lo que más sobra es el “yo esto” y el “yo lo otro”, que desemboca a partes iguales en narcisismo y egocentrismo. La surrealista realidad que vivimos a diario por la televisión pone el resto, que no es poco. Ya no vale con decir que hay que buscar distracción y chorradas, ¡que bastantes problemas tenemos ya con llegar a fin de mes y superar cada obstáculo que pueda aparecer en la vida! La respuesta siempre llega tarde cuando las soluciones se aplazan una y otra vez. Es ni más ni menos que lo que pasa hoy en Europa. Predomina el inútil culto al yo de los líderes de las naciones, pero no hay ideas para evitar más crisis económicas, para crear empleos dignos y duraderos, para solucionar viejos conflictos territoriales y nacionalismos trasnochados. Abunda el egoísmo, impera el odio político y el pacto y el dialogo parecen haber muerto. Se está a la cuchillada verbal, a la descalificación por la descalificación y a la mentira si es precisa al servicio de intereses concretos. A fin de cuentas, el culto al yo lo protagonizan mejor todos aquellos que están encantados de haberse conocido, y les va bien, aunque los resultados de su gestión no se vean por ningún lado.

Hartos del culto al yo
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