viernes. 29.03.2024

Hoy no toca hablar de eso

“Hoy no toca hablar de eso” es la frase más utilizada actualmente por los  protagonistas de casos de corrupción, desfalcos o falta de transparencia político-administrativa, que implica la adopción de acuerdos y medidas que favorecen a unos pocos en detrimento de muchos. Se trate de un Gobierno, una multinacional o personaje poderoso, la prensa libre no puede tolerar la falta de respuestas, la manipulación de los hechos, ni olvidar promesas incumplidas que terminan por convertirse en mentiras reiteradas.

Joseph Pulitzer, el de los Premios Pulitzer de Periodismo, nos legó desgraciadamente el sensacionalismo en la prensa para vender más periódicos, pero también tuvo otros momentos acertados, como ese en el que vislumbró que sólo hay un medio para mantener en pie una sociedad libre: que el público esté informado.” Se hace difícil imaginar la postura que adoptaría hoy este editor estadounidense universal ante las tácticas de desinformación que se van imponiendo, y que favorecen que los protagonistas de noticias dañinas pretendan, encima, esquivar las explicaciones públicas y convincentes sobre lo ocurrido. Un día surgieron las notas de prensa gubernamentales, tan abundantes como poco claras y mal escritas; en otro momento asistimos al descaro consentido de quienes convocan ruedas de prensa en las que no se admiten preguntas; de un salto tan vertiginoso como surrealista se pasa a comparecer informativamente en una televisión de plasma para contar algo de gran trascendencia; y dos años antes de que alcancemos el 2020 se asienta en nuestros sistema democrático que alguien inmerso en suceso o hecho delictivo grave, a preguntas de la prensa, pretenda zanjar el asunto con un rotundo “hoy no toca hablar de eso".  

Sucede todo lo contrario a aquello que Tom Wolfe, el padre del Nuevo Periodismo que nos dejó este mismo año, describía como lo auténticamente fantástico del oficio de contar las cosas que suceden a nuestro alrededor: "Te envían a hacer preguntas incómodas a gente que no tiene ganas de hablar contigo. Y tú vas y las haces”. Por eso es una auténtica lástima que vaya en aumento el hastío que provoca escuchar a diario siempre las mismas noticias, contadas por portavoces interesados que manipulan y retuercen las historias a su antojo. Lo vemos actualmente en todo lo que sucede dentro de una Europa que se desintegra, esta es la verdad. Ya  no hay unión en fronteras (Hungría), ni en justicia (Puigdemont) ni tampoco en migración (Italia). Cada uno va por su lado, después de que Inglaterra pusiera pies en polvorosa en forma de Brexit. Nos dicen que son los británicos quienes se han metido en un laberinto sin salida, que pone en serio riesgo su futuro político y económico. Pero lo cierto es que Bruselas, bien por acción o por omisión, es quien más atiza el fuego de los nacionalismos e  independentismos. La actitud de Bélgica, primero, y Alemania, después, con los prófugos de la justicia española por el Procés en Cataluña resulta inaceptable. Antes y ahora, la fragilidad del Gobierno de España, a los ojos de sus ciudadanos, es patente.  El discurso oficial se amolda a lo que conviene decir en cada momento y territorio, y quienes los escriben (los discursos), no se percatan de que no hay nada peor para el ánimo de una nación que vivir permanentemente en el desconcierto.

Quienes escriben los discursos oficiales no se percatan de que no hay nada peor para el ánimo de una nación que vivir en el desconcierto

Bien es cierto que la confusión no solo impera en España. Donald Trump aterriza en Europa y se permite decir a la cara de los principales mandatarios de la Unión lo que piensa de ellos y de sus países. Nunca antes se había visto meter el dedo de tal manera en la herida de una Europa fracturada, que es precisamente lo que más interesa a Estados Unidos, para volver a mandar solos, a su antojo,  en todo el mundo. Como hace una gran parte de la prensa norteamericana con la alocada política de Trump, en Europa necesitamos una respuesta semejante de los grandes medios de comunicación, y combatir así el creciente nacionalismo racista y excluyente, la expansión de las mentiras, la propaganda y la manipulación desde un poder que sitúa a diario un tema de distracción, con tal de no acometer objetivos fundamentales – al igual que los derechos - como son acabar con el desempleo de larga duración, lograr  trabajo bien remunerado para los jóvenes o desmontar muchas de las injusticias que ha generado una reforma laboral, que parece va a seguir vigente por mucho tiempo en un país donde los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada vez mas pobres.

Lo que ocurre en España se asemeja a una frase genial de Groucho Marx: Estos son mis principios y si no le gustan... tengo otros

El papel de los periodistas y los medios de comunicación es hoy más crucial que nunca, porque la mentira se propaga como el virus antisistema democrático que es. No se puede tolerar que alguien acusado de un delito grave, imputado por un hecho dañino, inmerso en casos de corrupción, apropiación indebida o desfalco, convoque una rueda de prensa para hablar del sexo de los ángeles y no responder a lo que tiene que responder.  El poder político y económico se debe ejercer, siempre, con ejemplaridad, y ofrecer al tiempo todas las explicaciones que sean precisas, mediante una política informativa clara y entendible por todos. ¿Tan difícil es asumir algo tan sencillo? A lo que se ve, sí. Porque hay muchos momentos en que da la sensación de que lo que ocurre en España se asemeja a esa frase genial de Groucho Marx que dice: “Estos son mis principios. Si no le gustan...tengo otros”.

Hoy no toca hablar de eso
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