viernes. 29.03.2024

Libertad para la libertad de expresión

Cualquier libertad, incluida la libertad de expresión, es menos cuando se interpone la desigualdad. El uso actual de la libertad de expresión choca frontalmente con dos hechos objetivos. El primero es que se manipula y se perdona mucho el uso de los razonamientos absurdos, según sea el poderoso colectivo social que quiere imponerse sobre el resto. Y el segundo es que tenemos a nuestros jóvenes hasta la coronilla, hastiados de no ver futuro por ninguna parte, mientras los mayores estamos dedicados permanentemente al surrealismo del “y tú más”.

Allá por 1981 del siglo pasado, todo lo que me explicaban los profesores de Bellaterra para llegar a ser periodista tenía su punto de partida en la libertad de expresión. La Facultad de Ciencias de la Información cercana a Barcelona estaba en permanente ebullición, (¡marcha, marcha!), y los jóvenes estudiantes queríamos dosificar bien esa bocanada nueva de libertad de expresión, en una España con una democracia recién iniciada, lastrada por una dictadura que se hizo interminable, acechada por el golpismo y castigada en sus entrañas por un terrorismo al que aún hoy se le exige (Otegui) pedir perdón por tanta sinrazón anotada con sangre en el calendario del tiempo.

Nuestros jóvenes pasan de las polémicas absurdas en que nos metemos

Con semejante carta de presentación, entonar y juntar simplemente dos expresiones como libertad y expresión resultaba todo una conquista dentro de una nación rota y acostumbrada a callar y agachar la cabeza ante un régimen dictatorial que vigilaba todos sus pasos y que sólo podía saber las noticias en el blanco y negro de la televisión y, por supuesto, en una sola versión, sin la diversidad de opiniones y de medios de comunicación a los que se ha sumado Internet y las Redes Sociales.

Cuando en ocasiones veo lo mal que se acomoda la libertad de expresión a intereses concretos, que sólo pretenden manipular al mayor número posible de  ciudadanos, siento vergüenza y recuerdo a aquellos sherpas que tuve como profesores de periodismo que tanto dignificaban, de verdad, el concepto de esta libertad de ser, de pensar y de opinar. Hoy, alguien te puede difamar porque sí (redes), y si recriminas semejante falta de respeto a tu dignidad y a tu honor, te pueden salir con la falsa excusa de que es su libertad de expresión. Luego resulta que hay además un sectarismo creciente con respecto al uso de esta libertad recogida en el artículo 20 de la Constitución Española.  Voy a que no es lo mismo pitar a un himno o a otro, usar una bandera u otra, o que tengan consecuencia unas declaraciones temerarias, incluso faltonas, pero otras no. Así, estamos encontrando lo que nos merecemos: nuestros jóvenes pasan cada día más de nosotros y de todas las polémicas absurdas en que nos metemos de continuo con el “y tú más” como recurso dialéctico habitual y surrealista. Nos llevamos las manos a la cabeza por lo que dicen las estadísticas de que los adolescentes no leen, no se informan de las noticias y cada vez están más metidos en Internet, en su Twitter, su Facebook u otras Redes Sociales en las que tienen establecidos sus códigos para proclamar en cuanto pueden que todo lo que les rodea es una mierda.

La convivencia cada vez reposa más en la desigualdad, la injusticia y la mentira

La puntilla a este negro comenzar de siglo la ha puesto la crisis, el paro y los mercados, que nadie dice saber quiénes son, aunque es curioso lo bien que los representan la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y todos los hombres de negro formados en comunión con el Fondo Monetario Internacional. En poco tiempo, están creando unas nuevas condiciones en el mundo que se basan en algo tan grotesco como que los que más tienen sigan por su camino de enriquecerse más y más, y el resto asumamos que el trabajo fijo se extingue, ganaremos menos, perdiendo de paso derechos laborales adquiridos pero también sociales, educativos y sanitarios. No crean que olvido si quiera por un instante dónde quedan los jóvenes dentro de estos maléficos planes. Sencillamente, no cuentan con ellos. Con decir, en uso legítimo de la libertad de expresión, que nada en el futuro será parecido a lo vivido tiempo atrás, se quedan tan panchos. La verdad y sus consecuencias está secuestrada por discursos iguales, teorías semejantes, grupos de presión y económicos emparejados, y una falta total de interés para poner las cosas en su sitio. Tenemos que propiciar una nueva libertad para la libertad de expresión, porque hoy en día no se usa para lo que realmente es útil: el servicio a toda la colectividad mediante la verdad. La libertad de expresión, con lo que mejor entronca, es con derechos, juventud, futuro, trabajo, seguridad, solidaridad, refugio, desarrollo, progreso, igualdad, valores o recuperación. Cualquiera de estos aspectos que trates con un joven, deja en descanso su Smartphone o su Tablet y se pone a escucharte. Empecemos pues por dejar de coartar sus libertades, y dar rienda suelta a como se expresan, lo que piensan y sienten sobre diferentes cuestiones, y dejemos sobre todo de retorcer por intereses de los mismos de siempre lo que es una convivencia que cada vez reposa más en la desigualdad, la injusticia y la mentira en vez de los derechos para todos, como es el caso de la libertad de expresión.

Libertad para la libertad de expresión
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