sábado. 20.04.2024

Monopatines contra el terror

ISIS, Yihad, países que adiestran y pagan a los terroristas... Sólo les venceremos con el ejemplo de los Echevarría del mundo. La convivencia siempre se ha de imponer a la propagación del odio y la muerte indiscriminada. Pero hay tareas pendientes por hacer, como actuar frente al terrorismo con total unidad, y crear una conciencia social desde la base  para que todo asesinato en nombre de una idea, un territorio, una religión o una cultura encuentre siempre el repudio ciudadano. También, los cercanos a Trump le tedrían que decir que disentir en Twitter sobre una masacre añade alas a los que están preparando ahora mismo su próximo atentado.

Cuando a alguien se le inculca el odio desde bien pequeño, se le hace empuñar armas, o se le muestra que la mejor forma de vivir es morir matando a los demás, le hurtas divertirse de muchas maneras y, entre ellas, con un simple monopatín. Es difícil creer que una tarde de sábado con amigos y patín pueda terminar en tragedia, y esto es lo que le ocurrió al joven español Ignacio Echevarría, muerto en el atentado de Londres del 3 de junio de 2017. Se interpuso entre los cuchillos de los asesinos y los inocentes y entregó así su propia vida a la edad de 39 años. He visto muchas esquelas en mi vida, pero como la de este joven español, nunca. Escriben de él que ha sido un “modelo de solidaridad porque volvía con sus amigos de patinar en el parque de Borough Market, cuando a la altura del London Bridge vieron que estaban atacando a un mujer”. Y sigue: “Sin dudarlo, defendió a la mujer con su patinete, pero dos terroristas le atacaron por detrás y murió”. Hoy le conocemos como el “héroe del monopatín”.

Gran Bretaña está muy perdida por el Brexit y el terrorismo, y se nota en exceso

En realidad, España ha vivido casi una semana entera esperando la confirmación de que Ignacio Echevarria (Gran Cruz del Mérito Civil) era uno de los 7 fallecidos de este atentado o estaba entre los 48 heridos. Las comadrejas que impulsan el terrorismo se frotan las manos cuando un atentado sirve para matar y al mismo tiempo para dividir a una sociedad. Sucedió antes en España, con ETA, y ahora pasa algo semejante en Francia e Inglaterra. Gran Bretaña está muy perdida por el Brexit y por el terrorismo, y se nota en exceso, para mal, cada vez que sufren un duro golpe. Cabe por tanto ser precavidos con la crítica, lo que no debe impedir alentar a los ingleses a que se pongan las pilas y empiecen a funcionar como exige un país con su historia y tradición democrática. Lo mismo voy a decir respecto a lo que en diferentes puntos del mundo se conoce como la flema inglesa. Busco una traducción entendible y me encuentro con que la flema inglesa consiste en permanecer impasible, no inmutarse ante los sucesos de la vida, ni ante los positivos ni ante los negativos, porque aporta un ahorro de energía emocional muy interesante. Lo veo demasiado exagerado esto de la flema, al igual que la frase que se pronuncia dentro de la película “El discurso del rey”, cuando una anciana inglesa dice eso de que “somos ingleses, sólo mostramos afecto por nuestros perros y caballos”.

Todo lo que preconizamos de bien para este siglo nos ha salido rana

Nada como la unión para conseguir la fuerza necesaria que erradique paulatinamente los actos terroristas. Esto es mejor que las palabras de Donald Trump o Theresa May, en las que propugnan drásticos cambios que ponen en cuestión los derechos democráticos de los ciudadanos, independientemente de su color, raza o religión. Sé perfectamente que lo que voy a decir es imposible con el presidente norteamericano o la primera ministra inglesa, pero los lideres deben poner un cuidado extremo con sus gestos y declaraciones, porque es tremendo lo que está en juego, nada más y nada menos que la paz en el mundo. Todo lo que preconizamos de bien para este siglo nos ha salido rana. No es la misma economía; no es la misma seguridad; no es la misma convivencia (refugiados) y, por no ser, no es la misma Norteamérica, Europa o Rusia. Hasta la diplomacia se ha enrarecido y ahora le toca a Qatar, país rico entre los ricos que lo mismo le llega el dinero para esponsorizar grandes equipos de fútbol, contar con una de las mejores aerolíneas internacionales o costear también las armas que usa el amplio ejército de terroristas con que cuenta el ISIS. Por parte de unos y de otros, así no se puede seguir, porque los pueblos quieren vivir en paz y nada ni nadie tiene derecho a usurparnos este anhelo. Ya lo hicimos rematadamente mal en el pasado siglo XX, con dos guerras mundiales, y no podemos robar las vidas e ilusiones de tantas y tantas generaciones que no conocieron aquellas penurias que dejaron tocados a millones de hombres y mujeres que ya nunca fueron los mismos, especialmente tras el nazismo. Para nada podemos conformarnos con repetir que no se ha aprendido la lección, y lo mismo cabe decir sobre que los ingleses solo quieren a sus perros y caballos, porque no es más que una frase desafortunada, pronunciada dentro de una película.

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