viernes. 29.03.2024

El regreso de Cantabria a la identidad industrial

Los jóvenes se marchan mientras los padres nos hacemos a la idea de que nuestros hijos van a trabajar fuera del territorio en que han nacido y quieren vivir. El conformismo se ha impuesto por encima de inculcar región y apostar por ella poniendo en marcha ideas y proyectos. Antes lo hicieron otros, y por eso hay que rescatar aquella identidad industrial que nos legaron grandes nombres de la empresa cántabra, que siempre creyeron en nuestras posibilidades de crecimiento y prosperidad.

Kotler, el padre del marketing, nos legó una sabía herencia para los negocios con no pocas consideraciones a la hora de emprender, triunfar y también  fracasar. Como cuando señaló que hoy tienes que correr más rápido para permanecer en el mismo lugar.

El curriculum empresarial de una región se redacta en base a los reiterados aniversarios de existencia que cumplen fábricas, talleres, oficinas, en definitiva, marcas. Cada vez estoy más convencido de que una tierra, para ser próspera, tiene que producir, y todo lo que sea dudar a qué se tiene que dedicar esencialmente (turismo, cultura, servicios y otros menesteres), es una letal pérdida de tiempo y de oportunidades. No niego lo interesante de estas actividades, depende del dónde y del cómo, pero lo que nos ha sacado las castañas del fuego durante lo largos años de crisis han sido las exportaciones de todo tipo de productos y materias, y desde entonces nuestras empresas ya no dejan de mirar hacia el exterior.

Ellos no se sienten reconocidos como tal, pero uno de los grandes potenciales que ha tenido siempre Cantabria son sus empresarios. Nombres cántabros engrosan lo mejor de la banca, la industria, la empresa o la Administración a nivel nacional, pero también internacional. Nuestros empresarios son referentes en países como Méjico o Argentina, les consultan sobre cuestiones económicas, y aquí les miramos de reojo cuando lo que hacen es trabajar duro por crear una riqueza que va más allá de pensar simplemente en beneficios, ya que se materializa mediante miles de puestos de trabajo. Lo he escuchado demasiadas veces, y pone de manifiesto una manera de ser que nos daña y perjudica porque, desde luego, lo que no sobran son las iniciativas de instalarse en Cantabria, hacer aquí emprendimiento y apostarlo todo por esta comunidad.

Nuestros empresarios son fundamentales en Méjico o Argentina, y aquí les miramos de reojo por trabajar duro por crear riqueza

Las ideas, aunque muchas no triunfen, es algo que también hemos tenido a gala tradicionalmente. Uno puede dedicarse a lo que sea, pensar en llevar a cabo un plan, pero debería tener siempre la oportunidad de construirlo en su tierra de origen. Nos hemos acostumbrado como si nada a comentar que el futuro de nuestros jóvenes pasa por marcharse de Cantabria. Entonces, ¿para qué sirve todo lo que construyeron nuestros ancestros? Reflejamos cansancio, porque no somos capaces de apoyar a diario nuestras propias iniciativas y hablar ante todo de perspectivas reales de presente y de futuro. Cualquier experimentado empresario, de los que sigue cogiendo el coche o el avión todas las semanas para vender aquí y allá, secundaría esta afirmación que hago. En una escuela nos educamos, y en una universidad o formación profesional aprendemos un oficio concreto. Pero al acabar esta primera etapa de ser alguien en la vida, deben tener cercanas las oportunidades de llevar a cabo todo lo que han estudiado o en lo que se han formado. Por mucho que hablemos de una sociedad digital, del saber y del conocimiento o de nuevas tecnologías, siempre vamos a necesitar producir bienes de consumo de todo tipo y a las personas que las fabrican. Cantabria debe volver así a su senda industrial, y para ello hay que proporcionar planes, infraestructuras, suelos, polígonos, y ayudas que supongan en sí la total convicción de que creemos en nuestra gente. No cabe mirar atrás, ni lamentar lo que falló porque un determinado proyecto no prosperó. Nuestros jóvenes se quejan de la mentalidad y el conformismo imperantes, y creo que llevan mucha razón.

Grandes empresas nos dan servicio desde regiones limítrofes, aunque buena parte de sus jugosos beneficios salga de los cántabros

Cantabria tiene que saber lo que quiere, pelear día a día por ello, y no dejar de venderse nunca, interior y exteriormente, como la mejor tierra posible para levantar proyectos de todo tipo. Otra cuestión a la que nos hemos acostumbrado es que haya grandes empresas que nos dan sus servicios desde regiones limítrofes, aunque buena parte de sus jugosos beneficios salga de los bolsillos de los cántabros. Es lo que se llama nuestra tradicional pasividad ante casi todo, y lo que choca frontalmente con el planteamiento de que debemos volver a impulsar un desarrollo industrial propio que proporcione oportunidades aquí, para dejar atrás la escena habitual, cada fin de semana, de jóvenes que emprenden viaje para acudir a su trabajo en Valladolid, Aguilar, Logroño, Pamplona, Zaragoza o Madrid. Estas regiones crecen y proporcionan empleo a residentes y foráneos. Son un ejemplo claro para nosotros a la hora de pensar en lo que estamos fallando y todo lo que podemos mejorar.  Hemos perdido demasiados trenes en el pasado que, quizás, nos hayan llevado a la situación actual. Pero querer es poder. La mejor demostración es la reputación que nuestros empresarios tienen allá donde hacen negocios. Y por eso hay que seguir sus pasos, aprender de sus iniciativas y conocimientos, para que nuevos nombres se sumen a esta lista de personajes únicos creando industrias, empresas y empleos seguros.

El regreso de Cantabria a la identidad industrial
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