jueves. 28.03.2024

Ser o no ser… bilingüe

Europa se dispone a hacerse un lifting llamado hacia dónde voy y lo primero es sentirse de verdad uno europeo. La educación y hablar idiomas son esenciales y nosotros aún estamos en hacerlo rematadamente mal y sin  bilingüismo que te crio. ¿Para qué? Para el desarrollo, trabajo, intercambio, avances y hasta para entenderse por Internet. Es curioso que sean las familias españolas las que más se comprometen con el inglés de sus hijos, cuando la mayor exigencia debería venir de la administración educativa tan dubitativa siempre entre el Ser o no ser que escribió Shakespeare.

De casi todo lo que nos quejamos hacia arriba tiene un gran déficit desde abajo, partiendo de la educación. El debate permanente en España sobre cómo hacerlo (sigo con la educación) y a quien compete, son muros insalvables para lograr el éxito de una formación en valores y conocimientos que, en efecto, genere nuevas y bien preparadas generaciones con sus correspondientes innovaciones. De esta forma se conseguiría un gran salto en el tiempo para un país demasiado lastrado por una dictadura, una Transición ya cuestionada y, por supuesto, el paro y la falta de oportunidades en suelo nacional para nuestros jóvenes.

Los padres son los más comprometidos con el inglés de sus hijos

Voy a aportar una primera gran prueba de esta afirmación inicial. El bilingüismo. El bilingüismo abunda por su casi ausencia total dentro y fuera de las aulas. Llevamos años y años recalcando la necesidad de conocer bien el idioma nativo al tiempo que nos desenvolvemos correctamente, de palabra y por escrito, en el otro idioma universal como es el inglés. Claro que vista la crisis, y la necesidad de emigrar, cobran ahora fuerza otras lenguas como el alemán, francés, chino o árabe. La administración educativa, por causas muy diversas pero antepongo la ausencia de  convencimiento y determinación, viene fallando estrepitosamente en la normal implantación del bilingüismo en nuestras aulas y entre los estudiantes, desde que inician el colegio y salen del instituto, hasta llegar a la universidad, y tras volver a salir de ella. Si alguien está comprometido en este país con la imperiosa necesidad de que los jóvenes hablen inglés, esos son los padres. Desde pequeños llevan a sus hijos a las academias de inglés, y les involucran en que demuestren mediante los títulos correspondientes que saben manejarse en la lengua de Shakespeare (Ser o no ser…). Estando convencidos de que esto es así, las familias están muy solas en sus claras convicciones, porque este no es un país bilingüe, pese a formar parte de una Europa comandada desde Bruselas que emite sus instrucciones en inglés, alemán y francés.

El sistema educativo español ni siquiera es riguroso en exigir un bilingüismo que debiera ser permanente en las aulas, y no sólo exigible mediante las asignaturas concretas de otros idiomas cuya práctica oral y escrita concluye cuando termina la clase. Todo lo apostamos al Erasmus, que es un programa educativo europeo exitoso, ya que supone la movilidad de estudiantes entre países tanto para su formación como para sus prácticas. Incluso no hace tanto estábamos debatiendo un recorte de estos desplazamientos debido al alto coste de los traslados, enseñanza y manutención de los aspirantes Erasmus. ¿Pero no es lo básico y fundamental que todos seamos europeos y nos entendamos pese a tener diferentes idiomas? Dentro de la Unión Europea sigue habiendo una idea muy presupuestaria del uso y reparto del dinero, y aquí también nos equivocamos porque la educación y la cultura son la auténtica locomotora de este siglo, capaz de movilizar a millones de ciudadanos en todo el mundo en busca de los conocimientos que anhelan tener. Cuando mezclamos política, poder, influencia, presupuesto y dinero, también hacemos daño a este sentir europeo, como ahora hace Inglaterra con un desleal referéndum para quedarse o marcharse de la Unión.

La educación y la cultura son la auténtica locomotora de este siglo

Hay otro hecho no menos importante dentro de todo lo que expongo. El bilingüismo está directamente entroncado con el hecho de sentirse de una nacionalidad y además europeo. Antaño, me refiero a antes de la crisis, Europa cuidaba más de Europa. Hay que volver a este camino, reimpulsar y dar a conocer dentro de todo el sistema educativo el concepto europeo, empezando porque cuando entras a un centro educativo te topes con un gran mapa de lo que es Europa y sus Estados miembros. Cuando escribo este artículo ya se conoce la noticia de que Francia prepara un despegue europeo, para lo que cuenta con el apoyo español. Se quiere así evitar que nos encerremos en nosotros mismos, mediante la vuelta a fronteras y alambradas anti refugiados, contra los crecientes nacionalismos o el olvido paulatino de la bandera azul de las doce estrellas. A cambio, y suena bien, esta nueva Europa seria “más coherente y solidaria”, mediante la reactivación de un núcleo duro de países (¿estaremos?), que quieran avanzar en la construcción europea aunque suponga pérdida de soberanía. Parece que no todo está perdido. De llevarse a cabo este gran proyecto de más ambición europea, España debería empezar a cumplirlo cambiando radicalmente de mentalidad para crear y formar en serio una sociedad bilingüe, necesaria para nuestra economía, nuestro turismo, nuestras empresas y ahora también las nuevas tecnologías que incluyen Internet y las redes sociales. No entiendo que lo sepamos de sobra, pero no lo hagamos.

Ser o no ser… bilingüe
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