jueves. 25.04.2024

Periodistas pendencieros

Contra el periodismo y los periodistas se han oído últimamente descalificaciones, que no se ajustan a la realidad porque la verdad es que los informadores trabajan frente a poderosos personajes con malas formas que sólo quieren oír halagos. Hoy más que nunca peligra la libertad de expresión, que lucha contra el racismo, la xenofobia y la exclusión, y que niegan quienes las impulsan en las ruedas de prensa que convocan.

El populismo de voz única está en consonancia con eliminar uno de los derechos fundamentales de la ciudadanía como es el referido a la libertad de expresión. Se evidencia que en el día a día informativo hay temibles nubarrones que amenazan el derecho a la información, aunque el mal viene de atrás, desde cuando los maquillados comunicados de prensa gubernamentales empezaron a invadir las redacciones de todo el mundo y no se puso el debido control a lo que es información y lo que es propaganda.

Por ejemplo: durante la crisis económica -y los lectores como ciudadanos que son tienen la espinita clavada- el poder explicó drásticas decisiones mediante ruedas de prensa sin preguntas, poniendo distancia de por medio mediante pantallas de plasma, o enviando mensajes poco claros o distorsionados a través del teléfono móvil, avance tecnológico que también contribuye a que sea tanta la digestión de noticias que hay que hacer, que se convierte en indigestión o, lo que es peor, indiferencia. Acabamos de describir un aliado inesperado de quienes tratan de alcanzar el poder bajo el orden policial, la expulsión, el racismo, la xenofobia y, siendo fuertes económicamente, abandonar al resto de países pobres a su suerte.

Falsas soluciones como estas se propagan con la nueva forma de comunicar en política y en todo lo demás a través de un simple tuit de 140 caracteres. Si la información requiere de mayor explicación, no mucha, lo escrito se remite por el Facebook. Los medios tradicionales han tenido que aliarse así con las redes sociales, porque se han convertido de repente en fuentes de información, aunque el periodismo serio y útil a la sociedad no puede perder jamás el valor de lo que supone investigar, detectar injusticias, contarlas ampliamente y seguirlas en el tiempo para subsanarlas, porque la verdad tiene hoy demasiados voceros y muchos de ellos, sencillamente, mienten y manipulan. Otro ejemplo: Donald Trump, presidente norteamericano, que lleva un mes en el cargo, ya se atreve a decir que su administración funciona como un reloj y supone toda un revolución de mejora para el país. Mientras, medios tan prestigiosos como The New York Times, The Washigton Post, la revista Time o la televisión CBS, aseguran en sus informaciones que la Casa Blanca es un auténtico caos

“El periodismo no puede perder jamás el valor de lo que supone investigar, detectar injusticias, contarlas y seguirlas en el tiempo para subsanarlas"

El resultado es que el magnate que se rodea de más magnates para gobernar el país más poderosos del mundo denomina a los medios y a los periodistas como mentirosos, odiosos y los más deshonestos del mundo. Alguien pendenciero es quien está permanentemente en la bronca y la polémica. Pongamos que hablo de Trump, pero veamos también si Jorge Ramos, el periodista mexicano de Univisión al que expulsó de una sala de prensa cuando solo era candidato republicano a la presidencia, peca también de pendenciero.

El contenido textual de lo que se cuenta es lo que se utiliza después para redactar y divulgar la noticia. Estos son algunos fragmentos de la tensa conversación mantenida durante una rueda de prensa celebrada el martes 26 de agosto de 2015, entre un candidato y un periodista televisivo. Quien habla desde el atril a los informadores utiliza el término altamente despectivo anchor babies (bebés ancla) para referirse a los hijos de indocumentados que reciben la nacionalidad estadounidense. Ramos, latino, se lo recrimina. ¿Hace bien?. Pues sí. Trump sigue a lo suyo: “Yo tengo un corazón más grande que usted”, a lo que el periodista le apostilla que no hay que hablar de ilegales, porque “no hay seres humanos ilegales”. ¿Apostilló bien Ramos?. Nuevamente sí.

“Periodista norteamericano de origen mexicano a Donald Trump: no hay seres humanos ilegales”

El periodismo es un compromiso permanente con la información, la verdad y los lectores, televidente y oyentes. Y a pesar de contar quién es, cómo es y cómo se comporta, Trump ganó las elecciones. La democracia, en este caso los norteamericanos, lo han decidido así, pero es algo que no podrá evitar que se cuente lo que pasa alrededor del poder, y si se administra bien o mal. Todos los controles democráticos para velar por lo que es legal y justo siempre serán pocos, pero el papel de los medios de comunicación y de los periodistas es hacer su trabajo, con ética y rigurosidad, sin dejarse amilanar por cualquier clase de amenaza verbal, insultos, descalificaciones y malos modos, que a fin de cuentas es lo que distingue de verdad lo honesto de lo deshonesto.

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