jueves. 28.03.2024

Letizista

Me gusta que vaya al cine pero sólo a ver películas en versión original y no muy comerciales. Que salga a cenar con sus amigas y se pida una ensaladita de canónigos, un vasito de agua tibia y de postre un té blanco con gengibre y cúrcuma. Otra cosa no encajaría en estos tiempos de mierda.

Me gusta Letizia.

Entiendo bien el odio que levanta la reinona Letizia, cómo no entenderlo. En ese trono ya no hay una mujer dócil y sonriente que aguanta las humillaciones de un marido que, durante mucho tiempo, fue un tipo campechano para todos que coleccionaba juancarlistas y se los llevaba a los jeques de Arabia de regalo. Ya no hay una mujer correcta que vive en Londres a todo trapo pero que usa vestidos floreados con volantes y zapatos cómodos y eso la convierte en nuestra Doña Croqueta, tan humana ella. Una reina que ha vivido durante décadas en un completo segundo plano, siempre detrás de un señoro, pero disfrutando, a cambio, de sus caros gustos sin nadie que se los censurara. A mí es que las profesionales de la monarquía, regular.

Ahora en ese trono de escay hay otra cosa. Ahora hay una mujer que no tiene pinta de consentir mucho, que educa a sus hijas según le parece, que se gasta una pasta en ropa y zapatos de tacón, que da discursos que se entienden perfectamente y que hay días en los que no tiene el chichi para farolillos.

En cada guapa, guapa que le lanzan a la llegada a alguna tonta inauguración descubro el asco y el gozo, a partes iguales, que le producen esas palabras

A mí con Letizia me pasa que me parece una diosa, salvo algunas cosas. La veo moverse y hablar y puedo sentir el placer que le produce ser reina de España, joder, tiene que ser bestial eso. En cada guapa, guapa que le lanzan a la llegada a alguna tonta inauguración descubro el asco y el gozo, a partes iguales, que le producen esas palabras. En cada gesto de la cara que pierde al operarse intuyo amargas lágrimas y el sufrimiento más absurdo. Envidio su delgadez, sus brazos musculados y que sea capaz de hacer que sus hijas coman sopa de acelgas. Me gusta imaginar que es @Barbijaputa, o que llama de incógnito para ganar los 1.000€ que dan por decir que ya es primavera en Telecinco, o que escribe libros de amor en Amazon con Tórtola Palacio o Liz Arzuela como seudónimos.

Sonrío con esos nervios que se le ponen cuando aparece con sus hijas, venga a toquetearlas el pelo y la ropa sin parar; reconozco el esfuerzo que hace al salir de palacio sin el lexatín. Me gusta que vaya al cine pero sólo a ver películas en versión original y no muy comerciales. Que salga a cenar con sus amigas y se pida una ensaladita de canónigos, un vasito de agua tibia y de postre un té blanco con gengibre y cúrcuma. Otra cosa no encajaría en estos tiempos de mierda.

Y que aguanta a su marido, hijas, no concibo mayor castigo para esta mujer, en esto veo yo una hermana. Yo, que he salido con votantes del PP, con cazadores y con cabronazos tipo Emérito sé lo que es empezar a darte cuenta de que la has cagado y que tienes que salir de ahí rapidito. Y puedo imaginarme la rabia y el dolor que sentirá Letizia al saber que no hay salida, que te comes a Felipe VI hasta el final. A partir de ahí, es difícil no entender y apoyar a Letizia.

No se atreven a decirlo, claro, y lo camuflan con educación, protocolo y saber estar, pero es eso lo que quieren

Y Letizia me gusta, sobre todo, por ese odio con olor a rancio que despierta entre los monárquicos y los que dicen que no lo son aunque sea mentira. Que revuelva a señoras coñazo como Marie-Chantal Miller. Quieren que la reina de España vuelva a callar, que no notemos tanto sus operaciones de estética, que sea menos guapa y no sonría tanto, que engorde un poco y que deje a su padre y a su abuela la educación de sus hijas. A su abuela, que tan bien lo hizo. No se atreven a decirlo, claro, y lo camuflan con educación, protocolo y saber estar, pero es eso lo que quieren.

A mí, en realidad, lo que me gustaría es que tuviéramos una reina como Lydia Lozano, la reina de nuestros corazones, pero me conformará con Letizia. Me vale, no anda tan lejos.

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