viernes. 26.04.2024

Estertores de la casta

Descontroles en la gestión de grandes medios, salidas de tono de carácter represivo contra la libertad de expresión, todo ello amalgamado con grandes negocios petrolíferos a través de cuentas y empresas offshore; argumentos infantilmente defectuosos para respaldar las grandes decisiones que afectan al país; son síntomas claros, tristes pero claros, de una agonía.

"Si haces eso, es la guerra", amenazó un arrogante Juan Luis Cebrián al desesperado Pedro Sánchez cuando éste, ya en tiempo de descuento para la convocatoria de nuevas elecciones, acudió a él para pedirle permiso y apoyo, pues quería pactar un gobierno con Podemos, IU y Compromís. El Consejero delegado de PRISA no hubiera tenido necesidad de ser tan osado con quien, al fin y al cabo, es depositario de 5 millones de votos, si no fuera porque la posibilidad para la que le pedía la venia no sólo es perfectamente realizable, sino que es la solución de gobernabilidad natural, teniendo en cuenta el resultado electoral del 20D, siempre que éste se interprete a la luz de las promesas electorales. Es precisamente esa realidad la que está haciendo perder los nervios a la casta. Nadie es más casta -¿o debo decir caspa?- que Cebrián, pues lleva todo el periodo democrático español ejerciendo el poder real, por encima de políticos electos, como acabamos de comprobar, pero a salvo de los vaivenes de la opinión pública que tanto le gusta moldear. Cebrián es hipercasta porque, al igual que su compinche Felipe González, ejerce el poder al margen de los votos ciudadanos, y lo hace siempre para imponer el statu quo derivado de la incompleta ruptura con el franquismo en el 78, lo que venimos denominando "reforma".

Cebrián es hipercasta porque, al igual que su compinche Felipe González, ejerce el poder al margen de los votos ciudadanos

No es éste el único síntoma que nos avisa del nerviosismo de este Rasputín del régimen del 78, cuyo aspecto se ha ido intelectualizando a medida que su naturaleza de tiburón de los negocios crecía; está realmente desatado, descontrolado: tras despedir al veterano y brillante periodista Miguel Ángel Aguilar, por verter en The New York Times dos opiniones que son dos obviedades, a saber, que "los periódicos están en manos de sus acreedores", y que El País pudiera haber "alcanzado niveles de censura", ahora despide a Ignacio Escolar de las tertulias de la SER, al tiempo que boicotea a la Sexta, censurando a sus propios periodistas al prohibirles aparecer en dicha cadena. Y todo esto por el mero hecho de que aquellos profesionales y medios represaliados informaron de los negocios offshore del Sr. Cebrián y su mujer, como también lo hicieron de los de la consorte del Sr. González. Dice Wyoming que la SER debería pasar a llamarse la OffSher. ¿Qué haríamos sin tito Wyo, solo llorar por estas tristezas? Lo cierto es que el tiburón Cebrián no deja de hablarnos e influir sobre lo que nos conviene, sin legitimación electoral pero tampoco mediática, ya que no ha dudado en convertir la joya de la corona del periodismo español en un diario carente de credibilidad, más allá del buen hacer de muchos de sus profesionales. No le ha importado la pérdida constante de lectores, pues él tiene bien claro los intereses que ha de defender y en los que se encuentra personalmente implicado, conexiones petrolíferas iraníes por medio.

Están nerviosos en la casta, es obvio, y sus últimos movimientos tienen algo de agónico, de estertor. Hay más ejemplos de este nerviosismo. Saben que la opción a la valenciana es la única posible -más allá de la, de momento, descartada Gran Coalición, tan aplaudida por Cebrianes y Gonzáleces- y también la más fiel a los resultados. Una vez que han asumido que los partidos de izquierda no han sucumbido a la coacción que supone echarles la culpa de la repetición de elecciones, y del mantenimiento de Rajoy, temen que el resultado se repita, incluso que sea peor para ellos, al haberse evidenciado la deserción del PSOE en brazos de la derecha que tanto denostó en la última campaña. ¿Volverá a llamar a Ciudadanos "Nuevas Generaciones del PP" en esta campaña electoral?

No es ajeno a estos nervios, producidos por no tener asegurado el cumplimiento del imperativo categórico de que no gobiernen Podemos, IU y Compromís con el PSOE, lo defectuoso de los tópicos con que el PSOE y medios afines nos han venido castigando inmisericordemente. Traeré aquí a colación solamente dos de ellos por ser especialmente disparatados; tanto que solo se explican, pasivamente por la falta de motivación confesable para el proceder de quienes los predican, y en activa como medio para introducir ruido y distraer la atención en la próxima campaña respecto de lo importante: los brutales recortes de la anterior legislatura, que es preciso revertir.

Quienes utilizan el argumento de la "culpa", del "cansancio", de lo "gravoso" del nuevo proceso electoral, están valorando éste como algo negativo, como si el que hubiera debate en nuestra sociedad tuviera algo de nocivo

El primero es el de la "culpa" por la repetición de las elecciones, que recaería, dicen ellos, en Podemos, IU y Compromís, en adelante "la izquierda" por resumir. Este argumento, repetido hasta la saciedad, adolece de múltiples defectos: el primero, y no menor, consiste en que es falso pues, de haber "culpa", ésta correspondería al PSOE, que no ha querido negociar el único gobierno posible compatible con las promesas electorales. El segundo es un poco más conceptual: hablar de "culpa" implica ver las elecciones como algo negativo. A mí me ha desagradado mucho que el rey, no elegido por los ciudadanos, no lo olvidemos, se permita recomendar a los representantes políticos, que van a someterse a las urnas, que no "cansen" a los ciudadanos con una campaña "gravosa". Quienes utilizan el argumento de la "culpa", del "cansancio", de lo "gravoso" del nuevo proceso electoral, están valorando éste como algo negativo, como si el que hubiera debate en nuestra sociedad tuviera algo de nocivo. En realidad ello es síntoma de una sociedad más viva desde el punto de vista política que la sesteante del bipartidismo. Este tópico, más que argumento, suele venir acompañado del reproche por no haber sabido negociar, al tiempo que se echa en cara a los políticos que solo quieren sillones y no el interés del pueblo. En realidad lo que ha ocurrido es todo lo contrario. Si la izquierda hubiera renunciado a aquello para lo que se presentó a las elecciones, como hizo el PSOE, hubiera podido entrar en el gobierno y pasar cuatro años en sus ministerios sin compromisos difíciles. En cambio no lo hizo y no tiene sillones. Es cierto que los ha exigido al negociar, pero, si no aspiras a gobernar, ¿cómo puedes cambiar las cosas y ayudar a la gente? ¿Cómo se puede acusar a la izquierda de actuar solo por sus puestos si es precisamente su coherencia la que le ha dejado sin ellos? ¿ Qué broma es esa de que el mandato popular ha sido el de que se entiendan? ¿El del chalaneo para que haya "un gobierno" independientemente del para qué de ese gobierno? Al menos yo, no he votado para que se entiendan, sino para que reviertan las contrarreformas de Rajoy, lo que no estaba en el acuerdo PSOE - C´s. Y en cuanto a lo gravoso, es para desternillarse: Después de las andanzas de la familia real, offshore e inshore, después de que el ministro Morenés se haya gastado en sus lobbys armamentísticos 2.300 millones más de lo presupuestado, mientras se recortaba en sanidad y educación ¿ahora hay que ahorrar en elecciones? Ruido, solo ruido, pero muy desafinado, muy nervioso.

El segundo de los dos topicazos que prometí traer aquí, y prometo acabar con él esta reflexión que ya amenaza narcosis, es la coartada de la unidad de la patria para justificar la deslealtad del PSOE con sus votantes al entregarse a la derecha pura y dura. En efecto, aunque la coalición entre el PSOE y la izquierda suma mucho más que la elegida por éste con la derecha, lo cierto es que para formar gobierno necesitan al menos la abstención de nacionalistas. Pudiera ser del PNV, de los catalanes, o de ambos. Y aquí el PSOE ha puesto la línea roja de manera, a mi modo de ver, cínica. Aznar, tras una campaña antinacionalista radical, llegó a hablar catalán en la intimidad. Y Pujol le hizo presidente. Sonroja ver el entreguismo vergonzante de Aznar haciéndole gracias a Arzalluz, por mediación de Rajoy, que igualmente soportó al gobierno del PP. En una sobreactuación calculada, Aznar llegó incluso a entablar conversaciones con el "Movimiento Vasco de Liberación Nacional", superando eufemísticamente a ETA, que solo se autotitulaba "Patria y Libertad". Por supuesto, si esto es lo que hicieron los gobiernos del PP, apoyarse en los nacionalismos periféricos centrífugos, consiguiendo estabilidad a cambio de cesiones, el PSOE, mucho más abierto al problema nacionalista, aprovechó esa oportunidad hasta la saciedad. Pero ahora, de repente, otro imperativo categórico: no puede ser. No es que no se pueda gobernar con nacionalistas, es que hay que evitar formar gobierno si éstos se abstienen. Es un argumento que ni siquiera es falso; para ser falso, un argumento ha de ser, al menos, argumento. Porque, además de lo cínico de la posición del centro derecha, resulta que en realidad es la izquierda quien está proponiendo soluciones con vocación de definitivas para este aburrido debate identitario, que nadie más que la izquierda quiere superar, pues no es su asunto. Pero está proponiendo soluciones valientes y duradera, pues parece ser esta izquierda la alternativa política que no cuenta con la amenaza independentista como garantía de mantenimiento de su poder e influencia al reclamo del "prietas las filas".

Descontroles en la gestión de grandes medios, salidas de tono de carácter represivo contra la libertad de expresión e información, todo ello amalgamado con grandes negocios petrolíferos a través de cuentas y empresas offshore por parte de representantes canónicos del poder, tal como éste ha sido entendido hasta ahora; argumentos infantilmente defectuosos para respaldar las grandes decisiones que afectan al país; son síntomas claros, tristes pero claros, de una agonía. Suenan a estertores. Estertores de la casta.

La viñeta adjunta se ha publicado con autorización del autor y por petición expresa del autor de la opinión. La línea editorial no se identifica necesariamente con la opinión de sus colaboradores o de los entrevistados.

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