viernes. 19.04.2024

Absurdos

El metro ligero es un proyecto bien vistoso, muy del gusto de alcaldes como el de Santander, que fían su gestión a los planos de colores y las maquetas de proyectos tan pretenciosos como prescindibles, pero que se venden bien porque parecen más útiles que la mejor gestión de lo que ya se tiene.

He leído que ya casi está listo todo lo que hay que hacer para que Santander tenga un metro ligero. Por un montón de pasta, y con una obra importante, el sueño de cualquier gestor municipal de medio pelo. En España somos muy de estas aventuras, de grandes cosas para la historia, incluso si no hacen falta o no valen para nada. Sobre todo cuando se montan disparando pólvora del rey. Los dineros públicos, como el papel, lo aguantan todo, y los afanes megalómanos de los gobernantes siempre encuentran explicaciones que justifiquen el gastar sin miramientos. Este absurdo del metro ligero es un combinado con todos los ingredientes.

Así es la vida en el eterno pueblo de 'bienvenido mister Marshall', que los que mandan hacen que mandan promoviendo locuras y despropósitos

Seguro que el transporte público municipal necesita que le hagan algo para resultar más útil y más cómodo para los santanderinos. Ese decir siempre que sí a lo que piden las asociaciones de vecinos (tan de los equipos de gobierno del PP), lo mismo un semáforo al lado de otro que una parada al lado de otra, ha hecho que la ciudad tenga tantas líneas de autobús como los colectivos vecinales empeñados en tener una ha habido. Y de recorrido completo, por el centro, hasta El Sardinero. Siempre ha dado igual que muchas se solapen, que otras no tengan sentido, o que el conjunto sea un despropósito logístico muy poco racional en términos de costes y eficiencia. Lo que sea menos romper la paz vecinal, y parecer que se atiende mejor una necesidad con el mucho aunque sea desordenado.

Ahora que la crisis va pasando y vuelve a haber dinero para obra pública, se recuperan los absurdos y las infografías. Anteponiendo lo fotogénico a lo necesario, y las placas de latón de las inauguraciones a la solución de las disyunciones en lo colectivo. El metro ligero es un proyecto bien vistoso, muy del gusto de alcaldes como el de Santander, que fían su gestión a los planos de colores y las maquetas de proyectos tan pretenciosos como prescindibles, pero que se venden bien porque parecen más útiles que la mejor gestión de lo que ya se tiene. Así es la vida en el eterno pueblo de 'bienvenido mister Marshall', que los que mandan hacen que mandan promoviendo locuras y despropósitos en el afán de reivindicarse reivindicando modernidad de pacotilla con faraónicas tonterías. En fin, que corra el champán que ni la casa es mía ni pago yo la fiesta...

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