sábado. 20.04.2024

En el corazón de Cantabria la vida huele distinto y sabe mejor. Así lleva siendo desde hace más de un siglo, cuando se exportara a un valle cántabro la producción de una de las fragancias más veneradas del mundo: el chocolate. Este forma parte ya del ADN de un pueblo, La Penilla de Cayón, que invita a bajar las ventanillas de todo vehículo ajeno al concejo para comprobar que no es leyenda eso que dicen de que existe un pueblo a orillas del Pisueña que huele a chocolate.

La fábrica llevó riqueza y estabilidad económica tanto para quienes empezaron en la producción como para los ganaderos

Que La Penilla de Cayón fuera la elegida para ser la pionera del arte de la repostería en España no fue casualidad. La tradición ganadera unida a sus buenas comunicaciones con el paso del ferrocarril hicieron que en 1905 naciera allí la primera fábrica Nestlé de España. Algo que no tardó en convertirse en el latir de una comarca y motor de un valle ganadero. La fábrica llevó riqueza y estabilidad económica tanto para quienes empezaron en la producción como para los ganaderos que la abastecían, como explica Francisco Ruiz, jubilado de la Nestlé desde hace más de 20 años. “La fábrica fue una ayuda muy importante para el valle porque la mayoría de la gente trabajaba allí y tenía ganado, entonces entre una cosa y la otra se vivía muy bien. Sin embargo, no sé a dónde hubiésemos ido a ganar el jornal de no haber recaído aquí la fábrica porque no había terreno para todos, somos nueve pueblos y a pie de 9.000 habitantes”, afirma. 

Nestlé entradaEntrada a la fábrica de la Nestlé en La Penilla de Cayón

A los 84 años, Francisco recuerda a la perfección ese 1 de febrero de 1954, cuando con 17 años empezó a trabajar en lo que fue su vida durante 42 años y 3 meses. Pero antes de la guerra ya lo habían hecho sus padres y posteriormente lo harían las generaciones venideras. “En el Ayuntamiento de Cayón en cada casa siempre alguno trabajaba en la fábrica”, comenta Francisco, cuya jornada comenzaba una hora antes de fichar en aquella factoría del chocolate, marca ya cayonesa. “Nosotros íbamos y veníamos kilómetro y medio andando para trabajar. En aquella época se entraba a las 5 de la mañana e íbamos andando a las 4. Y en el año 55 cuando quedé fijo ya compré una bicicleta a plazos, de segunda mano”, recuerda.

“Antes había mucho trabajo porque era todo más manual. Entonces se trabajaba fuerte en la fábrica"

Con el paso de los años el oficio del obrero también fue evolucionando. “Antes había mucho trabajo porque era todo más manual. Entonces se trabajaba fuerte en la fábrica, después ya vino la maquinaria moderna y el trabajo se centraba más el cuidado de la misma”, afirma Francisco. El trabajo variaba en función de la máquina en la que estuvieras, como ejemplo en la fabricación de chocolates “se cogía una bacina llena de chocolate que pesaba 50 kilos y había que subirlo encima de la máquina, abrir una compuerta y ya caía todo al aparato que hacía la tableta. Los materiales también eran distintos, para hacer los bombones de licor utilizábamos moldes de escayola”. Ahora, los trabajadores actuales desempeñan un trabajo más automatizado y menos manual pero con un mismo resultado, diseñar a la perfección los venerados dulces que hacen el disfrute en cada casa.

Hace 50 años “habría 1.000 personas o más y la mayoría del valle”, comenta Francisco. Ahora cuenta con una plantilla media de 900 trabajadores, pero el valle y los pueblos de alrededor siguen dando gran parte de ellos a la multinacional afincada en Cantabria. Por ello, esa estabilidad económica que aportaba la Nestlé sigue hoy en día. Para muchas familias, la tercera e incluso cuarta generación continúa con el oficio. Ahora, ya no se cogen a peso las bacinas pues está todo más automatizado, ni se emplean moldes de escayola sino de materiales más manejables y las líneas se han diversificado. Lo que empezó produciendo chocolate y bombones, en la actualidad se dedica además a otros productos como el cacao soluble, papillas infantiles, leche en polvo y obleas.

NESTLÉ DURANTE LA PANDEMIA

En estos últimos meses, con una pandemia mundial y muchos empleos pendientes de un hilo, otras necesidades han primado en una sociedad mermada por el COVID. Sin embargo, Nestlé redobló esfuerzos como empresa de alimentación y suministrador de productos de primera necesidad aumentando incluso su actividad durante la cuarentena. Además, de ella salieron iniciativas solidarias como el ‘crowdfunding solidario’ impulsado por dos trabajadores de la fábrica de Nestlé en La Penilla de Cayón que recaudó 21.000 euros para la Fundación Valdecilla y con lo que se compró material sanitario como mascarillas, batas y tests;  la donación al Banco de Alimentos de Cantabria con la entrega de 23 toneladas que incluyeron leches de continuación, papillas infantiles, platos preparados, chocolates y cacao soluble; los más de 2.500 productos (bombones, snacks, cápsulas de café, entre otros) que la fábrica también repartió entre hospitales, residencias y colectivos como Bomberos de Santander, voluntarios del servicio 112 o ganaderos que colaboran con la fábrica; la donación de unas 11.000 mascarillas que se distribuyeron, principalmente, entre el Servicio Cántabro de Salud y los ayuntamientos de Santa María de Cayón y Castañeda; y el reparto de material sanitario como guantes, batas, delantales o buzos a hospitales e instituciones de la zona.

Sanitarios con el material donado gracias a los 21.000 euros recaudados en la campaña en NestléSanitarios con el material donado gracias a los 21.000 euros recaudados en la campaña en Nestlé

Con el tiempo, el latir de una comarca se ha convertido también en el latir de una región. Abuelos, padres y nietos viven en torno a la gran factoría de la repostería que ahora ya es mucho más que eso. Un antes y un después para la Comunidad que no ha parado líneas desde hace 115 años y que ha sabido, incluso, multiplicar esfuerzos cuando más difícil se hacía.

115 años siendo el motor de una comarca: El dulce también ayuda en tiempos de COVID
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