jueves. 28.03.2024

El acusado de violar a su esposa con ayuda de dos hombres más se ha declarado en el juicio celebrado contra él este jueves "no culpable", al igual que ha hecho uno de los supuestos cooperadores (el otro no fue identificado), y que se ha acogido a su derecho a no declarar.

La víctima ha asegurado sin embargo que su exmarido -que tenía orden de alejamiento sobre ella y prohibición de comunicarse, pese a lo cual le enviaba mensajes amenazadores, y que ahora se enfrenta a 17 años de cárcel por la supuesta violación- la metió, con ayuda de otros dos, "a la fuerza" en un coche con el que la llevaron a un lugar donde, tras haberle retirado la ropa y obligado a beber una sustancia "amarga" que le dejó la boca "dormida", el principal procesado "abusó" de ella penetrándola por la vagina mientras otro la sujetaba.

"Desde que me han hecho esto, yo no soy la misma persona. Me han destruido la vida. Lo estoy pasando muy mal. Estoy sufriendo mucho", ha relatado la mujer ante la sala de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial, en la sesión en la que también han prestado declaración testigos y peritos, en la que todas las partes han elevado a definitivas sus conclusiones y que ha quedado así vista para sentencia.

“NO SOY LA MISMA PERSONA”

La víctima, que ha acudido acompañada de dos guardias civiles, ha relatado que el día de los hechos, que tuvieron lugar una mañana a mediados de enero del año pasado, cuando se encontraba en Maliaño esperando al profesor de la autoescuela para hacer las prácticas -se estaba sacando el carné de conducir- paró un coche (un Seat Ibiza de color gris, con una pegatina de una "calavera") del que se bajaron su expareja y otro hombre, que la introdujeron "a la fuerza" en el interior, en la parte de atrás.

A partir de ahí, se puso "muy nerviosa" y no sabe cuánto tiempo pasó hasta que el vehículo paró y la sacaron y tiraron al suelo, en un lugar del que solo recuerda que había "árboles y árboles". Pero antes de llegar, ha indicado que su ex le había roto la blusa y bajado el pantalón y la ropa interior, y también ha apuntado que entre él y el otro hombre que iba en la parte posterior del coche le habían metido igualmente "a la fuerza" una botella en la boca, que se le "quedó como dormida" tras ingerir una sustancia que le resultó "amarga". "Estaba muy mal", ha expresado la víctima, para agregar que "por mucho esfuerzo que hacía no podía (gritar). Era imposible".

Del tercer involucrado, el conductor, al que se considera cooperador necesario del delito de violación y que se enfrenta a una petición del fiscal de ocho años de cárcel- la víctima ha dicho que le vio la cara y los brazos, en uno de los cuales tenía un tatuaje de "una espada o algo parecido".

Pero no intervino en los hechos. "No me tocó", ha asegurado la mujer, que ha señalado en cambio que este procesado dijo en un momento dado al supuesto agresor "déjala, déjala, que la vas a reventar", tras lo cual "se marcharon y me dejaron allí tirada". "Creo que si ese chico no llega a pronunciar esas palabras, yo no estaría aquí", ha valorado. "Estoy viva gracias a él", ha remachado.

Tras la agresión, la mujer ha dicho que "estaba muy mal. Me dolía todo el cuerpo. Mes puse la ropa como pude", ha proseguido la víctima, que solo encontró una de sus playeras y que se vistió con una sudadera "enorme", que no era suya, sino que la encontró en el lugar. Tampoco recuerda cómo regresó a casa, pero "gracias a Dios llegué".

Una vez en la vivienda, ya de noche y "en muy malas condiciones", pidió ayuda a su hijo, como éste ha corroborado en el juicio, donde ha testificado que su madre estaba "muy mal", con una sola zapatilla y "muy pálida", y que se desmayó en el pasillo. A continuación, le preparó la bañera, en la que estuvo dos horas, y avisó a su pareja, que encontró a la víctima "como ida", con heridas y arañazos en las piernas.

La mujer, que al cabo de varios días fue contando a ambos lo que había sucedido, tiró toda la ropa que llevaba puesta porque "no quería que se enterase nadie" de lo sucedido. "Me sentía sucia y mal. Es una cosa que hay que pasarlo", ha expresado la víctima, de etnia gitana, que no fue al hospital ni denunció lo ocurrido hasta el mes de abril por el "pánico" que sentía y para que no se enteraran de lo ocurrido. "Tenía un miedo terrible que me comía por dentro".

"Yo soy de raza gitana, y esto de denunciar... Yo quise olvidarlo, engañarme a mí misma", ha justificado la víctima, que está en tratamiento psicológico y precisa pastillas para dormir. "Tengo mucho miedo. No soy como antes".

“NO QUIERO SABER NADA DE ELLA”

Respecto a la relación con su ex, con el que había cesado la convivencia años antes, ha admitido que pese a la prohibición de acercarse y comunicarse con ella ambos se mandaban mensajes, en los que incluso se amenazaban.

Un extremo que ha confirmado el acusado, que ha detallado que fue la mujer quien inició el contacto y que él continuó para abordar "mutuamente" asuntos sobre sus hijos. Y, como ella "se puso a malas" en esas conversaciones, advirtiéndole de que no le iba dejar ver a los niños, él se fue "calentado" y contestaba con "algún taco", pero sin "ninguna maldad", pues él quiere "lo mejor" para sus vástagos, mientras que ella en esas conversaciones con amenazas "no se quedaba corta".

En su declaración, este hombre ha asegurado que no tenía "ningún interés" en hablar o ver a su ex, con la que coincidió por última vez en enero de 2017, pero en su pueblo, Renedo, al que ella iba para hacerle "daño", hasta el punto de que se sentía "acosado" y se tuvo que ir a León. Así, ha negado haberse "acercado" a ella ni estar a "solas", sí junto a sus padres, para entregar a los niños. "No nos fiamos de ella para nada", ha remarcado.

Además, ha asegurado que desconocía la segunda orden de alejamiento y prohibición de comunicarse con ella que tenía, pues le entregaron "tantos papeles" en El Dueso que no se enteró. "Si yo llego a saber que tengo esta orden, no la incumplo" y "no me pongo en contacto con ella para nada. No quiero saber nada de ella".

TESTIGOS Y PERITOS

En el juicio también han declarado otros testigos, como el profesor de la autoescuela que daba clases a la víctima, y que ha indicado que un día que había quedado para una práctica de conducir con ella no se presentó ni avisó, como solía hacer. Semanas después la mujer le contó en mitad de una clase que su exmarido la había violado con ayuda de otros dos hombres.

También ha testificado el dueño de una tienda de telefonía móvil que había entregado una tarjeta que se quedó sin vender al conductor del vehículo, al que conocía de vista, y que le había preguntado si tenía alguna. "Fue un error", ha admitido.

Con esa tarjeta se enviaron supuestamente mensajes y se realizaron llamadas a la víctima meses después de los hechos, aludiendo a la violación, y que la mujer denunció en el cuartel. Los agentes dieron con el número, y en el juicio también ha comparecido la esposa del conductor del vehículo que, al igual que él, se ha negado a declarar.

Finalmente, la asistente social y psicóloga que han atendido a la víctima han relatado que tras la fecha de la presunta violación empezaron a notarla "mal", como "ausente", y han corroborado que tenía miedo a denunciar por el proceso en sí y posibles "represalias" por parte del agresor.

"Por su cultura, gestionan las cosas de otra manera", ha relatado una de las peritos, que ha añadido al respecto que "no se veía con fuerzas". Tenía "ganas de morirse", "ataques de ansiedad" e "inseguridad", mientras que antes "estaba bien y hacía vida normal".

En su derecho a la última palabra, el acusado ha tachado de "maltratadora" a la víctima. "Es una persona dañina. Si no soy para ella, no soy para nadie. Es una persona peligrosa. Va a matar a mis padres o hacer cualquier cosa a cualquiera de nuestra familia".

"Desde que me han hecho esto, yo no soy la misma persona. Me han destruido la vida"