jueves. 28.03.2024

Cuando nos paramos a analizar las consecuencias de esta pandemia generalmente recalamos en los más mayores. El escalofriante número de víctimas registrado en las residencias de ancianos ha apartado el foco de atención de otros grupos de población que también están sufriendo directamente las secuelas de esta situación tan anómala.

Según un estudio publicado en UNICEF esta pandemia podría tener repercusiones sobre la salud de los niños de una manera más directa de lo que se podía pensar en 2019, cuando comenzó todo. “A lo largo de la pandemia de COVID-19 ha surgido el mito persistente de que los niños apenas resultan afectados por la enfermedad. Nada más lejos de la realidad”, dijo Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF. “Aunque los niños pueden enfermarse y pueden propagar la enfermedad, esto es sólo la punta del iceberg de la pandemia. Las interrupciones en los servicios básicos y el aumento de las tasas de pobreza representan la mayor amenaza para los niños. Cuanto más tiempo persista la crisis, más profundas serán sus consecuencias sobre la educación, la salud, la nutrición y el bienestar de los niños. El futuro de toda una generación está en peligro”.

Gracias a los datos registrados por las encuestas realizadas por UNICEF en 140 países podemos saber que hasta noviembre de 2020, 572 millones de estudiantes resultaron afectados por el cierre de escuelas a nivel nacional en 30 países, es decir, el 33% de los estudiantes matriculados en todo el mundo.

Aquí, en Cantabria, el reloj se detuvo el 14 de marzo de 2020 cuando el presidente del Gobierno Pedro Sánchez anunció la declaración del Estado de Alarma en todo el territorio español. Esta decisión conllevó el cierre de los colegios desde el lunes 16, en un principio, por un periodo de dos semanas, aunque finalmente se convirtió en el resto del curso escolar.

Desde entonces, los niños vieron reducidas sus interacciones sociales a la mínima expresión. Leo González, un niño de Cartes de 7 años, recuerda cómo fueron avisados: “Imagino que a todos les pasaría igual que a mí. De repente me dijeron que no había colegio por el coronavirus y por las mañanas me empecé a quedar en casa haciendo tarea y jugando”.

Lo hacía con su hermana Chloe, de 10 años, “ese fin de semana mami nos dijo que ya no podíamos salir a jugar con los niños de la plaza, así que bajamos a la canasta solos”. Fueron días difíciles de entender, lo que hizo que la pequeña se sintiese “enfadada con la situación”.

Enma Oreña, de 9 años, habla también de días raros, ya que “nunca había estado tanto tiempo encerrada en casa sin ver a los amigos, y prefería ir al cole que dar clases online”. Esos meses  los pasó junto a su hermano Adrián, de 6 años, que recuerda que jugaban mucho en el jardín, pintando arcoíris y haciendo una pista de chapas.

Durante estos meses, los más pequeños vieron como su rutina cambiaba radicalmente. En el caso de Leo, lo que más ha echado en falta es bajar a la pista para poder jugar al fútbol con amigos, “he echado muchísimo de menos jugar pero ahora estoy entrenando sin problemas así que estoy contento”.

Esto es algo que no puede hacer Chloe con sus clases de teatro, una de sus grandes pasiones. “Lo que más echo de menos es disfrazarme y subir al escenario a actuar". Enma en cambio ha añorado ir al cine y estar con su familia y amigos. Adrián también ha pensado mucho en su profesora de infantil, Sara, a la que tiene mucho cariño.

Ahora, siguen acostumbrándose a su nueva realidad, acompañada permanentemente de una mascarilla y con los juegos del recreo reducidos a sus compañeros de clase. Una vez más, continúan siendo ejemplo de buena actitud ante la pandemia. A pesar de que los parques se cerrasen durante meses, a pesar de que su día a día siga hoy estando limitado y sea muy diferente al que todos hemos tenido a su edad, nada ha conseguido borrarles la sonrisa.

Y ahora, ¿qué hacemos con los niños?
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