viernes. 19.04.2024

El patrimonio lingüístico cántabro se está abriendo paso en todos los frentes. Presente ya en medios de comunicación generalistas –eldiariocantabria incluye desde febrero noticias y columnas de Opinión en cántabru–, está incluido en la nueva asignatura de 3º de ESO sobre patrimonio de Cantabria y los cursos de cántabru gozan cada año de mejor acogida.

Alcuentru (Asociación pa la decensa y promoción del cántabru) pondrá en marcha el próximo 1 de noviembre una nueva edición de sus cursos de cántabru, en este caso uno de nivel básico que tendrá lugar todos los jueves de 19:30 a 21:00 horas en el espacio santanderino L’Asubiu.

“En Asturias están cerca de lograr la cooficialidad y aquí ni siquiera tenemos una mención en el Estatuto de Autonomía”

“Los cursos tienen todos los años muy buena acogida, viene gente de todas las edades pero sobre todo gente joven tanto de pueblo como de ciudad, personas que lo han conocido de sus abuelos y quieren recuperar ese nexo perdido pero también personas que simplemente tienen curiosidad y ganas de aprender, incluidas personas recién llegadas a Cantabria, por estudios o trabajo, que se apuntan como una manera de conocer el lugar al que han llegado”, explica Daniel Lobete, miembro de Alcuentru y profesor del curso. Lobete celebra que se hayan incluido “contenidos relacionados con el cántabru” en la nueva asignatura “optativa” de 3º de ESO sobre patrimonio de Cantabria, aunque lo considera “insuficiente” y cree que “urge un mayor interés en este tema por parte de las instituciones”. “Hace diez años pedimos la declaración de BIC [Bien de Interés Cultural] y nos lo rechazaron, pero ahora que, acertadamente, tenemos los bolos y el sonido del rabel reconocidos como bienes de tipo inmaterial que son, ¿cuál es el argumento para no hacerlo con un patrimonio lingüístico que está muriendo?”, se pregunta el miembro de Alcuentru. “En Asturias están cerca de lograr la cooficialidad y aquí ni siquiera tenemos una simple mención en el Estatuto de Autonomía, en muchos lugares hay interés por recuperar y conocer sus raíces –en León o en Extremadura vemos cada vez más iniciativas en este sentido– y en Cantabria el interés de la gente es muy grande pero el desinterés institucional pesa mucho”, lamenta Lobete antes de anunciar que Alcuentru está a punto de sacar a la calle el segundo número de Yelda, “una revista en papel, a color, íntegramente escrita en cántabru y con contenidos diversos: música, etnografía, literatura e incluso pasatiempos”.

Eldiariocantabria incluye desde este año noticias en cántabru y una subsección fija de Opinión: Mugu, a cargo de Raúl Molleda. Este diario pretende así dar cabida a una de las partes históricamente más relegadas del patrimonio cultural cántabro, apostando por su normalización, empezando por contribuir a sacarlo de su tradicional aislamiento y consideración marginal.

“En aquella época gozaba de mayor vitalidad que ahora en hablantes pero su prestigio social estaba en su punto más bajo”

Molleda destaca que el cántabru ha sido una cuestión “secularmente ignorada” y que “si ha habido una conciencia histórica de su existencia”, ésta pronto fue “transformada en mala conciencia”. “Incluso quienes hace ya décadas nos interesamos en el tema éramos gente formalmente adoctrinada en su desprecio si es que, como se suele decir, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio”, asegura. “Para apreciarlo en un primer momento, hubimos de darnos cuenta de que estaba habiendo movimientos de interés en la recuperación de algo tan cercano como el asturiano, con el que teníamos lazos lingüísticos de indudable parentesco”, continúa Molleda, que recuerda que “en aquella época el cántabro gozaba de mayor vitalidad que ahora en cantidad y calidad de hablantes pero su prestigio social estaba en su punto más bajo”. “Fue a raíz de un trabajo posterior de dignificación, lento y todavía incipiente, cuando empezó a remontar en términos de consideración y aceptación”, tanto que “la situación actual es precaria en cantidad y calidad de hablantes pero la mejor que ha habido en cuanto a aceptación, aunque dista mucho de ser óptima”, añade. Y es que al cántabru “se lo había recluido en la cuadra, era algo asociado al estiércol”, por lo que “la idea es sacar la lengua del abono, sacar el cántabro a la vida cotidiana, a la calle”. Molleda destaca en este sentido que el cántabru “tiene la capacidad de ilustrar nuestro mundo y nosotros tenemos la capacidad de hacerlo presente, y en esa causa estamos”. “En un primer momento salió de la cuadra a los escenarios de la música folk, y en el siguiente, a ambientes de reivindicación cultural y política”, añade, y recuerda que “ha habido otro salto a las redes sociales y ahora tenemos gente variada que acude a los cursos que se ofrecen cada año en varias localidades y lo tenemos en un medio de comunicación como algo perfectamente asumido y normalizado, lo que representa un salto cualitativo: ya no es una proposición desde el mundo que reivindica el cántabro, sino una demanda desde la sociedad; se rompe el lenguaje en una sola dirección y empieza a haber interacción”.

Molleda está convencido de que el cántabru “debe ofrecer una propuesta cultural a la altura de su tiempo, liberarse de la acción minorizante que trata de convertirnos en todos en turistas despistados dentro de casa”. “Hay gente con dotes para la escritura, buenos músicos cantando música moderna en cántabro… y la oferta mejora en variedad y calidad, aunque lo haga lentamente”, apunta. Y es que “la pugna está en la calidad, porque se está haciendo mucha bazofia en castellano y con el tiempo la media de calidad entre lo que se produce en Cantabria en cántabro y lo que se produce en castellano está bajando comparativamente en detrimento del castellano; hoy en día se produce mucha bazofia y esa bazofia habla en español, el cántabro se puede convertir fácilmente en referente cultural, dada la tradicional zafiedad de la cultura popular en español: pensemos en el reggaetón, la música hispana de moda”, ejemplifica Molleda, que “a título personal” sostiene que “las instituciones están incapacitadas para gestionar este tema y lo deseable es que no lo hagan, si no es adoptando una actitud humilde”. “Claro, ésa no es precisamente la norma de su actuación hasta ahora, que va desde la acostumbrada incuria hasta el desdén con ciertas ínfulas que caracteriza la actitud del castellanismo cántabro”, por lo que “lo mejor que han hecho hasta ahora es no hacer nada”, concluye.

“Es una realidad tangible y hay que decidir qué se hace con él: ¿que se muera, que se fosilice o actuamos sobre él?”

“No soy filólogo y no voy a entrar en si da o no para lengua, pero es evidente que en Cantabria existe un patrimonio lingüístico y que está reconocido en la Ley 11/1998 de Patrimonio Cultural”, cuyo artículo 98, relativo al deber de protección y conservación del patrimonio etnográfico, establece que la Consejería de Cultura “velará por el registro de las formas orales que integran el habla cotidiana de los valles y comarcas de Cantabria y que dan vida a la idiosincrasia de cada comarca”, apunta Bernardo Colsa, miembro de la Ejecutiva del Partido Regionalista de Cantabria y director general de Servicios Generales del Gobierno autonómico. Colsa destaca que el patrimonio lingüístico cántabro es “una realidad tangible” con “mucha investigación y mucha bibliografía detrás” y “hay que decidir qué se hace con él: ¿que se muera, que se fosilice o actuamos sobre él?”, se pregunta el miembro del PRC, que considera “un avance” que el patrimonio lingüístico cántabro vaya a estar incluido en la nueva asignatura de 3º de ESO sobre patrimonio de Cantabria, aunque un avance “insuficiente”, pues “el patrimonio político, histórico y cultural de Cantabria debería incorporarse no sólo a una asignatura sino de forma transversal a todos los ámbitos de la educación”. “Existe un patrimonio lingüístico y habrá gente que piense que es una cosa u otra, pero sea lo que sea tiene que ser conservado y difundido”, insiste Colsa, que se pregunta “por qué hay gente que se empeña en no dar normalidad a algo que existe y que no es de ninguna organización ni de ningún partido sino de todos, de todo el pueblo cántabro”.

“No creo que exista un cántabro original hoy desarbolado que haya que rescatar”, apunta el historiador, documentalista y bibliotecario del Sistema Sanitario Público de Cantabria, Mario Corral. “Más bien creo que en eso que llamamos realidad hay una faceta que muchos estamos ordenando y sistematizando acertada o desacertadamente como cántabro, no sin razones”, añade. Corral cree que en esa tarea “podemos dejarnos llevar por el apego a los orígenes y ocuparnos infructuosamente de la amenazada, porque toda esencia lo está, esencia del cántabro” o “podemos admitir la condición dinámica del cántabro y facilitar su capacidad de adaptación, que es, como todo en la naturaleza, lo que lo mantiene vivo”. Y asegura que es esta segunda opción “la que más esfuerzo reclama”, porque “huye del victimismo fácil”. “La primera, que atiende al cántabro cosificándolo: la lengua tiene valor por sí misma, quedaría satisfecha con la declaración BIC del cántabro, algo que se ha intentado en numerosas ocasiones y que distintos gobiernos de diferentes colores no es que hayan tratado de evitar, es que lo han intentado aprovechar para convertir el cántabro en una pantomima, en una pieza de museo; para desactivarlo, en definitiva”, recuerda. Mientras que “la segunda, la menos cómoda, pasa por desplegar una batería legislativa que defienda sobre todo su uso, con todas las implicaciones que eso suponga”. Es esta segunda opción la que, según Corral, “focaliza la atención en el hablante, mejor dicho, en sus derechos lingüísticos, que considero que han de estar recogidos en el Estatuto, porque “de otra manera se estarían conculcando”. “Sé que esta postura puede parecer de máximos, pero creo que es ésta y no otra la disyuntiva actual: esencia, victimismo y museo o vida y todo lo demás”, finaliza.

El cántabru se abre paso en todos los frentes
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