MEMORIA

Daniel Rey murió gritando ¡viva la República!

Daniel Rey, en Vitoria en 1934, durante su servicio militar | FOTO: Col. Mari Luz Rey

Con 31 años de edad y la espalda en carne viva, el 1 de octubre de 1943 el antifranquista bejesano iniciaba un lustro de vida guerrillera en la que acabaría desempeñando un papel protagonista en el grupo de emboscados lebaniegos.

A Daniel Rey le matan en Labarces. Hay un guardia civil arriesgado, nacido en aquellos pueblos, conocedor del terreno palmo a palmo, que había trabajado anteriormente en la mina ‘La Florida’ y se llama Torre. Escurridizo, inteligente, si Torre hubiera resultado guerrillero en vez de guardia, habría sido tan famoso como Juanín.
Una tarde consigue colocarse, arriesgando el pellejo, muy cerca de la cabaña en la que él sospecha, o acaso sabe, que se oculta un maqui, como entonces se empezaba ya a decir. La ocasión es óptima, pues los miembros de la familia propietaria del pequeño invernal están dentro atendiendo al ganado. Al parecer le dicen a Daniel que Torre le está ya pisando los talones.
–A ése le voy a afeitar yo el bigote, dice el emboscado.
A la mañana hay muchos guardias cubriendo la cabaña. Torre, al frente de todos. Daniel sale a lavarse la cabeza en un pozo que hay al lado del chozo donde beben las vacas. Sumerge la cabeza. De repente, por detrás, le apuntan con varias armas.
–Levanta las manos y no te muevas.
Daniel, chorreando agua, se vuelve lentamente y echa mano al cinto, a la pistola. No le da tiempo de empuñarla, pues cae acribillado. Pero antes ha levantado sus puños, en breves segundos, para gritar con la muerte a cuestas:
–¡Viva la República!

Así narra Isidro Cicero en ‘Los que se echaron al monte’ (1977) la muerte en noviembre de 1948 del guerrillero antifranquista lebaniego Daniel Rey.

Más que echarse al monte, a Daniel lo echaron al monte, como destaca el investigador Óscar C. Roiz

El diario ‘ABC’ del 19 de septiembre de 1939 dedicaba su portada a la visita de Franco a Asturias, donde el dictador aseguró que “lo mismo que se pagan las deudas, así se pagan los delitos y faltas. El hombre que ha cumplido su condena y que ha pagado con el dolor o con el trabajo la falta cometida, es un hombre que se ha bañado en el nuevo Jordán de la Penitencia y al que no podemos cerrarle los brazos ni hacerle sufrir la malquerencia de los pueblos. No le confiaremos los puestos de mando o dirección, pero el que venga arrepentido, al que haya sufrido y haya cumplido su condena, dejaríamos de ser españoles si le cerráramos los caminos o cometiéramos el gran crimen de expulsarlo del pueblo”. A pesar de ese “doble lenguaje” que según Cicero “no es casual, sino una estrategia de comunicación habitual del franquismo”, la realidad fue muy distinta, como atestiguan casos como el de Daniel Rey. Más que echarse al monte, a Daniel lo echaron al monte –como destaca el investigador de raíces bejesanas Óscar C. Roiz–, pues la posguerra estuvo marcada por la represión y la persecución políticas, la escasez de alimentos y productos de primera necesidad y el juego de influencias de las distintas familias del franquismo.

Daniel Rey nació en el pueblo de Bejes, en el municipio cántabro de Cillorigo de Liébana, el 12 de junio de 1912. La comarca de Liébana estaba caracterizada por el aislamiento y por una estructura caciquil y clientelar producto de su régimen de propiedad de la tierra: la mayoría de los campesinos trabajaban las tierras de otros a medias o a tercias, configurando una sociedad “podrida por los privilegios de unos pocos poderosos y por prejuicios religiosos que vehiculaban la ignorancia de muchos”, como la definió en sus memorias el emboscado lebaniego Lorenzo Sierra.

Un maestro republicano y socialista ejerció una poderosa influencia en los jóvenes del pueblo

Acuciados por la miseria y las desigualdades, numerosos jóvenes lebaniegos emigraron a la joven república cubana, donde fueron empleados en la industria azucarera y en la construcción de ferrocarriles y carreteras y desde donde se vieron obligados a regresar tras el crack del 29 y la Gran Depresión de los treinta. Uno de ellos fue Daniel Rey, que en los albores de la II República española volvió a su Bejes natal, donde impartía clases un maestro republicano y socialista que ejerció una poderosa influencia en los jóvenes del pueblo. De 1931 a 1936, esos chavales adoptaron la costumbre de reunirse, al concluir las labores del campo, para hablar de política y de sus problemas comunes, conformando así un nutrido grupo de militantes y simpatizantes del PSOE y de la UGT que el 18 de julio de 1936 constituyeron en el Ayuntamiento de Cillorigo un comité para la defensa de la República y mantuvieron a Liébana fiel al Gobierno legítimo. Además, pronto se incorporaron como voluntarios a las milicias obreras, y así llegó Daniel a las trincheras republicanas, donde permaneció hasta la caída del Frente Norte entre septiembre y octubre de 1937.

Daniel Rey, durante su estancia en Cuba | FOTO: Col. Mari Luz Rey

Ni siquiera la Causa General del municipio de Cillorigo de Liébana pudo atribuirle “delitos de sangre” ni antecedentes políticos de relevancia, pero Daniel Rey cumplió un tiempo de cárcel y después regresó a Bejes, donde contrajo matrimonio con Máxima Roiz, hermana de los huidos bejesanos Mauro e Ignacio Roiz, que, como otros jóvenes del pueblo que habían combatido en el frente republicano, aprovecharon la abrupta orografía del entorno de Bejes para ocultarse y esquivar la represión franquista con la esperanza de que la República acabara ganando la Guerra Civil.

Daniel vivió sus primeros años de matrimonio inmerso en una espiral de amenazas, represión y violencia

A Daniel Rey le unían lazos de parentesco o amistad con prácticamente todos los emboscados de Bejes, pero su matrimonio con Máxima Roiz le vinculó más aún con la familia de ésta, especialmente perseguida y represaliada por el franquismo. Las autoridades encarcelaron a Máxima y a otros miembros de su familia para intentar forzar la entrega de Mauro e Ignacio –algo que nunca consiguieron–, por lo que Daniel vivió sus primeros años de matrimonio inmerso en una espiral de amenazas, represión y violencia que se materializaba en registros domiciliarios constantes, detenciones ilegales y una estrechísima vigilancia.

Daniel Rey vivió en primera persona la captura de su cuñado Mauro Roiz el 8 de febrero de 1941 y la ejecución de Ignacio Roiz, su otro cuñado huido, el 14 de septiembre de 1943. Ignacio, que se había acercado al domicilio familiar de Bejes para visitar a su madre enferma, fue descubierto por la Guardia Civil, perseguido y localizado en los alrededores del pueblo, donde fue ejecutado ante sus familiares y vecinos cuando se disponía a entregarse.

Daniel llegó a casa con su espalda en carne viva y decidido a echarse al monte

Aquellos hechos y la versión oficial de los mismos, plagada de falsedades, enervaron a Daniel Rey, que el 1 de octubre de 1943 caminaba por Bejes junto a su primo Santiago Rey –que había permanecido huido desde la caída del Frente Norte hasta septiembre de 1940, cuando pactó su entrega y cumplió un tiempo de cárcel– mientras lamentaban la ejecución de Ignacio y criticaban al franquismo y sus fuerzas represivas, cuando una pareja de la Guardia Civil escuchó su conversación, les dio el alto y una brutal paliza y los citó en el cuartel unas horas más tarde. Pero Daniel llegó a su casa con su espalda en carne viva y decidido a echarse al monte. Mientras le curaban las heridas, su esposa y su suegra –conscientes de las consecuencias que esa decisión tendría para la familia– le rogaron que no lo hiciera, pero él lo tenía claro: prefería morir en el monte que a palos en el cuartel, así que esa misma noche se emboscó junto a su primo Santiago, que compartía su decisión y que retornaba así a su antigua vida de huido.

Daniel Rey, de 31 años de edad, iniciaba así cinco años de vida guerrillera en la que acabaría desempeñando un papel protagonista en el grupo de emboscados lebaniegos, comandado ya por Ceferino Roiz ‘Machado’. “Daniel estuvo presente en los acontecimientos más relevantes protagonizados por aquellos hombres, siendo el primero de ellos la transformación de un grupo de emboscados en una guerrilla organizada con orientación política”, destaca Óscar C. Roiz.

Daniel acompañaba al histórico Segundo Bores cuando éste fue abatido a tiros por la Guardia Civil en El Dobrillo

Precisamente mientras se celebraban las reuniones para tomar esa decisión, Daniel Rey presenció la muerte de Segundo Bores, un histórico del grupo. Alejandro Narganes ‘Camiseta’, enlace de la guerrillera, relató al historiador Valentín Andrés cómo el 25 de mayo de 1944 Daniel acompañaba a Bores cuando éste fue abatido a tiros por la Guardia Civil en El Dobrillo, en el entorno de Bejes. Daniel también estuvo presente el 6 de abril de 1945 en el espectacular asalto a las oficinas de la mina de Reocín: ‘Machado’ y él efectuaron las labores de vigilancia en San Cipriano, desde donde avisaron, con un disparo de fusil, a sus compañeros de la llegada de las fuerzas represivas.

Replegada nuevamente en los Picos de Europa, la guerrilla organizó el 22 de abril de 1945 una comida en los invernales de Pandébano para celebrar la inminente caída de Berlín y la capitulación de la Alemania nazi, una fiesta que terminó en una emboscada de la Guardia Civil. El guerrillero Manuel Díaz López recogió poco después el testimonio de Gildo Campo, uno de los maquis protagonistas de aquel episodio. Según Díaz López, Daniel Rey y el propio Gildo no estuvieron de acuerdo con la celebración –consideraban que consistía en “vender el oso antes de darle caza”– y decidieron no participar en ella, aunque está documentado que Daniel se unió al grupo justo después de la emboscada –en la que fallecieron ‘Machado’ y dos guardias civiles– y vivió en primera persona las horas posteriores a la misma: la difícil salida de Sotres y la ejecución del supuesto delator de los guerrilleros.

Participó en el rescate de los cuatro supervivientes de la Brigada Pasionaria

Daniel Rey también participó en el rescate de los supervivientes de la Brigada Pasionaria, el grupo de maquis que el PCE envió en febrero de 1946 desde Francia para reforzar la lucha guerrillera en el interior de España. El emboscado José Marcos Campillo relató a Valentín Andrés que Daniel, su primo Santiago, Gildo y él mismo se refugiaban en una casa de los municipios costeros más orientales de Asturias cuando un hermano de Campillo se presentó ante ellos para comunicarles que a un pastor de Tresviso le habían salido al paso unos hombres, provistos de mapas, para pedirle comida y preguntarle por el camino hacia Cabrales. Los guerrilleros lebaniegos se dirigieron a los Picos de Europa para tratar de localizar a los desconocidos, y con la colaboración de la familia de Campillo localizaron primero a dos de ellos –Quintiliano Guerrero y ‘Madriles’– en el entorno de Tresviso y apenas dos días después a los otros dos –el ‘Chino’ y el ‘Asturiano’– en el puerto de Bejes. Así se unieron a los guerrilleros lebaniegos los cuatro supervivientes de la Brigada Pasionaria.

Alejandro Narganes desveló a Valentín Andrés que cuando murió la madre de Mauro Roiz, éste obtuvo un permiso para acudir desde su destierro en Barcelona al entierro de su madre en Bejes, donde mantuvo un encuentro con su cuñado Daniel Rey. Cuando Mauro aconsejó a Daniel que abandonara la lucha y partiera al exilio, su cuñado le confesó que su primo Santiago Rey y él se habían hecho cargo de la guerrilla tras la redada de Pandébano y la muerte de ‘Machado’. “¿Cómo dejamos a éstos tirados aquí y nos largamos?”, fueron las palabras de Daniel para descartar su partida al exilio.

Tras la emboscada de Pandébano, los guerrilleros lebaniegos adoptaron el nombre de Brigada Machado –en memoria de su líder, Ceferino Roiz– y se dividieron en tres grupos, uno de los cuales tuvo como eje la Sierra del Escudo, centró su actuación en los valles del Saja y del Nansa y fue liderado por Juanín y Daniel Rey, lo que explica que ambos fueran los primeros emboscados que llamaron a la puerta de Las Carrás –el caserío que la familia del futuro maqui Paco Bedoya tenía en el pueblo de Serdio, en el municipio de Val de San Vicente– en busca de apoyo o que Daniel Rey estuviera esperando a Juanín cuando fue abatido en Labarces.

Caserío Las Carrás, actualmente en ruinas | FOTO: Óscar C. Roiz

Los guerrilleros permanecieron en Las Carrás hasta altas horas de la madrugada

Antonio Brevers relata así el primer encuentro de Juanín y Daniel Rey con la familia de Paco Bedoya: “Pasados unos minutos, Francisco Bedoya se acercó intrigado a comprobar quién conversaba con su abuela materna en el zaguán del caserío. Dos hombres, que después sabrá que eran Juanín y Daniel Rey, se encontraban explicándole a Hilaria su condición de guerrilleros y la necesidad de encontrar un lugar donde pasar el invierno. Hilaria les invitó a entrar a calentarse junto a la lumbre y les preparó un par de huevos fritos con un tazón de leche a cada uno que consumieron con avidez. Los guerrilleros permanecieron en Las Carrás hasta altas horas de la madrugada, hablando de sus venturas y desventuras, tanteando a los habitantes de la casa hasta conseguir que uno de ellos fuese admitido a esconderse en el caserío hasta la primavera: Juanín. A la familia Bedoya le seguirían otras de Portillo, Gandarillas y Camijanes, que igualmente aceptaron albergar miembros de la guerrilla durante el invierno”.

El mensaje de radio que la Guardia Civil transmitió tras la muerte de Daniel Rey reza así: “Comandancia de Santander: un grupo de fuerzas en servicio especial de contrapartida tuvo conocimiento que en la noche del 24 de noviembre en el caserío denominado ‘Rulosa’ del pueblo de Labarces, se encontraba oculto un bandolero. Localizado, intentó huir haciendo fuego contra la fuerza, consiguiendo herir a un guardia, no obstante atacó al bandolero con fuego de fusil y granadas de mano hasta que fue muerto, resultando ser el peligroso jefe de partida Daniel Roiz (sic) Sánchez”.

Daniel Rey dejaba viuda –Máxima– y dos hijos –Mari Luz y Gerardo– y unos meses después de su muerte nacía en prisión su hija Esperanza, fruto de la relación que mantuvo con Guadalupe Gutiérrez desde principios de 1948, poco después de llegar, herido de bala en un pie, pidiendo ayuda al caserío de Labarces en el que vivían Guadalupe y su familia y en el acabaría siendo abatido a finales de ese mismo año.

Mari Luz cree que su madre “tenía miedo, pánico, a hablar” sobre su padre

Mari Luz Rey tenía nueve meses de edad cuando su padre se echó al monte. Después, llegó a verlo alguna vez en casa y en una cueva y recuerda su imagen –“son cosas que se te quedan”–, aunque nunca le dijeron que era su padre sino “el tío Nicasio”. De él recuerda que era “delgado”, que le daba “besos” o que le traía “cosas”, pero su madre “nunca” le habló de su padre, “jamás” le contó nada sobre él. Mari Luz cree que porque Máxima “tenía miedo, pánico, a hablar”.

Mari Luz Rey tenía cinco años cuando mataron a su padre –su madre la envió unos días a casa de una amiga en el pueblo de La Lastra, en el municipio de Tudanca– y nueve cuando abandonó definitivamente su Bejes natal camino de un colegio de Bilbao. “Había necesidad en casa y para mi madre fue muy duro sacarnos adelante a mi hermano y a mí ella sola”, apunta. En la capital vizcaína ha formado una familia y sigue residiendo, y allí murió en 1998 Máxima, que vivió junto a ella desde que abandonó Bejes en 1972. Y desde Bilbao habla “una vez a la semana” con su hermana Esperanza, pues ambas mantienen “un trato muy bueno”.

De su infancia en Bejes, Mari Luz, que ahora tiene 74 años, recuerda los interrogatorios de la Guardia Civil sobre el paradero de su padre a su madre y a ella misma –“primero me ofrecían caramelos y después me amenazaban con el cuarto de las ratas”– y los registros tras la muerte de Daniel Rey. “Hasta meses después de matar a mi padre, la Guardia Civil entraba de madrugada a registrar nuestra casa apuntándonos con metralletas cuando le daba la gana”, explica. “Todavía andaban Juanín y otros por ahí y supuestamente lo hacían por ver si escondíamos a alguno de ellos, pero sabían que no lo teníamos, así que supongo que lo hacían sólo por incordiar”.

De la obsesión del franquismo con Daniel Rey da cuenta el macrosumario instruido en 1951 contra 14 vecinos de Bejes y Tresviso

De la obsesión de las fuerzas represivas del franquismo con Daniel Rey da cuenta el macrosumario instruido en 1951 contra 14 vecinos de Bejes y Tresviso, la mayoría de ellos familiares de los guerrilleros lebaniegos y acusados de “encubrimiento de bandoleros”. “A pesar de que llevaba tres años muerto, su nombre salió a relucir en los interrogatorios y hasta en la sentencia, donde el mero hecho de haber mantenido relación con Daniel Rey durante su etapa de emboscado sumó para que Valeriana Alles fuera condenada a dos años de cárcel y para que las hermanas Isabel y Aurelia Alles fueran sentenciadas a cuatro años cada una, todo ello como responsables de un delito de auxilio a bandoleros tipificado en el Decreto Ley de 18 de abril de 1947, dictado sobre la represión de bandidaje y terrorismo”, destaca Óscar C. Roiz. “En 1939 Franco pedía benevolencia y fraternidad con los vencidos que hubieran expiado sus culpas, pero en 1952, fecha de la sentencia de ese macrojuicio, sus juzgados militares seguían sustentando condenas por haber auxiliado a muertos”, concluye.

Portada del diario ‘ABC’ del 19 de septiembre de 1939