viernes. 29.03.2024
CANTABRIA

La doble condena de los reclusos ingresados en la Unidad Penitenciaria del Hospital Valdecilla

Situadas en un sótano del centro hospitalario, cuatro habitaciones custodiadas por la Policía acogen a los presos de El Dueso que necesitan de asistencia médica. Cruz Roja cuenta con un proyecto de acompañamiento que arroja luz sobre una institución desconocida para la gran mayoría de la sociedad.

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En España hay un total de 41 hospitales con este tipo de estancias, donde son ingresados los reclusos con algún tipo de problema médico o que van a ser intervenidos quirúrgicamente

La Unidad de Custodia Hospitalaria se encuentra situada por debajo del nivel del suelo en el Hospital Valdecilla. Esta unidad, de gestión compartida entre el Ministerio del Interior y Sanidad, tiene capacidad para ocho personas y lleva rotando por distintos lugares del centro desde hace más de 20 años, en los que las condiciones del espacio “han ido mejorando”. En España hay un total de 41 hospitales con este tipo de estancias, donde son ingresados los reclusos con algún tipo de problema médico o que van a ser intervenidos quirúrgicamente.

Como ocurre con la realidad penitenciaria en general, poco se sabe de estos lugares. Cruz Roja de Santander cuenta con un proyecto de acompañamiento a los presos, que muchas veces no tienen relación con su entorno o provienen de otras comunidades o países, y es complicado que sus familiares o amigos les visiten. El último año atendieron a más de una veintena de personas.

Cuando los internos miran por la ventana de barrotes ven sólo los pies de quienes caminan fuera, en la calle. Es una cárcel dentro del hospital

Este proyecto concreto se enmarca en un programa de ayuda a domicilio para enfermos de VIH/SIDA, aunque en los últimos años el número de afectados por el virus ha descendido. Cruz Roja comenzó este programa por la estigmatización y discriminación de los enfermos, y hoy en día la mayor carencia para la población reclusa ingresada en el hospital es la falta de relaciones con su entorno.

La labor de los voluntarios depende de muchos factores, como explica Marisa Gutiérrez, trabajadora social de Cruz Roja y coordinadora del programa. “Los voluntarios suelen pasar alrededor de una hora con ellos, pero todo depende del número de personas ingresadas, su situación médica, si tienen ganas de hablar o no…”. También realizan las compras que los internos les soliciten, que funcionan mediante el mismo sistema que existe dentro del centro penitenciario: “Lo que más piden son pasteles y tabaco”, asegura uno de los voluntarios.

Una de las principales y más importantes funciones del voluntario es la de acompañamiento a personas encerradas en un lugar aún menos acogedor que la propia prisión. “Cuando los internos miran por la ventana de barrotes ven sólo los pies de quienes caminan fuera, en la calle. Es una cárcel dentro del hospital”, afirma Marisa Gutiérrez.

Ignacio y Mini, más de 15 años de experiencia en la Unidad Penintenciaria

Ignacio y María Victoria - ‘Mini’ -, son voluntarios de Cruz Roja. El vínculo de esta pareja con la realidad penitenciaria comenzó en un voluntariado en la cárcel de El Dueso, donde realizaban diferentes talleres junto a reclusos con problemas de salud mental. Después iniciaron el programa de acompañamiento en el hospital y ya llevan 15 años acudiendo a visitar a los internos cada domingo por la mañana.

Ignacio asegura que “se conoce a personas muy variopintas”, pero también “a veces es un poco deprimente. Pienso en cuando he estado en el hospital, para operarme, han pasado unos días y me he ido a casa. Pero estas personas no: se recuperan y vuelven a la cárcel, en algunos casos puede que durante muchos años. Entonces piensas ‘vaya vida’". Por otro lado, “también te das cuenta de la suerte que tienes”.

Pienso en cuando he estado en el hospital, para operarme, han pasado unos días y me he ido a casa. Pero estas personas no: se recuperan y vuelven a la cárcel, en algunos casos puede que durante muchos años

Este veterano voluntario recuerda la situación más difícil que ha vivido, cuando un recluso le pidió que llamara a su madre para preguntarla si iba a ir a visitarle. Cuando lo hizo, la madre le vino a decir que no le interesaba lo que le pasara a su hijo y que no pensaba aparecer por allí. “Le dije que no podía venir, obviamente, pero también piensas lo que tiene que haber vivido una madre para llegar a ese punto”.

Por su parte, Mini cuenta que muchos presos les aseguran que quieren volver rápido al centro penitenciario, con unas condiciones mucho menos adversas que la Unidad Penitenciaria. Dice que lo que más valoran los reclusos es “hablar, hablar y ser escuchados”. "Hablan sobre lo que harán cuando cumplan la condena, su familia, cómo van a ser sus hijos cuando salgan… Sus planes de futuro. Recuerdo a un chico que quería llevar a su madre a la Isla Santa Lucía”, dice esbozando una sonrisa.

La influencia de ciertos prejuicios es inevitable en este programa. Los voluntarios no tienen acceso a la ficha judicial de los reclusos, ni les preguntan por la causa de su internamiento, pero afirman que muchas veces son ellos quienes acaban contando sus delitos. Ignacio habla de experiencias difíciles, como un día en el que vio a dos asesinos, “uno que había matado a su padre y otro a su madre”. Mini recuerda la historia de otra chica que había asesinado a su bebé. A veces es necesario apartar a los voluntarios de ciertos casos por la carga emocional que algunas situaciones pueden conllevar para ellos. sin embargo, están de acuerdo en que la función del voluntario no es juzgar a nadie, "ya han sido juzgados y cumplen una condena".

Lo que más valoran los reclusos es hablar, hablar y ser escuchados

Después de 15 años visitando a los internos en la Unidad Penitenciaria de Valdecilla, Ignacio y Mini aseguran que cuando alguien permanece mucho tiempo en el hospital o es un enfermo recurrente, se acaba estableciendo un vínculo personal con ellos: “muchas veces somos su único contacto con el exterior, en algunos casos su único entorno fuera de la cárcel”.

“Los voluntarios son el pilar de Cruz Roja”

El programa de acompañamiento a reclusos en el hospital no es voluntariado muy demandado, el doble estigma de la privación de libertad y la enfermedad hace que muchas personas opten por programas “más amables” como la asistencia a personas mayores o actividades con niños. Sin embargo, como cuenta Lorena Pérez, encargada de Comunicación de Cruz Roja y coordinadora del área de Voluntariado, este programa “se trata de una experiencia muy enriquecedora, pero que quizá no pueda realizar cualquier persona”. Cuenta que, en general, “la gente que viene a hacer este voluntariado son personas interesadas por su formación, como el Trabajo Social, o una situación personal determinada”.

Ser voluntario requiere una dedicación, una responsabilidad, tu tiempo

En el caso de este taller, hay que tener en cuenta que el acceso a la Unidad Penitenciaria de Valdecilla conlleva un proceso burocrático con el Ministerio del Interior que puede llegar a dilatarse dos meses. Ahora mismo hay seis voluntarios en este proyecto que definen como “el gran desconocido de Cruz Roja”, y “lo ideal sería que hubiera al menos uno para cada día de la semana”.

Para éste y cualquiera de los más de 90 programas con los que cuenta la organización es necesario compromiso por parte del voluntario, ya que su actividad influye sobre la vida de personas en distintas situaciones: “Ser voluntario requiere una dedicación, una responsabilidad, tu tiempo”, afirma Lorena Pérez. Para comenzar un voluntariado en Cruz Roja es necesario pasar un periodo de formación, un test, una entrevista personal y, en algunos casos, la formación específica del programa. La dedicación a cada proyecto es flexible, en función del tiempo con el que el voluntario tenga, y éste siempre cuenta con el apoyo y el acompañamiento de la organización.

“Los voluntarios, cerca de 3.000 en toda la región, son el pilar fundamental de Cruz Roja. Sin ellos no seríamos nada”, coinciden en afirmar tanto Marisa como Lorena.

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