sábado. 20.04.2024

Junto a los rollos de papel higiénico que caían desde las gradas o el rugir de una grada emblemática al ver como Mateu, Harstad o Ricardo González ensayaban pandereteras y piteros. Y es que la Escuela de Folclore de Torrelavega cumple en el actual curso 27 años. Casi tres décadas dedicadas al arte de cuidar lo nuestro.

La de la capital del Besaya es la escuela más importante de Cantabria, por número de estudiantes -170 en el actual curso, llegaron a ser 240- y por el número de especialidades que se imparten (bailes regionales, pito, tambor, requinto, pandereta, rabel y gaita). Bailes regionales, pandereta, rabel y gaita son las clases más demandadas. Según datos de la escuela, en los años de vida que tiene han pasado por ella más de 5.000 alumnos. Además, es la segunda más antigua, después de la de Cabezón, y un referente para todas las que han venido después.

Más de 5.000 alumnos han pasado por la Escuela de Folclore de Torrelavega

Sus dos responsables, José Luis Rivera Peña “Chiqui” y Carmen, reflexionan sobre el déficit de gente joven en el mundo del folclore. “Es muy difícil captar porque tienen muchas actividades y en muchos momentos nos estamos beneficiando de la afición de sus padres. El captar gente joven dentro del ámbito del folclore no es una tarea pendiente en Cantabria, sino en todo el país”, argumenta Chiqui. Para Carmen, la solución es clara: “el folclore debería estar metido en la base, en las escuelas de primaria e institutos”.

ESCUELA FOLCLORE TORRELAVEGA 03

La sede de la escuela es el Pabellón Municipal Vicente Trueba, allí tienen varias aulas y un despacho repleto de instrumentos. Decenas de panderetas, pitos, tambores y rabeles llenan las estanterías del “cuarto” esperando el uso de sus alumnos, con la ilusión de poder caer en manos de gente joven, un ser extraño por esas aulas.

La escuela ha vivido la evolución viva de la sociedad y del propio folclore. “El estado de salud del folclore está mejor que hace años, en el 72 no había nada más que un pitero, que era Melli, y después Velasco hijo, y ahora estamos en uno de los mejores momentos de las últimas décadas”, asegura Chiqui. Pero si algo ha cambiado desde hace 27 años hasta ahora es la gaita, un instrumento olvidado que se ha convertido en una década en una de las disciplinas más demandadas. “La gaita la introdujimos nosotros en Cantabria, y ha sido una invasión. Los piteros han sufrido muchísimo la entrada de la gaita en nuestra región y nosotros somos los culpables”, explica Rivera.

De lunes a sábado casi dos centenares de alumnos llenan las aulas del Trueba, como ocurre en Cabezón, Campoo, San Mateo de Buelna y un largo etcétera.

Lo que es evidente es que si por algo sobrevive la tradición cultural y musical de la región es por el empeño de gente como Chiqui o Carmen en Torrelavega, Miguel Guerra o Mari Carmen en Tanos o Rubén y Lorena en San Mateo.  A fin de cuentas es un arte lo que realizan, el arte de cuidar lo nuestro, y sin ningún tipo de dudas. Si no fuese por ellos, nuestras tradiciones se habrían perdido, las raíces de nuestro árbol estarían podridas y como sociedad tendríamos el peligro inminente de que el árbol se quedaría seco.

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El arte de cuidar lo nuestro
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