martes. 19.03.2024

Quién no ha jugado alguna vez a perderse por los enormes campos de maíz que recorren Cantabria. Quién no ha tenido la tentación de adentrarse en uno de ellos. Ahora hay un rincón en la región donde poder hacerlo y regresar, donde disfrutar en familia del placer de escapar de una realidad que nadie hubiese imaginado vivir.

Desde hace apenas un año, Jesús Alonso, junto a dos precursoras de la idea –ahora ha continuado con el proyecto él solo- ha sabido convertir la riqueza de esta tierra del norte del país en una atracción turística para todas las edades, un juego universal donde perderse y encontrarse nunca han estado tan cerca. Tres hectáreas de panojos en San Román de Cayón dibujan un gran laberinto con seña de identidad cántabra en un valle que cuida la tierra, la tradición y las raíces. Los hemos visto en la gran pantalla, Lewis Carroll imaginó el suyo en el país de las maravillas allá por 1865 y Stephen King hizo lo propio un siglo después con un laberinto de película que resplandeció de la mano de Stanley Kubrick en los 80. Ahora Jesús Alonso nos ha traído el suyo a la tierra. En este rincón del Valle de Cayón, todo aquel que visite el novedoso laberinto de maíz será el protagonista de su propia película durante alrededor de media hora y sorteará trampas y acertijos para poder salir de las confusas calles con éxito. 

Sorpresas por el recorrido: posibles flechas trampa y acertijosSorpresas por el recorrido: posibles flechas trampa y acertijos

La única regla del juego es perderse entre unos pasillos que recorren una distancia de casi dos kilómetros de camino correcto

El Laberinto La Flor, ubicado en San Román de Cayón, tiene un diseño distinto cada año y en este “las calles son muy amplias pensando en el COVID, para intentar mejorar y que sea más cómodo”, señala Jesús. “La idea ya la había visto en Estados Unidos hace unos 25 años, allí lo hacían con una especie de carritos como los del golf. Un día vimos el laberinto en una mansión y la gente se metía por el panojal a pasear”, recuerda Jesús, que aclara que esos laberintos estadounidenses eran totalmente diferentes en extensión y diseño al suyo. La única regla del juego es perderse entre unos pasillos que recorren una distancia de casi dos kilómetros de camino correcto –sin sumarle las calles sin salida que le dan diversión e intriga al recorrido-  y que están amuralladas por panojos de más de dos metros de altura. La clave es llegar al centro del laberinto y de ahí encontrar la salida por un camino totalmente diferente al utilizado en la primera parte. “A la entrada se les da un número de teléfono y hay dos chicos atentos en todo momento y aunque alguno ha recurrido a la ayuda, no es muy complicado salir pensado en familias y en niños. Normalmente se viene a hacer en media hora”, indica Jesús. Eso sí, recuerda que, además de respetar el panojo, este año el COVID ha traído sus propias normas de juego: mascarilla obligatoria, distancia de seguridad y entrada escalonada por familias o grupos.

Uno de los amplios pasillos que forman en laberintoUno de los amplios pasillos que forman en laberinto

Jesús en el centro del laberintoJesús en el centro del laberinto​

Reinventarse o morir. Eso es lo que ha tenido que hacer su propietario, Jesús Alonso, un ganadero de cuna que lleva desde hace años la ganadería La Flor y que ha tenido que buscar alternativas económicas en unos tiempos difíciles para el sector lácteo. El COVID está castigando duramente a muchos negocios este año, pero hay un sector esencial que lleva castigado y olvidado muchos más. “Tal y como está la ganadería -desde el 2014 para acá se está poniendo una situación caótica- nosotros, los ganaderos, estamos intentando sacar un sobresueldo porque la leche está muy mal”, reconoce Jesús. Una realidad a la que él se ha sabido adaptar poniendo en marcha Ocio La Flor, un entorno natural con actividades de todo tipo complementarias al mencionado laberinto y que ponen en valor a la ganadera acercándosela a los niños. “También tenemos una actividad en la que los niños dan la leche a los terneros, que creo que es importantísimo. Les ves disfrutar mucho con este tipo de tareas”, reconoce Jesús. 

Jesús dando de beber a los terneros.Actividad de dar la leche a los terneros

El entorno natural en el que se ubica Ocio La Flor es perfecto además para el juego libre y la celebración de cumpleaños con muchas actividades recreativas: ‘fútbol burbuja’, la diana o simplemente disfrutar rodeado de naturaleza y libertad para los niños son algunas de ellas. Algo que “está teniendo muy buena acogida”, afirma Jesús. En el laberinto, en cambio, “sí que el goteo está siendo más lento que el año pasado porque hay mucho miedo, pero el turismo que viene es muy bueno, son familias”, reconoce.

Entorno de Ocio La Flor​Entorno de Ocio La Flor

El COVID retrasó la apertura de este laberinto pero permanecerá abierto durante todo el verano en horario de 15:00 a 21:00 horas de lunes a viernes y de 11:00  a 21:00 horas los fines de semanas y festivos. Por su parte, la intención para las demás actividades es alargarlo un poco más. En un verano donde el turismo regional y nacional se ha convertido en la única carta válida para desconectar de lo vivido y ayudar a reactivar la economía del país, perderse por lugares desconocidos de Cantabria también es una opción.

Un gigante laberinto de maíz para perderse en Cantabria en época de COVID
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