martes. 19.03.2024

La crisis de 1973 precipita una reestructuración del sector industrial en Europa, y a mediados de los setenta los Estados de la Comunidad Económica Europea CEE –hoy Unión Europea UE– comienzan a implementar medidas de reconversión. Aunque el caso de España es distinto: el Estado español a mediados de los setenta está inmerso en la transición política –el paso de la dictadura franquista al actual régimen del 78– y no culminará su integración en la CEE hasta 1986, por lo que en España la reconversión es más tardía que en el resto de Europa y se enmarca en los cambios estructurales acometidos para adaptar su sector industrial a las exigencias de esa integración del Estado español en la CEE y en el resto de estructuras del capitalismo internacional.

En España la reconversión la inician tras las generales de 1977 los gobiernos de la UCD de Adolfo Suárez aunque muy tímidamente, por lo que podría decirse que la verdadera reconversión la inician –y la asientan y la culminan– tras las generales de 1982 los gobiernos del PSOE de Felipe González, con el ‘Libro blanco de la reconversión industrial’ (1983) como guía. Manuel Alegría, expresidente de la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria ADIC, profesor de Historia y autor de ‘Reinosa 1987. Movilización y represión en la reconversión industrial de Cantabria’ (2015), lo explica así: “El comienzo en serio de la reconversión industrial –con la pérdida de puestos de trabajo, la contención de salarios o el adelgazamiento y la reforma del sector público– comprendía medidas de ajuste tan duras que sólo podían ser aplicadas por un partido como el PSOE, que en aquellos momentos gozaba de una gran autoridad moral sobre las capas sociales más desfavorecidas”. Aun así, “la escasa predisposición del Gobierno del PSOE al diálogo y las actitudes de determinados ministros condujeron al enfrentamiento del Gobierno con los sindicatos y provocaron un rosario de luchas obreras, primero contra la reconversión y después contra la política de reformas liberalizadoras en el ámbito de la economía, que culminaron en la huelga general del 14D de 1988”, recuerda Alegría, que llama la atención sobre las “dificultades” añadidas que habría tenido que soportar la “derecha española” si hubiera sido ella, en vez del PSOE, la encargada de implementar esas reformas.

En Cantabria la reconversión consiste sobre todo en profundizar en la terciarización de la economía

En Europa la reconversión consiste en mejorar la productividad de las industrias para ganar competitividad a base de innovación en tecnología y de ahorro en mano de obra, pero en España y muy especialmente en Cantabria consiste sobre todo en profundizar en la terciarización de la economía –principal exigencia de la Comunidad Económica Europea para integrar en su estructura al Estado español–, y es que España funciona como una especie de colonia dentro de la CEE, y Cantabria como una especie de colonia dentro de España, es decir que Cantabria dentro de la CEE funciona como una especie de subcolonia. Bernardo Arcero en ‘Cambio tecnológico, reconversión industrial y organización espacial en Cantabria’ (1989) alude al cierre entre 1978 y 1988 de unas 300 empresas en Cantabria, y Ángel Revuelta en ‘La reconversión industrial en Cantabria y su reflejo en la evolución electoral de la izquierda’ (2013) asegura que casi el 50% del empleo industrial de Cantabria –en el conjunto del Estado español no llega al 10%– queda inmerso en las jubilaciones anticipadas, las bajas incentivadas y las rescisiones de contrato de la reconversión. Por eso en Cantabria la reconversión, más que una reconversión, es una auténtica desindustrialización que afecta a la columna vertebral de la industria y a sus principales subsectores: fundamentalmente, el naval y el siderometalúrgico.

Así, la reconversión se ceba muy especialmente con el eje industrial de Cantabria, articulado en torno a la Bahía de Santander –Aceriasa o Astilleros del Atlántico en la capital, Standard Electric en Camargo, Astander en Astillero…– y al Corredor del Besaya –Sniace o Solvay en Torrelavega, Nueva Montaña Quijano, Mecobusa o Fundimotor en Buelna, Hilaturas Portolín en Iguña, Forjas y Aceros, Cenemesa o Farga Casanova en Reinosa…–, tanto que al acabar los ochenta Cantabria ha dejado de ser un territorio industrial y ganadero –la Comunidad Económica Europea exige que la reconversión del sector primario (ganadería) acompañe a la del secundario (industria)– para convertirse en un territorio de servicios, como demuestra el peso de ese sector terciario tanto en el PIB autonómico como en el empleo, y es que los servicios han pasado de emplear a uno de cada tres cántabros a emplear a uno de cada dos, en detrimento precisamente de los sectores secundario y primario.

Las instituciones de la UE “ya sabían en qué se estaban invirtiendo los remanentes compensadores”

“El desplome de los principales ejes económicos de Cantabria –la industria y el subsector lácteo ganadero, es decir lo que podía competir con el norte de Europa– obedeció al pacto de las élites europeas con las españolas y locales que negociaron la entrada de España en la CEE, un pacto que consistió en la aplicación de un nuevo modelo de desarrollo que, como el de otros territorios y Estados –Grecia, Portugal…– del sur de Europa, toma como base la terciarización turística”, explica Alegría, que recuerda que esa apuesta por el sector terciario en detrimento de los sectores secundario y primario fue ‘compensada’ por “fondos de cohesión” que fueron invertidos o gastados en “turismo, ladrillo y ‘fuegos de artificio’”, y “ahora nos encontramos sin fondos de cohesión, sin base productiva y con que se acaba la Unión Europea”, advierte. “El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, dice ahora que ‘uno no puede gastarse todo el dinero en copas y mujeres y luego pedir que se le ayude’, pero lo cierto es que las ayudas de los Estados del norte a los del sur se llevaron a cabo para compensar el desmantelamiento de los sectores competitivos del sur con respecto al norte de Europa”. Alegría reconoce que “al menos en el Estado español esas ayudas no se utilizaron para establecer nuevas bases de producción sino que se derrocharon en lo que Dijsselbloem llama ‘copas y mujeres’”, pero puntualiza que las instituciones de la UE “ya sabían en qué se estaban invirtiendo los remanentes compensadores”, aunque “sólo quedaron alertadas tras la crisis de 2008”.

En este contexto se produjeron la reconversión en Cantabria y la Primavera del 87 en Reinosa, que en opinión de Alegría constituyó la “expresión más llamativa” de un “proceso de movilización persistente de la clase trabajadora cántabra”, que coincidió con una “inusual actividad reivindicativa de las organizaciones ganaderas” y también con una “respuesta ecologista que reclamaba una mayor protección de los espacios naturales” afectados por esa “terciarización turística que se erige como alternativa” a la industria y a la ganadería. Una Primavera del 87 que también evidenció la “represión ejercida por la autoridad gubernativa en un clima de impunidad que ejemplificó que instituciones derivadas directamente de la represión franquista no habían sido depuradas”, añade.

“En Reinosa se ha evidenciado el modelo de política económica que desarrolla el Gobierno del PSOE, radicalmente en contra de los trabajadores y del conjunto de los pueblos; la Guardia Civil obedeció fielmente las órdenes del Gobierno, cumpliendo a la perfección su cometido, y es que las fuerzas de seguridad defienden la política antiobrera del Gobierno en beneficio de la patronal, aunque atrás quede una vida”. Es el testimonio del obrero campurriano Rafa de Andrés a los autores de ‘Reinosa contra el miedo’ (1988). Un punto de vista muy extendido en aquellos días en Campoo, y es que cuestiones que suelen necesitar tiempo y experiencia para ser comprendidas, allí fueron asimiladas prácticamente de golpe.

Han pasado treinta años desde la Primavera del 87 y muchos de aquellos problemas siguen ahí. Es más, “mucho de lo que está pasando ahora se fraguó entonces, en aquella reconversión brutal que convirtió Cantabria en un país de camareros”, recalca Alegría.

Aquella maldita reconversión
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