viernes. 19.04.2024
POLÍTICA

Los 'humos' y la incapacidad para pactar amenazan con ‘llevarse por delante’ a Ignacio Diego

Sus relaciones con el PRC, auténtico partido bisagra de Cantabria, llevan años rotas, y el convencimiento de que la historia de 2015 podría repetirse en 2019 ha precipitado los movimientos tanto de Génova 13 como de parte de su entorno hasta ahora más cercano para desalojarlo de la Presidencia del PP de Cantabria.

Las cámaras lo inmortalizaron ironizando con que acudía a la fábrica de Sniace a “reírse” de los trabajadores o arrancando carteles de “no al desmantelamiento de los hospitales comarcales”.

El presidente del PP en Cantabria, Ignacio Diego
El presidente del PP en Cantabria, Ignacio Diego

Soberbia: cólera e ira expresadas con acciones descompuestas. El todavía presidente del PP de Cantabria, Ignacio Diego, quizás –quizás– no sea el político más soberbio de la comunidad autónoma, pero seguro que es el político que menos ha sabido controlar en público esos 'humos' que han acabado estigmatizándolo y que ahora amenazan con desalojarlo del poder del partido, al haberlo incapacitado para pactar con el PRC, auténtico partido bisagra de Cantabria, y por tanto para volver al Gobierno, dada la práctica imposibilidad de alcanzar la mayoría absoluta en las autonómicas de 2019.

Cuando, en 2010, Diego tiró al suelo y pisoteó el puro mediado que el presidente autonómico y secretario general del PRC, Miguel Ángel Revilla, había dejado en el alféizar de una ventana del Parlamento de Cantabria para recuperarlo tras el Pleno, alegó que “la fachada del Parlamento no es sitio para dejar una colilla rechupeteada, porque es una guarrada” –“ante la colilla de Revilla, no hice otra cosa que, con los papeles que llevaba en la mano, tirarla al suelo y apagarla, por la educación que he recibido; estuve por agacharme y llevarla al cenicero pero los escrúpulos me lo impidieron, algo de lo que me acuso y pido disculpas”, ironizó–, pero el mediático Revilla presentó aquel episodio como un “ataque” a su persona, producto de la “obsesión”, la “manía” y el “odio” de Diego hacia él, y tildó al presidente del PP de “pisapuros”.
Con las relaciones con Revilla –y por tanto con el PRC– rotas, Diego ganó las autonómicas de 2011 por mayoría absoluta y presidió Cantabria durante cuatro años, pero eso no relajó sus ánimos. A ese periodo corresponden episodios, inmortalizados por cámaras, como su visita a la fábrica de Sniace –donde ironizó con que acudía a “reírse” de los trabajadores–, al Hospital Sierrallana –donde arrancó carteles de “no al desmantelamiento de los hospitales comarcales”– o a la Universidad de Cantabria, donde se impidió el acceso a varios jóvenes que pretendían preguntarle sobre los recortes educativos de su Gobierno y para los que la Fiscalía llegó a pedir hasta 12 años de cárcel. Pero las cámaras también estaban allí.

Revilla se presentó a las autonómicas de 2015 asegurando que sólo había dos opciones para presidir el Gobierno: “O el pisapuros o al que le pisaron el puro”. Y Diego volvió a ganar las elecciones, pero la pérdida de su mayoría absoluta y su incapacidad para pactar con el PRC –no esperó ni a que pasara la noche electoral para negarse formalmente a intentarlo– desalojaron del Ejecutivo autonómico tanto a él como a su partido. El convencimiento de que la historia podría repetirse en 2019 ha precipitado los movimientos tanto de Génova 13 como de parte del entorno hasta ahora más cercano al propio Diego para ‘quitarse de encima’ al todavía presidente del PP de Cantabria. Lo que no esperaba Diego es que fuera su mano derecha durante 13 años –María José Sáenz de Buruaga, ‘número dos’ del PP de Cantabria desde 2004– la primera en ‘moverle la silla’, y menos para acercársela al hombre que un día lo tildó de “pisapuros”.

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