martes. 23.04.2024

Revoltosos, juguetones, pícaros y con una aparente cojera en la pierna derecha. Así dicen ser los trastolillos que desde hace cientos de años se muestran cómplices de los niños cántabros, que gastan bromas y esconden los objetos de la casa para desquicio de sus habitantes. Ahora, uno de ellos, sin bastón pero en silla de ruedas, ha dejado atrás su afán por hacer desaparecer las cosas y ha traído a Cantabria la primera escuela de deporte base adaptado para demostrar que no existen límites. Creado como imagen de la escuela puesta en marcha por Jennifer y Pablo, dos maestros de Educación Especial, se encarga de que cada miércoles un grupo de jóvenes con discapacidad descubra en el deporte una terapia para la vida, esa que une, olvida y libera y que en Cantabria se les ha privado durante años. Después de duros meses de pandemia, la vida ha vuelto a las canchas de Cantabria, especialmente a una, que brilla de manera especial, la del polideportivo Manuel Llano de Santander. Allí el deporte ha devuelto la ilusión a alrededor de una quincena de personas que, sobre cuatro ruedas, ya han marcado su primer gol a la discapacidad.

“Es un proyecto nacido de la sociedad y eso es lo bonito”, afirma Pablo, precursor junto a Jennifer de BSR Cantabria, club deportivo que cuenta con una escuela pionera de deporte base adaptado. “Hace 13 años empezamos con unas escuelas de deporte adaptado en Burgos y ahora, como el trabajo nos ha traído a Cantabria y vimos que no había nada de formación base para niños con discapacidad, decidimos emprender una escuela aquí”, afirma. Esa fue la idea, y la sociedad entendió la importancia del proyecto rápido, pues ante la dificultad económica que este implicaba -las sillas cuestan 3.000 euros cada una- y la ausencia de empresas dispuestas a unirse a ello y ayudar en sus comienzos, fue un crowfunding lo que convirtió la necesidad en realidad. “Hemos podido ponerlo en marcha gracias a donaciones de otros clubs de baloncesto que nos han ido cediendo las sillas y a las personas que con sus aportaciones desinteresadas lo han hecho posible”, sostiene.

Cuentan con un 25% de plazas reservadas para personas sin discapacidad que quieran participar en sus mismas condiciones

Actualmente, la escuela, que abrió sus puertas en septiembre debido al parón por COVID, cuenta con seis niños, a los que se suman los ocho mayores de 18 años de la escuela de adultos. Y es que todos tienen cabida en BSR Cantabria. Las actividades van dirigidas tanto a niños de 6 a 17 años como a un segundo grupo de adultos a partir de 18 años. “No hace falta que usen una silla de ruedas, hay gente con una prótesis de pie, de rodilla, pierna ortopédica o con muletas, pero se sientan en una silla y pueden practicar cualquier deporte, no hay límites, cualquier persona con discapacidad física que quiera practicar se puede apuntar”, afirma Pablo, que además, añade el carácter inclusivo del proyecto ya que cuentan con un 25% de plazas reservadas para personas sin discapacidad que quieran participar en sus mismas condiciones. “Van probando los hermanos, los primos e incluso algunos padres también se están animando, algo bonito que les gusta mucho”, afirma. Se trata de “normalizar que cualquiera puede hacer un deporte tenga o no discapacidad y que vean que se pueden poner todas las personas a la misma altura y que no hay diferencias, todos están en una silla, bajo las mismas condiciones y todos tienen que tirar juntos en línea recta”.

Niños de la escuela en su entrenamientoNiños de la escuela en su entrenamiento

“Como queremos hacer visible que no hay límites hacemos todo tipo de deportes”, cuenta Pablo, que enumera algunos de ellos como el baloncesto, rugby, petanca o bádminton, además de adaptar los juegos típicos tanto tradicionales como modernos a las sillas de ruedas, todo puede adaptarse. Las actividades se realizan en el polideportivo Manuel Llano de Santander los miércoles de 20:00 a 21:00 horas, un horario “complicado de compaginar” para los niños que tienen discapacidad y que esperan, les permitan ponerlo a otras horas el año que viene. “Están viniendo porque es algo nuevo, les motiva y socializan pero la hora es complicada para ellos”, señala Pablo.

Empezar a construir este proyecto no ha sido fácil, especialmente por lo costoso de los materiales y la ausencia de ayudas, pero lo que nunca han faltado ha sido las ganas por cubrir ese hueco vacío que tanta falta hacía en la sociedad de la región y que tanto aporta a estos niños. “Ya solo la relación entre ellos y socializar les genera un beneficio máximo. Todo es positivo, se sienten cómodos porque están al mismo nivel que los demás, e importantes, y eso les hace crecer, subir su autoestima. A los padres también les ayuda ver que su hijo puede hacer más cosas”, explica Pablo.

Jóvenes en su sesión de los miércolesJóvenes en su sesión de los miércoles 

El tsunami del Covid, que ha arrasado con vidas, negocios y sueños, también dejó sus efectos en la escuela. Tuvieron que aplazar su apertura y además no se encontraron con el mejor escenario para su financiación y desarrollo. “Para nosotros el haber podido sacarlo en estas condiciones es positivo, igual en un contexto normal lo hubiésemos explotado un poco más, pero las dificultades se ponen en el camino y nosotros continuamos pese a ellas”, afirma. De su mano, intrínseco al Covid, vino hace un año el miedo, que continúa del mismo modo que lo hace el virus. Por ello, hay quienes prefieran esperar a ver cómo se comporta la pandemia los próximos meses, especialmente en estos casos donde las personas son más vulnerables. Sin embargo, recuerda Pablo, el factor de tener una silla de ruedas deportiva también supone una cierta barrera a él, pues “obliga a mantener ya una distancia de seguridad”. Además, “podemos hacer deportes en los que no tenga que haber contacto directo”, afirma.

"Nuestra idea es crear un equipo de baloncesto en silla", afirma Pablo

En principio la escuela se centra en la formación base de los niños con discapacidad, en intentar dar respuesta a estas necesidades de juego y de actividad física que tienen. Pero con un horizonte claro, poder darle continuidad para que, cuando lleguen a los 17 años no sientan otra vez ese vacío deportivo para ellos, no se sientan abandonados ni abandonen la escuela. “Es formación hacia algo más, que sigan teniendo la alternativa del deporte. Nuestra idea es crear un equipo de baloncesto en silla. También se podrían derivar a otros clubes que solo se dedican al deporte adaptado de mayores”, cuenta Pablo. Pero, al igual que no hay éxito sin trabajo, algo que ellos saben muy bien, a este también le tiene que acompañar un sustento económico, y para eso necesitan ayudas. Actualmente son las redes sociales las que más les están permitiendo captar a la gente y darles difusión y visibilidad, pero necesitan apoyos económicos para continuar dando vida a la escuela y llenando de ella las pistas de la región.

Sobre ruedas y cargados de ilusión, así llegan cada semana al Manuel Llano una quincena de personas en Cantabria, que esperan con los brazos abiertos a más compañeros que quieran compartir horas de juego, risas y, sobre todo, sueños con ellos.

Sobre ruedas y sin límites, la primera escuela de deporte base adaptado en Cantabria le...
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