viernes. 29.03.2024

El pasado 8 de agosto David Solar (Noja, 1943) participó en la primera de las charlas que acompañan durante todo el mes de agosto a la exposición ’40 años de Constitución’ que acoge La Casa de Invitados del Palacio de Albaicín, en Noja, para rendir homenaje a las cuatro décadas de la Carta Magna.

Tras su intervención, tuvimos la posibilidad de charlar con el periodista e historiador, acerca de todo lo sucedido desde 1978, los cambios que ha experimentado su entorno y cuál es en su opinión el futuro del periodismo.

Ha participado recientemente en las charlas sobre los 40 años de la Constitución, ¿cómo describiría estas cuatro décadas?

Para mí han sido cuatro décadas prodigiosas. Amanecimos tras la muerte de Franco en medio de una gran incertidumbre y no sabíamos que iba a pasar. Todo parecía que iba a ser igual, porque Franco había dicho que había dejado todo bien atado, y efectivamente ahí estaba la Presidencia del Gobierno, el Consejo de Estado, las Cortes, … todo era franquista. Pero de pronto empezaron a cambiar las cosas y hacerlo de una manera vertiginosa y para bien. El comienzo de la Transición fue sorprendente y rápido, pero al mismo tiempo traumático. Una serie de personas y de instituciones de pronto cambiaron al presidente del gobierno y llegó otro joven, salido de las filas de la Dictadura pero con aires democráticos, como fue Adolfo Suarez, que con una habilidad verdaderamente extraordinaria se las arregló para que instituciones y partidos que habían estado vetados durante la Dictadura estuviesen en la legalidad y empezasen a funcionar. Y de repente nos encontramos con un referéndum constitucional, una Constitución y unas autonomías. Unas cosas funcionaban mejor que otras, pero la cosa avanzaba.

En 1982 nos encontramos con un Gobierno socialista, algo impensable seis o siete años antes, que hizo una transformación tremenda en medio de una crisis económica espantosa. Así que todo fue rápido y muy positivo. España fue capaz de transformar su industria, en 20 años el paro prácticamente desapareció, teníamos un 50 por ciento más de empleo que en la época de la dictadura y España había pasado de 5.500 dólares de renta per cápita a finales de 1975 a 30.000 en el año 2000. Estábamos en la Unión Europea y teníamos una economía de desarrollo. Éramos un país desarrollado.

Después ha habido altibajos, pero ahora España es un país que funciona, algo impensable cuarenta años atrás.

¿Creía que todo iba a suceder tan rápido?

Lo que dejábamos atrás era muy duro y lento, aunque la dictadura había ido dando pasos hacia una modernización. Un factor extraordinario fue el turismo. En 1950 aquí no venían más que algunos viajeros a ver qué pasaba en un país exótico en el que había una dictadura, y pronto empezaron a llegar muchos europeos, algo que se notó en este mismo pueblo (Noja)

Antes, el verano se limitaba a 20 familias que venían a sus palacetes, y luego estábamos los que vivíamos de las vacas, la pesca y la agricultura. En 20 años desapareció todo eso y esto se convirtió en un pueblo de servicios.

Isidro Cicero, Miguel Ángel Aguilar y David Solar charla Noja Isidro Cicero, Miguel Ángel Aguilar y David Solar charla Noja

Como nojeño, ¿cuáles han sido los principales cambios que ha experimentado la Villa?

Esa adaptación que te comentaba ha significado que antes vivíamos en un par de barrios que ahora han desaparecido casi. La vida de los barrios desapareció porque ellos mismos desaparecieron. Ahora solo quedan algunos pequeños núcleos. En Helgueras vivirían unas 60 personas, hoy en invierno viven 600 y en verano 5.000. Yo ahora mismo empiezo a tener problemas para orientarme en algunos sitios de Noja.

Hemos experimentado también un cambio en la perspectiva, en la cultura,… en todo. Yo soy el primer niño de Noja que fue a la Univesridad, hace más de 50 años, y ahora habrá centenares que estudien en ella.

¿Y qué es lo que más añora de esa época?

Lo mejor de aquella época es que había una vida de pueblo que hoy se ha perdido. Nadie ha tenido la culpa, ha pasado por la modernización y la masificación. Cuando yo era pequeño en Noja no llegábamos a 1.000 personas, hoy supongo que estén empadronadas unas 4.000, y viviendo aquí de verdad habrá 6.000 y unas 70.000 en verano. Antes conocía a todo el mundo por su nombre y sus apodos y hoy no conozco a nadie.

Cambiando un poco de tema y centrándonos en su profesión. Como historiador, ¿qué etapa le parece más apasionante para investigar y por qué?

He trabajado sobre dos temas fundamentalmente. Uno de ellos el problema de Oriente Próximo. Además de historia yo estudié periodismo, y cuando empecé a trabajar hubo una guerra en 1967 que dejó el escenario del conflicto árabe-israelí totalmente trastocado. Yo entonces trabajaba en el Diario Madrid y me tocó cubrir ese conflicto, que me interesó sumamente porque empecé a profundizar muchísimo en él. Por aquel entonces estaba estudiando historia y el director del periódico me empezó a encargar cosas sobre ese tema y me impliqué mucho, llegando a escribir muchísimos artículos y unos cuantos libros. Es un asunto que me causa mucha amargura porque yo siempre creí que se iba a solucionar y han sido ilusiones vanas.

Ningún historiador publicaba en una revista, pero mi equipo y yo conseguimos que todas las universidades se volviesen locas por publicar

El otro asunto que me interesó mucho desde antes de empezar a estudiar fueron los primeros 50 años del siglo XX: cómo se llega a la I Guerra mundial, el debate de si hay dos guerras o solo es una con una continuación, el periodo de entreguerras, el desarrollo de unos fenómenos con unos personajes extraordinarios como Hitler, Mussolini, Stalin. Como jefe de Internacional del Diario Madrid eran los antecedentes más interesantes de la actualidad que teníamos, y por la misma conveniencia de estar bien informado sobre esos asuntos empecé a estudiar el tema como investigación.

¿Cómo surgió Historia 16?

En el año siguiente a la muerte de Franco yo trabajaba en la empresa que editaba Cambio 16 y entonces me pidieron que hiciera una revista de historia, que se llamó Historia 16. Esa revista tuvo un éxito extraordinario y marcó a dos generaciones de historiadores. Antes ningún historiador publicaba en una revista, no les parecía serio, pero mi equipo y yo conseguimos que todas las universidades se volviesen locas por publicar artículos en la revista.

24 años después me fui a otra empresa donde hice otra revista de historia: La Aventura de la Historia, que también tuvo mucho éxito, aunque fue muy efímero debido al enorme cambio en los hábitos lectores de papel impreso. Cuando yo estaba allí se pasó de tirar 150.000 en 1998 a 50.000 ejemplares diez años después. Hoy la revista se sigue haciendo, y muy bien, pero la tirada ha caído a unos 17.000 ejemplares.

¿Cómo ve esa evolución que menciona en el periodismo impreso? ¿Dónde va a ir a parar en los próximos años?

Hace veinte años, cuando empezaron a ponerse en marcha los periódicos digitales, Pedro J. Ramírez, entonces director de El Mundo, luchaba por la digitalización y estaba empeñado en que yo digitalizase la revista. Decía que el papel impreso iba a caer y lo digital era lo que iba a funcionar. Y eso es verdad pero no es verdad. Todos pensábamos que la prensa impresa, que tenía publicidad y cierta prosperidad, alimentaba a la prensa digital. Pensábamos que en ocho o diez años iba a ocurrir lo contrario, que la prensa digital masiva iba a alimentar a una prensa escrita pequeña y muy selecta; y eso no ha pasado.

Hoy la prensa digital no se mantiene a sí misma y sigue viviendo de las empresas periodísticas, que están empeñadas hasta las cejas. De hecho, en 2007, cuando no estábamos en crisis y habría prosperidad económica, la prensa digital tampoco daba dinero.

Actualmente todos los medios digitales están haciendo equilibrios para sobrevivir y haciendo una prensa pretendidamente de investigación pero que no es una prensa universal de calidad, porque lo que hoy hace Pedro J. no tiene nada que ver con lo que hacía en El Mundo, igual que El País no hace ahora lo que hacía antes. La prensa es cara. Para hacer un periódico como El País o El Mundo de antes, se necesitaban 300-400 redactores y veinte o más destacados por el mundo. Hoy eso se ha terminado porque no hay dinero.

Lo que yo creo es que iremos a una prensa minoritaria y de cierta calidad, que se rellenará gracias a las colaboraciones de los columnistas.

“El comienzo de la Transición fue sorprendente y rápido, pero al mismo tiempo traumático”
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