martes. 23.04.2024

Los grandes peones del coronavirus en materia económica siguen sin poder avanzar por un tablero devastado donde quien tiene la corona avanza más rápido que el país. El jaque mate al Rey llegará, pero la preocupación para los dueños y trabajadores de los 5.500 negocios de hostelería cántabros recae en el cuándo y el cómo, pues las pérdidas son ya inasumibles para muchos pequeños negocios de la región. Se están echando los bares al cuello y el ambiente de dudas que se respira en cuanto a su situación no les deja avanzar. Resignación, incertidumbre y desasosiego son las palabras que más se repiten entre los hosteleros cántabros que ven como día tras día sus locales siguen colgando el cartel de cerrado sin ayudas ni fechas.

“Estamos muy inquietos en la hostelería al no saber nada todavía”, afirma Margarita Sánchez Aguilar, propietaria de la Casa de Comidas La Farola, cuyo negocio solo estos días de Semana Santa ha perdido de facturación entre 8.000 o 10.000 euros. Este sentimiento de incertidumbre lo comparten Emérito Astuy, director del Hotel Astuy; David Andrés Salces, propietario de La Ventana; Marga Cobo, propietaria de Bodegas Mazón y Aránzazu Lavín, gerente del Camping Playa Joyel de Noja, aunque la gran mayoría mantiene la esperanza de poder abrir este verano. “Sino sería una hecatombe, imposible recuperar las empresas. Creo que nadie en la hostelería será capaz de ganar dinero este año, pero el objetivo tiene que ser sobrevivir y para eso tenemos que estar abiertos en verano, y nos adaptaremos a lo que haga falta. Si no abrimos en verano no va a haber nada que revivir porque va a estar todo muerto”, sostiene Astuy, que en lo que llevamos de mes y medio de confinamiento ha dejado de ingresar cerca de 300.000 euros. Unas cifras que se prolongarán de seguir así la situación, de la que todavía no se ve la luz al final del túnel y que predicen un año para olvidar. “El año está perdido, hay que olvidarse de los beneficios pero necesitamos abrir cuanto antes para que la gente vaya cogiendo confianza”, explica David Andrés, un negocio que cuenta con mucha clientela mayor que perderán al ser un grupo de riesgo importante. “Cuando abramos vamos a empezar en primera, de ahí a que cojamos velocidad de crucero va a pasar bastante tiempo, por eso es importante abrir cuanto antes para que la gente vaya cogiendo confianza”, sostiene.

David Andrés, propietario del Restaurante La VentanaDavid Andrés, propietario del Restaurante La Ventana

En el caso de Aránzazu, propietaria del Camping Playa Joyel de Noja, con aforo de 1.000 familias, todas las reservas de verano están siendo canceladas paulatinamente por la inseguridad de fechas e incertidumbre y ya están devolviendo a razón de 6.000 euros diarios de reservas. “Habremos devuelto un 30% ya y todavía mucha gente no quiere cancelar porque tiene esperanza”, afirma Aránzazu. Las dudas son las principales compañeras de viaje y enemigas de estos hosteleros, que como ella quieren tener respuestas para poder adaptarse y planificar los futuros cambios a desarrollar en su actividad. “Un camping lleva muchísimo gasto que tenemos que seguir pagando, nosotros tenemos 24 hectáreas y los jardineros siguen trabajando, lleva muchísimo trabajo para no saber si vamos a poder abrir o no”, manifiesta.

Aránzazu, propietaria del Aránzazu, propietaria del Camping Playa Joyel de Noja

Las ayudas no llegan y ni las esperan. “Para el llamado ‘cheque de resistencia’ y las ayudas del Ayuntamiento de Santander te piden un número de trabajadores, que en el caso del Ayuntamiento de la capital de Cantabria son cinco o menos. En la hostelería la mayoría de las empresas tienen más de cinco trabajadores, así que te quedas fuera. Que dejen de dar tantas ayuditas que al final no te solucionan nada y que se suspendan los contratos de alquiler”, reivindica Marga Cobo, que pide a alguna asociación de autónomos que recurra el decreto del Gobierno Central en el cual se “hace una distinción entre pequeños y grandes propietarios” en el pago del alquiler. “Los pequeños propietarios los deja al libre albedrío y en el grande no te da esa opción y te dice que pagues, prorrogado pero que pagues”, sentencia Marga. “No perdonan nada, dicen que te lo atrasan. Qué tontería, si el mes que viene vas a estar igual”, se queja Margarita Sánchez.

Optimized by JPEGmini 3.9.20.0L Internal 0x904f4471Bodegas Mazón

Restaurante La FarolaRestaurante La Farola

El chaleco salvavidas para los hosteleros sería la elección de Cantabria por el turismo nacional, ya que el extranjero no recalará en España al menos este verano. Poder contar con estos turistas nacionales permitiría a una actividad hostelera que representa un 6% del PIB regional, según afirmó Revilla en la rueda de prensa del pasado domingo, sobrevivir al menos a este año de pérdidas. “Confío en el turismo de proximidad en verano”, afirma David Andrés, algo que comparte Astuy, quien ya da por hecho la carencia del extranjero este ejercicio pero espera el nacional, que “es el que prima”, afirma, y al que “necesitan”

La incertidumbre no iba a ser menos en referencia a las medidas a llevar a cabo a la vuelta de la actividad hostelera, “que si mamparas, mínimo de separación, aforo limitado, medidas complementarias de higiene…, todavía no sabemos nada oficial”, afirman. Algunos como Emérito Astuy ven más productivo que los propios hosteleros hagan una propuesta al gobierno de cómo se debe hacer el retorno de actividad, porque “visto el desbarajuste que hay por parte de las autoridades va a ser mucho más efectivo”, afirma. “Además nosotros vamos a ser los primeros exigentes con nosotros mismos porque tenemos que dar seguridad a nuestros clientes”, sentencia.

Emérito AstuyEmérito Astuy, director del Hotel Astuy

Sea como fuere, el futuro de la hostelería se dibuja en tonos grises. Un drama de dimensiones incalculables que arrastra a toda una economía, pues la dependencia cántabra al turismo es tan real como la devastadora imagen que muestran las calles y terrazas de Cantabria. Los hosteleros, mientras tanto, esperan que sus establecimientos no luzcan el cartel de cerrado mucho más tiempo, que las persianas no vuelvan a verse y las terrazas recuperen el color de antaño.
 

Los hosteleros ‘con los bares al cuello’
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