viernes. 19.04.2024

Al enfrentarme a la descripción de la biografía de Consuelo Berges, reconozco que quedó un incierto poso de amargura. Es inevitable hacer conjetura de lo que pudo ser y no fue, de la talla hercúlea de una mujer con una producción y capacidad intelectual inmensa, que sin embargo, al final de sus días, tuvo que pedir una beca al Ministerio de Cultura de 500.000 pesetas, para sobrevivir. Una mujer que casi fue borrada del panorama literario español, refugiándose en la traducción para poder sobrevivir y que hizo de ello, además de medio de vida, oficio prestigioso.

Nació de madre soltera, en Ucieda, Cantabria, cuando el siglo XIX moría, exactamente en 1899. La familia paterna era de talante liberal y así fue educada. Vivió con ellos, ya que su abuela paterna conocedora de su inteligencia la llevó a la casa familiar. No fue a la escuela, formándose con los libros que leía en la enorme biblioteca de la familia, incluso se supone, que aprendió francés leyendo ella sola autores en ese idioma. En alguna ocasión, confesó que más que estudiosa fue lectora, incluso aprendió a leer con las páginas del Cantábrico. Tenía un gran sentido del humor, era indomable, con un sentido ácrata e indisciplinado de la vida. En una ocasión declaró en una entrevista, que aunque alguna vez votaba comunista, por agradecimiento al trabajo realizado en el franquismo, ni lo era ni lo podría ser jamás, debido al ideario estricto que mantenían: "es una religión en la que hay que creer, con sus dogmas y preceptos. Yo no puedo".

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Hija de la Institución Libre de Enseñanza, decide estudiar Magisterio, para lo cual se traslada a Santander donde reside su padre. Casi estrena ella la Escuela Normal de Magisterio, recibe clases de un profesorado joven, formado en Madrid. Acabada la carrera ejerce, o más bien, cede el título, en Cabezón de la Sal, en la academia Torre, fundada por otra grande ninguneada, Matilde de la Torre que no era maestra y necesitaba el aval de una titulada.  En los años siguientes,  se relaciona  y mantiene frecuente correspondencia con Clara Campoamor, con la que mantiene una gran amistad, Ricardo Baeza, José Ortega Munilla, Eulalia Galvarriato, Concha Méndez, Azorín, José Ortega y Gasset, Rosa Chacel, Waldo Frank, Francisco Ayala, María Zambrano, Max Nordau, Rafael Cansinos Assens.

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En 1926, harta de la dictadura de Primo de Rivera decide irse a Perú. En Arequipa continúa su labor docente, luego viaja por Argentina, Bolivia. Escribe para destacados periódicos de las zonas donde reside, incluso colabora vía postal con prensa española.
 
Declarada la II República en España, regresa a Europa, recalando en París, donde se relaciona con María Blanchard y Paul Claudel, tenía un cierto parentesco con la pintora cántabra pero no cuaja su amistad debido al misticismo religioso que en esos tiempos padecía Blanchard.

Escribe para periódicos libertarios, decantándose en la defensa del voto femenino, junto con su amiga Clara Campoamor, que la reclama en Madrid, proponiéndole para cargos de importancia dentro del estado de la República, cosa que Consuelo rechaza debido a su concepto libertario e independiente del poder. Colabora con periódicos de la CNT/FAI, y con Mujeres Libres. En ese tiempo se hace masona, de la Logia de Madrid. Durante el bienio negro publica de forma clandestina un libro sobre la Revolución de Octubre, que se distribuye por círculos masones y revolucionarios.
 
Al declararse la guerra, colabora con la Junta Provincial de Beneficencia, donde se hace cargo del orfanato de la Guindalera, consiguiendo poner a salvo de las bombas franquistas a niños que abandonaron las monjas en su huida de la guerra. Dirige el traslado hasta Granollers, atravesando media España en guerra. Luego, marcha a Barcelona donde colabora con Mujeres Libres junto a  Baltasar Lobo, que hace el diseño gráfico y los dibujos; otras colaboradoras de la revista son: Rosa Chacel, Soledad Estorach Esterri, Carmen Conde, (con la que después tiene una profunda enemistad) Pepita Carpena, Sara Berenguer, Suceso Portales, María Jiménez, Concha Liaño, Lola Iturbe, Concha Guillén, Antonia Fontanillas, Mercedes Comaposada Guillén.

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Le llega el duro exilio con la derrota de la República. Huye a Francia en 1939, escapándose de los confinamientos en los que retienen a los exiliados españoles. Llega a París de forma clandestina, donde consigue vivir cuatro años sin ser descubierta, publicando y traduciendo para sobrevivir. La Gestapo, al fin la apresa. En los primeros momentos, al estar indocumentada, es tomada por judía, para luego, una vez comprobada su identidad, extraditarla a España. Es confinada a un campo de concentración, de donde sale al poco tiempo, con ayuda de Matilde Marquina y Luis de La Serna, parientes lejanos. Queda libre pero borrada de cualquier posibilidad de figurar en el panorama social y cultural español.

El gobierno franquista, le impide ejercer como maestra, ni firmar nada con su nombre, en su afán de borrar a las personas consideradas afines al régimen anterior. Para poder sobrevivir, vuelve a la traducción. Proust, Flaubert y diversos autores pasan por su pluma de forma convincente, hasta llegar al "enamoramiento" de Stendhal que fue definitivo en su vida. Siente al novelista como algo suyo: "Stendhal es de los míos..." confiesa en una entrevista, convirtiendo a su personaje, Julián Sorel, en parte de su vida.

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En la novela Madame Bovary, que traduce ella y prologa Vargas Llosa hay unas anotaciones sobre su trabajo y el espíritu a de la obra que son guía para cualquier profesional de la traducción.

El franquismo no doblega su carácter alegre e independiente. Se cuenta la anécdota de que iba a cenar con frecuencia a casa de unos amigos, al llamar a la puerta, y ser abierta, si no había nadie en el rellano de la escalera, levantaba el brazo, simulando el saludo fascista para, de inmediato, cerrar el puño y gritar ¡Viva La República! con gran pavor por parte de los anfitriones.

Vive en precariedad hasta su muerte, acaecida en 1988, trabajando como una penada para poder sobrevivir. Declara al País en entrevista realizada por Maruja Torres en 1984, ante el anuncio de la concesión de la medalla del mérito de Bellas Artes: “Pues como no me lo enmarquen en oro macizo... Porque ya me dirán qué hago yo con el diploma". Al final renunció al diploma y a la medalla, por no rellenar los formularios del Ministerio.

A falta de recursos y ya muy anciana decide, en palabras suyas a Maruja, "ponerme a la cola para que me den una beca de medio millón para una traducción, que eso es una vergüenza para el país, ¿no? Con toda la tremenda obra que tengo detrás... Que si algo hay que premiar es la difusión de la cultura, ¿no? Y el medio millón me servirá para sobrevivir, no nos vamos a engañar". Por supuesto, no recibió la beca y tuvo que trabajar hasta el lecho de muerte.

Independiente, libertaria, luchadora por la igualdad de derechos, feminista, crítica con la política de la Transición, vive hasta su muerte en un pequeño pisito de Madrid, a falta de reconocimiento y en una precariedad absoluta.

Con talante visionario, en la entrevista concedida a Maruja Torres comenta sobre la política del momento -Cabecea con melancolía cuando habla de Felipe González-: "Este chico, tan inteligente y tan sensible como parece, y hay que ver cómo está yendo de un sitio a otro siempre que los militares celebran algo. Que es lo que yo me digo: que el día de la Virgen del Carmen le va a faltar gente para poder mandarla a todos los puertos en donde se celebre la festividad de la Marina".
 
Sus obras como autora fueron:

-  "Escalas", Talleres Gráficos Argentinos, Buenos Aires, 1930

-   "Concepción Arenal: Algunas noticias de su vida y obra". Texto impreso, 1931, Edit Gráf. Maxera y Cia.

-   "Explicación de Octubre", 1935

-  "Stendhal. Su vida, su mundo, su obra". Editorial Aguilar, 1962

-   "Stendhal y su mundo", Alianza, Madrid, 1983
 
En cuanto a su labor como traductora, es ingente, convirtiéndose en especialista, y gran conocedora de la obra de Stendhal, como decíamos más arriba. Murió en Madrid, sola y en desamparo.
 
Agradezco la colaboración y la aportación de datos de inestimable valor a J. Ramón Sainz Viadero.

Consuelo Berges
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