jueves. 28.03.2024

Tuve que parar en dos o tres ocasiones en algún área de servicio porque no me veía en condiciones para conducir con los efectos de la vacuna. Era una sensación horrible”. Así comienza explicando una sanitaria del Centro de Salud Nansa situado en el municipio cántabro de Rionansa su experiencia con la segunda dosis de la vacuna de la COVID-19.

Desde que la pandemia de la COVID-19 llegó a España hace casi un año, cada ápice de la sociedad se ha visto eclipsado por esta nueva enfermedad. Locales de todo tipo se han visto obligados a echar el cierre, miles de familias se han sumido en la ruina y más de 60.000 personas han sido víctimas mortales del coronavirus desde que este llegó en el pasado mes de marzo. 

Personal sanitario, usuarios y trabajadores de residencias y dentistas han sido los primeros vacunados en Cantabria

Ahora, once meses después, la esperanza ha venido transformada en forma de vacuna, y los primeros inmunizados en Cantabria ya están recibiendo las dosis que las diferentes empresas han distribuido en España. Y es que la región no solo está trabajando en la campaña de vacunación con la vacuna de Pfizer, sino que también se han empezado a inocular las primeras dosis de la vacuna de Moderna y se está comenzando a establecer el protocolo para la vacuna de AstraZeneca.

Así, personal sanitario de centros hospitalarios tanto privados como públicos, usuarios y trabajadores de residencias y dentistas han sido los primeros vacunados en Cantabria. Sin embargo, estas vacunas tienen una serie de efectos secundarios en quienes son inmunizados contra la COVID-19, aunque no afectan de igual manera a la población.

“Me puse la segunda dosis a las 9:00 y a las 14:30 ya me empezó a hacer efecto. Fue entonces cuando fui conduciendo a casa a duras penas”, explica una sanitaria en prácticas del Centro de Salud Nansa. Además, también dice que, una vez en casa, tuvo “un dolor muy fuerte de cabeza acompañado de mareos”, a lo que añade que estuvo “toda la tarde con estos síntomas”, hasta que, pasadas unas horas, le subió la fiebre “alcanzando los 38 grados”.

En este sentido, relata que los efectos que tuvo la vacuna de Pfizer en ella fueron “mareos, cansancio, un poco de fiebre, dolor de brazo y malestar general” y que estos duraron “más o menos un día y medio”. 

Por otro lado, en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, una trabajadora del equipo de UCI explica que “la vacuna no nos está afectando a todos de la misma manera”. Así comenta su experiencia con la segunda dosis asegurando que le “dolió mucho el brazo”, pero que los efectos de la vacuna no fueron tan “duros” como los que “tuvieron otros compañeros”. 

Hubo mucha gente que después de recibir la segunda dosis se tuvo que ir a casa porque tenían una fiebre muy alta y les dolía muchísimo la cabeza. Decían que era casi insoportable”, asevera. También añade que “tras ponerse la última dosis, muchos sanitarios se tuvieron que coger la baja por cómo les afectó la vacuna de Pfizer”.

A todo ello se suma que “Cantabria comenzó estando a la cola de la vacunación, y en el mes de enero empezó a vacunar a todo el mundo, independientemente del grupo al que perteneciesen”. De esta forma, como ha relatado esta trabajadora, “el plan de vacunación comenzó siendo un caos, pero ahora parece que hay más organización”.

De hecho, con respecto a la experiencia de la vacunación en la región, otra compañera del equipo de UCI explica que “al principio, cuando nos dijeron que nos iban a vacunar, sentimos mucho respeto porque al final es una situación que no has vivido nunca”. Además, relata que no ha tenido “ningún problema”, más allá de un “leve dolor de brazo”. No obstante, comenta que varios de sus compañeros “se han visto obligados a paralizar su actividad laboral” por los efectos de la vacuna.

Por otro lado, el personal y los usuarios de las residencias de Cantabria también han sido los primeros en recibir las vacunas y, por ende, en inmunizarse contra la COVID-19. Desde la Residencia San Roque en Piélagos, uno de los trabajadores relata cómo la semana en la que le avisaron de que le iban a poner la última dosis de la vacuna intentó “hacer los mínimos esfuerzos posibles para poder tener todas las fuerzas que pudiese y poder soportar los efectos”. 

En este sentido, ha rememorado que “ya nos habían dicho que, aunque la primera dosis no nos hubiese afectado más allá de un dolor de brazo, como puede pasar con todas las vacunas, la segunda dosis iba a ser muy diferente”.

“Parece que la vacuna de Pfizer hace más efecto a las personas más jóvenes”

Así, además, explica que pasadas unas horas desde que le pusieron la vacuna, tuvo “mucha fatiga, sueño, e incluso fiebre llegando a los 38 grados”. A ello añade síntomas como “el malestar general y el dolor tanto muscular como articular”. No obstante, este sanitario relata como “al día siguiente los síntomas continuaron, pero poco a poco se fueron pasando, y pasadas las 48 horas ya estaba perfectamente”.

Sin embargo, este trabajador ha comentado que “parece que la vacuna de Pfizer hace más efecto a las personas más jóvenes”, ya que “los residentes no tuvieron ningún síntoma de la segunda dosis”. De hecho, como ha podido saber este medio, los usuarios aseguran que “se encontraban bien físicamente” y que “era como si no hubiesen recibido ninguna vacuna porque no notaban nada”.

“El precio a pagar para estar protegido contra la COVID-19 ha sido muy bajo”

En este contexto, el trabajador de la Residencia San Roque de Piélagos asegura “el precio a pagar para estar protegido contra la COVID-19 ha sido muy bajo, y ahora trabajamos con una gran tranquilidad sabiendo que estamos un poco más protegidos al respecto”.

Once meses después desde que la pandemia del coronavirus invadiese a la sociedad y cambiase por completo el modo de vida en España, parece que la vacuna de la COVID-19 está siendo un símbolo de esperanza y de recuperación en un año tan atípico como el anterior.  

Sin embargo, y aunque los primeros grupos ya están siendo inmunizados contra la enfermedad, el coronavirus no deja de expandirse, y lo que es peor, sigue mutando cada día y haciéndose más letal. Así, los sanitarios, el personal de residencias y los residentes advierten de que “aunque haya gente vacunada, eso no quiere decir que vayan a dejar de transmitir el virus, tan solo van a ser inmunes a él”.

El peligro de la enfermedad continúa casi un año después de su llegada al territorio nacional. Vacunas, tratamientos médicos, mascarillas, geles hidroalcohólicos… Todo aquello que rodea a la COVID-19 parece estar rodeado de incertidumbre, del qué pasará, y de planes de futuro incompletos por el desconocimiento. 

Ahora parece que la vacuna ha traído esperanza, pero esta tiene que ir acompañada de la “responsabilidad social”, porque “esto no lo vamos a poder parar si no nos damos cuenta de que el peligro es real, y de que la vacuna es la solución, pero hasta que no haya una inmunidad de grupo no va a haber una cierta ‘normalidad’”.

“Muchos sanitarios se tuvieron que coger la baja tras ponerse la última dosis de la...
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