jueves. 28.03.2024
SOCIEDAD

Tatuadores, la piel como lienzo de sus dibujos

El santoñés Alberto Becerra y Eider Quesada, de Cicero, se muestran responsables y agradecidos cuando confían en ellos para hacer un tatuaje  

Coinciden en que ya no está estigmatizado por la sociedad, se ha generalizado el público y se ha convertido en un regalo en fechas especiales

Entre las razones para tatuarse se encuentran los motivos familiares, sobre todo cuando se tiene un hijo, los tributos a las pasiones, los hobbys, los valores y las reglas en la vida

Eider Quesada en su estudio en Gama
Eider Quesada en su estudio en Gama

El regalo de unos amigos, en plena crisis económica de 2008, puso en las manos de Alberto Becerra Martínez una máquina tatuadora y fue el estímulo para que se convirtiera en tatuador profesional y abriera Ruthina Tatto, su estudio en Santoña.

Conocido como Willy Ruthina, su nombre artístico, desde niño siempre le gustó dibujar y tras su paso por el graffiti, la confianza le condujo al mundo del tatuaje. “Fue curioso, siempre he estado ligado a los tatuajes desde joven, pero no me veía capaz. Empecé a probar, me gusto, me vi capaz y así comenzó”, recuerda este joven de 37 años de sus primeros pasos.

Alberto Becerra en su estudio en SantoñaAlberto Becerra en su estudio en Santoña

El graffiti le sirvió para crear su identidad

Para este autodidacta, el dibujo es una parte importante de su vida y se aprende a tatuar con la práctica y el tiempo. El graffiti le sirvió para crear su identidad, hubo varios negocios que contrataron su servicio para exponer sus creaciones, y una vez que se atrevió con el tatuaje asegura que desde el minuto cero ha funcionado y ya lleva seis años en esta disciplina.

Su pasión por pintar y que la idea rondase su cabeza llevó a Eider Quesada Ortega, natural de Cicero, a lanzarse a esta profesión y abrir, hace un año y medio, su estudio en su municipio, en la localidad de Gama, Eider Tattoo all ink.

Estudió Bachiller Artístico durante dos años en Laredo y después un Grado Superior de Estética, pero no era lo suyo y tomó la decisión de realizar un curso de tatuajes en Santander. “Pinto de toda la vida, es lo que más me gusta, pero cierta gente de mi entorno me echaba para atrás con esta idea porque no le veían futuro y no se podía vivir de ello”, explicó.

Cuando alguien confía en su persona para que su cuerpo exhiba un dibujo, la responsabilidad es la sensación que acompaña a estos profesionales, junto con el agradecimiento y la alegría por la elección. 

La joven tatuadora plasma un dibujo en el brazoLa joven tatuadora plasma un dibujo en el brazo​

“El dibujo tiene que estar bien ejecutado y tiene que ir con la persona que te lo pide”, advierte Alberto Becerra. Además, añade que hay quienes dudan en la elección y depositan su confianza en mí con mensajes como “lo que tú veas o si tú lo ves mejor”, lo cual es un piropo.

“El tatuador es un diseñador de un cuerpo y cuando veo a la persona tengo que pensar en el trabajo que mejor le conviene"

Por este motivo, Alberto Becerra siempre ha apostado por asesorar y orientar a los clientes desde su experiencia y conocimiento, sobre todo a los jóvenes. “El tatuador es un diseñador de un cuerpo y cuando veo a la persona tengo que pensar en el trabajo que mejor le conviene y adaptar el encargo a sus características para que combine estéticamente”, hizo hincapié.

La joven tatuadora de 27 años siente alegría y responsabilidad porque esa persona deposite su confianza en su trabajo “y por lo tanto, siempre hay que estar al cien por cien, dejar lo mejor de uno mismo y que se vaya muy contento”.

Para Eider Quesada el tatuador debe ser un artista, se puede dedicar a muchos estilos, pero evidentemente le tiene que guste dibujar. Especializada en el realismo black and white, pero con la mirada puesta en los dibujos neotradicionales en un futuro a largo plazo, confiesa que trabaja todo a mano, un factor importante en esta profesión.

Y todo encargo tiene un protocolo que pasa por conocer los gustos del cliente tras una conversación, el asesoramiento, dibujar su petición, la presentación al cliente, decidir cambios o no hasta llegar a un acuerdo antes de la sesión y por supuesto elegir el encaje del dibujo en el cuerpo para que quede bien. Alberto Becerra dice que hoy en día se habla mucho del custom tatto, el trabajo personalizado, y en su caso intenta que las sesiones no sobrepasen las cuatro horas.

Su compañera de profesión manifiesta que “es una barbaridad estar ocho horas tatuando. Yo estoy un máximo de cinco horas y por el tipo de encargos que tengo ahora, intento acabarlo en una sesión o como mucho en dos, pero me importa más el resultado que el tiempo dedicado”.

Desde su experiencia, el proceso con el cliente supone escuchar su idea y sus explicaciones, hablar del tamaño, del encaje para que se ajuste. Y aunque resalta que los futuros tatuados vienen con ideas muy claras, algunos se dejan asesorar a la hora de diseñar. “Mola la libertad que te dejan en ocasiones y aunque vengan con la idea, aun así les aconsejo, sobre todo en los dibujos en manos y dedos que están muy de moda, por ser una zona donde por la piel no tiene un gran resultado al curar”, avisó.

APERTURA A LA SOCIEDAD

Los dos tatuadores revelan que su mundo ha evolucionado, ha dejado de estar estigmatizado y se ha abierto a la sociedad. 

Para Willy Ruthina es una disciplina que se ha normalizado en la sociedad y cada vez afecta menos a la hora de acceder a un puesto de trabajo, a pesar de que la primera impresión es importante en ciertos ambientes u oportunidades que se presentan en la vida. Pero, por otro lado, hay oficios y trabajos que demandan a trabajadores tatuados, lo calificado de cool está presente, y tanto en un caso como en otro, Alberto Becerra muestra su contrariedad. Tampoco deja de lado que las técnicas han evolucionado mucho y en la actualidad se erosiona menos la piel y las curas son mejores.

Esta circunstancia ha provocado que hoy en día todo sea calificado un poco arte, como la cocina o incluso la jardinería, y aunque mayormente su perfil de público son los adolescentes, a partir de los 18 años, a quienes asesora especialmente en su elección, afirma que el mercado se ha ampliado. De hecho, indicó que a partir de 35 y 40 años se está animando mucha gente y también por sentir curiosidad las mujeres de 50 a 60 años.

Este cambio lo achaca a la libertad y por lo tanto se ha convertido en una forma de libertad de expresión

Eider Quesada sostiene que el tatuaje convive con nosotros, está más presente y menos estigmatizado. Este cambio lo achaca a la libertad y por lo tanto se ha convertido en una forma de libertad de expresión. “Se hacen con un fin estético y de igual forma por recuerdos importantes que quieren grabarse en la piel”, reflexiona. Asimismo, advierte que hay que tener en cuenta el gran avance sufrido por las técnicas y las tintas, lo que supone tener un mayor control sobre las herramientas y el trabajo final queda más fino.

Desde su punto de vista, el cliente se ha generalizado, desde menores de edad, que necesitan un consentimiento de sus padres o tutores, pasando por clientes de 40 años e incluso mujeres de 80 años. “He tatuado una golondrina y una mariposa a dos mujeres de esta edad, una mi abuela que no quería morir sin que su nieta le tatuase, mientras que a la otra mujer le llamaba la atención y de hecho ya tenía varios con los nombres de sus nietos”, rememora como una experiencia gratificante.

También recuerda con añoranza, por su significado, dos tatuajes, el primero que realizó a una amiga y su primo tras fallecer sus abuelos. Para este trabajo, el mismo para los dos, se basó en una fotografía, y un segundo, muy sencillo, que consistió en la palabra ‘Guelita’ como lo escribía la abuela del cliente.

"A partir de los 60 años es un público muy agradecido”

Una experiencia enriquecedora que aprecia Alberto Becerra es el tatuaje de una flor que realizó a una mujer de 80 años. Este santoñés reseña que esta clienta considera este mundo precioso, siempre tuvo ese sentimiento en su interior, ligado a personas indomables y también lo concebía como ilegal, ya que lo relaciona con la Ley de Vagos y Maleantes del Franquismo, donde estaban prohibidos. ”A partir de los 60 años es un público muy agradecido” resaltó en su estudio este tatuador.

Alberto Becerra en pleno trabajoAlberto Becerra en pleno trabajo

A finales de los años 90, el tatuaje tuvo su auge, se duerme antes de 2010 y el impulso viene en 2012, un año decisivo para la profesión que se beneficia de la mayor libertad existente y su aceptación social, hasta convertirse en un regalo de cumpleaños, aniversarios o sobre todo de Reyes Magos. “Es algo habitual como regalo en fechas señaladas y especiales como la Navidad, y por este motivo sacaré una promoción para Reyes”, avanza Eider.

Entre las razones que conducen a realizarse un tatuaje se encuentran los motivos familiares, sobre todo cuando se tiene un hijo; los tributos a las pasiones, los hobbys, así como los valores y las reglas en la vida.

Y aunque parece que es para toda la vida, en ocasiones vienen los retoques o su eliminación. Las decisiones libres en una sociedad de libertinaje no siempre son las correctas y a ello se une que hay parejas que rompen o lo que puede quedar bien con 18 años no se ve de la misma manera con 30. Estos son algunos de los motivos que expone Willy, quien avanzó que el láser es un negocio muy interesante de aquí a diez años.

En este mismo sentido, Eider Quesada detalla que en su mayoría se debe a trabajos mal realizados. “Eliminar y retocar depende a veces del dinero que uno se ha gastado. El cliente no está a gusto con el resultado y lo que tenía en la cabeza, por eso hay que informase del tatuador y mirar sus creaciones antes de elegir”, recomienda.

TATUADOS

Estos tatuadores también están al otro lado, en el de los tatuados como no podía ser menos. En su caso, Willy Ruthina no tiene contabilizados los tatuajes de su cuerpo y concibe, de forma más potencial la idea y el concepto que su precisión y diseño, motivo por el que las reglas de comportamiento en la vida es una temática muy presente en sus elecciones. El primero fue un dragón rojo, con 20 años, en referencia a la tradición budista, pero también aparecen referencias a los graffitis o a su pandilla de amigos. Sus influencias provienen de lo chicano, barroco, las esculturas, las letras y el black and white, como así se puede apreciar en su cuerpo.

Por su parte, ella tiene cinco tatuajes, el primero realizado hace tan solo un año, una flor de jazmín en el tobillo, en recuerdo a sus abuelos. Lo hizo cuando se dio el momento, aunque cree que acabará tatuada entera y ya tiene dos nuevos pensados para diciembre.

No faltan las modas en esta disciplina, si bien hubo una época en que las letras orientales tuvieron auge, ahora muchas personas se decantan por huellas de perro, atrapasueños o infinitos, enumera Alberto Becerra. Internet y los buscadores rigen las modas, incide, aunque prefiere buscar lo diferente, la exclusividad en su trabajo para que el cliente no lleve lo clásico. Y para lograr este fin, estar informado de las tendencias para dar esa exclusividad forma parte de la profesión.

Los brazaletes y mándalas, por un lado, y los dibujos con referencias a la etnia maorí, por otro, son las modas presentes para Eider Quesada, aunque puntualiza que las tendencias cada vez están menos marcadas.

Y los precios varían desde los 30 o 40 euros hacia arriba, dependiendo de la dificultad y el tipo de dibujo, así como el tiempo y las sesiones que conlleve su conclusión. 

Otro aspecto de este negocio concierne a las épocas del año dónde más demanda existe. Para Alberto Becerra marzo y abril son los meses donde la demanda se dispara de cara al verano, pero aconseja el invierno para tomar esta decisión, ya que el dibujo en la piel tiene que evitar la exposición constante al sol, el agua del mar y de la piscina durante 15 días.

Por su parte, Eider Quesada dice que en su caso la demanda es muy lineal y el trabajo lo tiene durante todo el año, incluido el verano, aunque advierte que el diseño no se debe exponer ni al sol ni contactar con el agua del mar.

COVID-19

El Covid-19 está presente hoy en día cuando se habla de economía, negocios y empleo. Los dos compañeros de profesión sufrieron el cierre del estudio y en mayo reabrieron sus puertas lo que supuso reubicar las citas pendientes que tenían.

La profesión cuenta con un protocolo muy claro respecto a la higiene y las medidas sanitarias

La profesión cuenta con un protocolo muy claro respecto a la higiene y las medidas sanitarias, hasta el punto de que al tratar con sangre reciben un curso en esta materia. Debido a la pandemia, han añadido el uso obligatorio de mascarilla y gel hidroalcohólico, reducido el aforo que puede estar dentro de los estudios; lavado de manos, material desechable y realizar un registro de los clientes, mientras que algunos incluyen pantalla y gafas protectoras.

En Eider Tattoo all ink, las citas se cogen por Internet o whatsapp, mejor que presencial y controlan las visitas por si surge un brote. Otro aspecto son las personas con riesgo que se pueden tirar para atrás en la situación actual, “pero incluso yo se lo aconsejo y que esperen a tiempos mejores”.

El estudio Ruthina Tatto no ha notado la bajada del trabajo, ha coincidido con una etapa de auge y desde el confinamiento en el mes de marzo solo ha cancelado diez citas. “El tatuaje es un momento de felicidad y es un quitapenas en ocasiones”, remarca este creador.
 

Tatuadores, la piel como lienzo de sus dibujos
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