viernes. 19.04.2024

El año, bisiesto, que vivimos peligrosamente

Había días que morían cerca de mil personas por un virus, al que en un principio no le dimos demasiada importancia. Casi sin darnos cuenta nuestras vidas habían cambiado, nuestro hábitat se quedó contraído a una pequeña porción, puede que algo más que esa habitación de la canción, un mundo reducido casi totalmente para muchos a nuestro domicilio. 

En estos tiempos recuerdo una versión de "perdido en mi habitación" de un grupo como Mecano, que fue la banda sonora de muchos de nosotros que peinamos canas.... era algo parecido: 

"Confinado en mi habitación / Sin saber que hacer/ Se me pasa el tiempo / Perdido en mi habitación / Entre un montón/ De libro revueltos / Me pongo a fumar / Bebo una cerveza para merendar/ miro mi terminal / no paro de hablar / hasta con la pared /me encuentro fatal /perdido en..."

Es cierto, la mayoría estamos confinados en nuestros domicilios, en un año que con el tiempo lo podremos recordar como "el año que vivimos peligrosamente", cuando salir a la calle era un grave riesgo para la salud. Había días que morían cerca de mil personas por un virus, al que en un principio no le dimos demasiada importancia. Casi sin darnos cuenta nuestras vidas habían cambiado, nuestro hábitat se quedó contraído a una pequeña porción, puede que algo más que esa habitación de la canción, un mundo reducido casi totalmente para muchos a nuestro domicilio. 

Si esta especie ha logrado sobrevivir a lo largo de tantos años lo es por su capacidad de adaptación al medio

Este tipo de sucesos lo describiría el añorado Félix Rodríguez de la Fuente, y hablaría de pérdida de libertad de una especie en la Península Ibérica. Donde "el homo sapiens", ese ser que se creía el rey de la naturaleza, que dominaba, con sus vehículos humeantes, la tierra, el mar y los cielos, ahora de repente, ha quedado confinado a unos metros cuadrados de los que casi no puede salir. Este "homo Sapiens" se ha ido adaptando al medio, atrás quedan los tiempos donde corría por el mundo; hoy, como mucho, corre por el pasillo de su casa. No es menos cierto, que si esta especie ha logrado sobrevivir a lo largo de tantos años a muchos contratiempos lo es por su capacidad de adaptación al medio, a las nuevas situaciones.

Así esta especie ha descubierto cosas que antes le pasaban totalmente inadvertidas, que tiene manos con las que hacer "cosas", y que tiene tiempo para ver más "cosas", que diría don Mariano Rajoy; incluso puede escuchar música y leer en ese artilugio rectangular al que hay que pasarle las hojas. Ahora en lugar de sacar su bicicleta y hacer largos paseos con la misma, como antes de la última glaciación, que ahora nos parece cuando se decretó el Estado de Alarma. 

Ha descubierto un objeto sin ruedas que se parece a su bicicleta. Estaba allí, la tenía sin desenvolver, de esas compras del por si acaso, por si alguna vez me quiero poner en forma, pero siempre había otras prioridades. Abandonada en el rincón de los trastos perdidos, cuando la mirabas, ya no estabas seguro si era un adorno o una escultura. Sin embargo ahora este homo, que de sapiens a veces tiene poco, ha pasado tanto tiempo dando pedales estos días que ahora si la misma tuviera ruedas, habría hecho medio Giro, Vuelta y parte del Tour. 

Esa pequeña terraza de la vivienda ahora es como un trozo de libertad, una ventana al mundo real

Nuestra especie necesita el sol, la luz rige nuestras vidas, y normalmente este nos venía de serie, salíamos al campo, a la montaña, de paseo... pero ahora hemos descubierto la utilidad de las ventanas de nuestra casa, y la de esa pequeña terraza de la vivienda, que  ha pasado a ser el lugar preferido cuando hay un rayo de sol, es el contacto con el exterior, antes era un anexo a la casa, donde dejábamos la escoba y la fregona, ahora es como un trozo de libertad, una ventana al mundo real.

Algunos de esta especie que éramos grandes expertos en abrir latas de conserva, hemos descubierto que con ellas incluso se pueden hacer maravillas culinarias, y esque el tiempo y la necesidad agudizan el ingenio. Los que no somos unos cocinillas, lo justo, ahora parecemos el hermano menor de Arguiñano. Qué decir de nuestros amados niños, esos pequeños, esos locos bajitos como decía Serrat: "Niño, deja ya de joder con la pelota /Niño, que eso no se dice /Que eso no se hace/ Que eso no se toca”, juegan en el salón, dan clases por el ordenador, recorren su pequeño hábitat con sus risas, lloros, y nos miran con cara entre enfadados e incrédulos diciendo, "qué habéis hecho para que tengamos que estar encerrados". Los abuelos son los que tienen más miedo, cada noticia parece una amenaza, cada dato un mazazo, es como si ese maldito virus se la tuviera jurada. Ellos ya no pueden salir y añoran ese paseo diario, ahora tienen casi desgastado el pasillo, vuelta para aquí, vuelta para allá. 

Los que no paran son los móviles, cordón umbilical con el exterior, con los que no tenemos cerca. Las llamadas se suceden de familiares y amigos, contando sus aventuras, y desventuras. El terminal está que echa humo, recibes WhatsApps como las palomitas explotan cuando están suficientemente calientes, recibes el mismo vídeo repetido 10 veces enviado por diferentes amigos, y qué decir de los grupos, ahí ya es la selva. Todos a ver quién es el más chistoso, el más gracioso, o el que tiene la última información, claro que entre información e información te colocan o se cuelan unos cuantos bulos. Por no hablar de los que ponen a parir al Gobierno, que son rápidamente contestados porque hacen lo mismo, por la oposición, el mundo se puede hundir, ellos siguen en la pelea, a lo suyo; si no habías visto los vídeos y audios suficientemente, en la TV te los repiten, no sea que te pierdas algo.

Para mí que estamos ocupando demasiado espacio en las redes y desaprovechando tanto ingenio y energía, que bien empleado igual nos daba para salir de esta situación antes. Pero hay que reconocerlo, la realidad es tan triste, tan dura, con tantas personas que se nos van; con las estadísticas de Fernando Simón, y todos esperando a que llegue el pico, luego la famosa curva, ahora la meseta, a ver cuándo bajamos al valle, por el río que se lleve tantos miedos y tristeza. 

Luego están "los adivinos del pasado", "los listos después de visto", que no paran de decir lo que había que haber hecho; tan listos ellos, por qué no nos dicen ¿cómo salimos de esta?, ¿cómo arreglamos los cerca de un millón de puestos de trabajo perdidos en menos de un mes?, ¿cómo limpiar ese horizonte que se ve ahora tan oscuro? No es de extrañar que nos inventemos vidas paralelas, la imaginación no tiene más límites que la que este "homo sapiens" le quiera poner; si no podemos correr con nuestras piernas por esos campos, montañas, playas..., que los recorra nuestra mente. Todo sea por olvidar aquel lejano año bisiesto, en el que vivimos peligrosamente.
 

El año, bisiesto, que vivimos peligrosamente
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