miércoles. 24.04.2024

Bombas

Ahora resulta que las bombas que hace unos días matarían a niños inocentes o destruirían hospitales y escuelas en el Yemen, son algo así como unos juguetes inofensivos en manos grandes benefactores.

Dicen que nuestra realidad es una pequeña ventana por donde vemos una parte ínfima del mundo, y con ello sacamos las conclusiones para juzgar al universo. Quizás por ello, hay que ser muy modesto y humilde a la hora de sacar conclusiones y dar como hechos ciertos todo lo que nos cuentan, por muy oficial que puedan parecer, o por mucho que nos lo hayan repetido. Ya se sabe que lo más parecido a la verdad es una mentira reiterada hasta el infinito.

Leía estos días con asombro que después de estar toda la vida dando por cierto que Van Gogh se cortó la oreja, pues es aquello de una verdad a medias. Así mismo según nos cuentan nuestro escritor más reconocido no era tan manco como se nos ha hecho creer, vamos que saber la verdad, muchas veces depende de hacia dónde tenga vistas esa ventana al mundo.

Está claro que la ética puede esperar cuando los votos se pueden perder o escapar

Otras veces esta realidad depende del interés del interlocutor. Ahora resulta que las bombas que hace unos días matarían a niños inocentes o destruirían hospitales y escuelas en el Yemen, son algo así como unos juguetes inofensivos en manos grandes benefactores. "Las bombas vendidas a Riad son de alta precisión y no se van a equivocar matando a yemeníes" leer para creer. La visión ha cambiado, se mira hacia otra parte, ya que de ello pueden depender muchos puestos de trabajo, el dinero tapará los ojos de nuestros responsables y tantas conciencias. Está claro que la ética puede esperar cuando los votos se pueden perder o escapar, total a quién le importa que los que viven en la miseria desaparezcan, vamos que casi nos convencen de que les hacen un favor.

Cuando los que tienen influencia ponen sus palabras al servicio de sus intereses disfrazados de causa común o bien general, y la hipocresía de aquellos que exigen la pureza de los demás aplicándose el método del capataz o encargado de las minas del siglo XIX que eran elegidos entre los más vagos, ineptos e incompetentes, se quitaba un mal trabajador y se ganaba un estómago agradecido que sabía como nadie los trucos para no cumplir en el trabajo. Así aparecen las almas fieles que saben a quién deben sus puestos, y por ello a quiénes tienen que defender, ya sea de un posible plagio, de un master regalado, o de una carrera donde han ido dopados, y de estos polvos vienen los lodos de la corrupción que no hace mucho hicieron perder su puesto a todo un Presidente de Gobierno.

Cuando se crea el sentimiento de injusticia, se pone en marcha un combustible muy poderoso para movilizar a los ciudadanos

También están esos que se tiran a la yugular de su enemigo pidiendo pureza de sangre y sentimientos, muchas veces sufren el síndrome del exfumador y del convertido que tiene que demostrar y enseñar sus nuevos valores para convencer a los demás, mostrando banderas y estandartes, son los más radicales y te pasan por la izquierda o por la derecha no saben a dónde van pero el caso es pasar, aunque sea dejando una sociedad más dividida y con peor calidad de vida, y como decía Alaska "a quién le importa lo que yo haga", si lo importante es avanzar hasta la victoria o el desastre total, como vimos hace apenas un año. Cuando se crea el sentimiento de injusticia, se pone en marcha un combustible muy poderoso para movilizar a los ciudadanos, pocas cosas nos duelen más que te roben lo tuyo,  te quiten lo que crees que te pertenece o hagan daño a los tuyos. Ese sentimiento de resquemor, rencor, distanciamiento que vamos creando será luego mucho más difícil de curar las heridas que se pueden abrir.

Hay que comprar y usar muchos kilos de humildad, de paciencia, mirar hacia las estrellas para tomar dimensión de nuestro pequeño tamaño, menos lecciones de ética y moral por telepredicadores y responsables públicos, menos "bombas de humo" que nos explotarán en nuestras conciencias, menos muertos en nuestros mares ocultos a la realidad. Desde finales de agosto ya no hay barcos de rescate cerca de las costas de Libia, no hay ni quien pueda evitar naufragios, ni siquiera quien pueda contar los muertos, simplemente se hunden, naufragan, mueren entre la soledad, el abandono, tapados y escondidos por el manto cruel y miserable del silencio en medio del Mediterráneo. Si no hay imágenes, si nuestra ventana no tiene vistas a esa realidad nos quieren hacer creer que no existen, ni hay más muertos, ni las bombas estallan...

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