sábado. 20.04.2024

Cantabria en mis sueños

Escenario de sombra y luz, de cuestos y salud. Debes ver, pero también oír y escuchar. El viento del norte, el retinglar de los bolos, las cuerdas de un rabel, la gracia del cascabel.

(Si tuviera un sueño querría jugar en el prado cántabro, donde descansa mi padre, adonde me trajo mi madre. El olor de la madera en un robledal cobija calor de invierno, y de mi abuela, el aroma del delantal). 

Estos días las redes han hervido con el agua de FITUR, la feria sobre turismo que da lustre a España y a sus comunidades autónomas. Servidor, barriendo para casa, se ha atrevido; osado si quieren, a prosificar sobre la belleza de una tierra que me transporta al monte y al mar: al canto de un gallo, el olor de una era, las melenas de una pareja de tudancas uncidas con maestría. El hacha y el ocejo que al hombro llevábamos mi abuelo y yo a una loma lejana una mañana de lluvia fina.

Soñar Cantabria es solo el principio de una infinita escapada

Cuando el sol hereda la plomiza lluvia es hora de regresar a la tierra de verde y azul, de montes y picos, de llanos al sur. De mar, de anchoas y orujo; de pan y quesada. Soñar Cantabria es solo el principio de una infinita escapada.

Escenario de sombra y luz, de cuestos y salud. Debes ver, pero también oír y escuchar. El viento del norte, el retinglar de los bolos, las cuerdas de un rabel, la gracia del cascabel. Pisadas en el cutío; el estío y el tardío: hojarasca tierna en el bosque sombrío.

De Cantabria pinturas las más antiguas. Y pintores que la retrataron. Ancestros que la amaron. Un pesquero en la mar con una boina de gaviotas. La machina pintó cajas de bocarte donde ahora desembarca el arte. Raíz de escritores, inventores, pensadores. Tiempo sin edad: cuna de la humanidad.

Por ver los Picos de Europa brindaban los viejos balleneros camino a casa. Por ver las flores de un corredor, unas albarcas verdes al sol, el canturreo de un río que nació vacío y sació su sed con arroyos de un vergel.

Cantabria arrulla sueños con tonalidades encarnadas al alba. Cellisca de nieve y por fin resplandor. Viento del norte, azote al sur. Una vid en la ladera: noble hollejo de mi propia sangre que las venas resguarda: tierra que siempre aguarda.

Cantabria en mis sueños
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