jueves. 28.03.2024

La cizaña entra en campaña

Se trata de sembrar cizaña, hurgar en las heridas del PSOE y sembrar la confusión en las filas de un partido centenario. Así que nada mejor que babear con Zapatero, a sabiendas de que eso significa escupir a Sánchez, cuyas relaciones con el expresidente son manifiestamente mejorables, a pesar de su amistosa escenificación en Valladolid.

Viejo truco el de Pablo M. Iglesias. Su tardío descubrimiento del ex presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, como consejero aúlico, resume la hoja de ruta para tratar con el PSOE. La estrategia está más que clara. Primero, dividir, y luego, confiscar. Por ahí van los maliciosos elogios del líder de Podemos al "compañero José Luis", que antes era un "sicario de Bruselas", del mismo modo que lo que antes era "cal viva" ahora es "PSOE, te necesito".

Se trata de sembrar cizaña, hurgar en las heridas del PSOE y sembrar la confusión en las filas de un partido centenario. Así que nada mejor que babear con Zapatero, a sabiendas de que eso significa escupir a Sánchez, cuyas relaciones con el expresidente son manifiestamente mejorables, a pesar de su amistosa escenificación en Valladolid. Lo que haga falta para profundizar en el sueño de Podemos que, como a todo el mundo sabe, consiste en sacar del terreno de juego al PSOE y quedarse con su espacio político.

Lo del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, no es lo mismo, pero también tiene truco. Ha dicho a los cuatro vientos que con Rajoy no va ni a apañar billetes. No es nada nuevo que rechace cualquier posibilidad de pacto con el PP si el líder sigue siendo Rajoy. Es verdad que últimamente no se había recreado en la suerte, haciendo pensar a los demás que, llegado el caso, una suma suficiente de votos entre los dos partidos ubicados a la derecha del arco político terminaría borrando esa raya roja. Parece que no. Al menos antes de aplicar el coeficiente reductor de una campaña electoral como la que nos ocupa.

El veto de Rivera a Rajoy no tiene otro propósito que el de ganarse el voto conservador que apuesta por la jubilación del actual presidente del Gobierno en funciones

A diez días escasos del llamamiento a las urnas, el veto de Rivera al liderazgo del partido ganador de las elecciones del 26-J (en eso no hay disputa) es una quema de naves en toda regla, pues no sería razonable que el PP sacrificase a su candidato, o que su candidato se hiciera el harakiri, aún después de ganar por tercera vez consecutiva unas elecciones generales, solo para que al dirigente de un partido menor le salieran las cuentas.

Sin embargo, Rivera vuela los puentes con Rajoy, que aquí y ahora es como volarlos con el PP, por mucho que el líder de Ciudadanos se esfuerce en hablar de un PP bueno (el de Casado o el de Feijó, que son ejemplos propuestos por él mismo) y de un PP malo (el de Rajoy, Bárcenas y Granados). Una marcha atrás dentro de tan solo diez días arruinaría la credibilidad del líder de Ciudadanos.

Por tanto, hay que verlo como un movimiento táctico más pensado para mejorar la facturación en las urnas que para proponer una fórmula de gobernabilidad. La intención es hurgar por anticipado en el cisma virtual de un PP en trance de tener que elegir entre Rajoy y el poder, puesto que el líder de Ciudadanos dice que, si de él depende, ambas cosas son incompatibles.

El truco es que de él no dependerá semejante dilema, pues nadie, ni él, contempla la hipótesis de una suma PP-Ciudadanos suficiente para gobernar. Ergo, el veto de Rivera a Rajoy no tiene otro propósito que el de ganarse el voto conservador que apuesta por la jubilación del actual presidente del Gobierno en funciones.

La cizaña entra en campaña
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