jueves. 25.04.2024

¿Cómo ha cambiado el consumo de contenido audiovisual en los últimos tiempos? ¿Cómo ha afectado la pandemia de Coronavirus a esta tendencia? ¿Nos encontramos en los albores de un nuevo paradigma para la industria cinematográfica y del entretenimiento?

Estas son algunas de las preguntas que nos pueden surgir a medida que vamos observando como las plataformas de contenido digital por streaming van ganando terreno a las salas de cine y los formatos tradicionales en la carrera por hacerse con un trozo de ese sabroso pastel que es la audiencia, el público.

Se trata de algo que viene de atrás. La tendencia al alza de servicios como Netflix, HBO, Filmin, Amazon Prime Video, Apple TV u otros no es algo tan nuevo, lleva años fraguándose. Lo que ocurre, es que la situación sanitaria global y las medidas restrictivas que esta ha traído aparejadas ha provocado que el crecimiento (tanto en el número de visionados como de suscripciones de este tipo de plataformas en línea) se haya disparado hasta cotas insospechadas.

¿Qué íbamos a hacer si no, verdad? Si no podemos ir al cine, tendremos que ver las películas en casa. Si ir al cine se ha convertido, si no en una infracción contra la salud pública, al menos en una actividad de cierto riesgo, muchos pensarán que tiene más sentido montarse el cine en el salón —aunque no sea lo mismo—. Y si las plataformas de contenido audiovisual de turno nos permiten tener acceso a eso que buscamos de manera sencilla, relativamente barata (y, por supuesto, legal), pues esos son los sitios a los que acudimos para saciar nuestra sed de entretenimiento.

El atractivo es evidente, es como una suscripción a un videoclub, pero sin salir de casa, con grandes contenidos e incluso la posibilidad de acceder a contenidos exclusivos de otros países utilizando simplemente una VPN para cambiar la ubicación de la cuenta.

Pero la pregunta es, ¿se mantendrá esta tendencia, seguiremos prefiriendo ver películas y series en casa a verlas en la gran pantalla? Nadie lo sabe. El confinamiento provocó un aumento sin precedentes en el tráfico de los servicios por streaming, pero ese auge se relajó a medida que las restricciones se suavizaron. Esto no quiere decir que la tendencia vaya a frenarse por completo porque ahora podamos salir de casa e ir al cine, porque el virus sigue ahí fuera y quién sabe cuánto tiempo seguirá estando entre nosotros.

Existe una lógica preocupación por la seguridad y privacidad de este tipo de dispositivos y servicios, en palabras de Harold Li, vicepresidente de ExpressVPN: “El uso de dispositivos inteligentes en el hogar a veces conlleva la inclusión de un micrófono o una cámara de vídeos conectados a internet en la privacidad de nuestro hogar. Las compañías que proporcionan estos servicios han de tener especial respeto por la seguridad y la privacidad, pues ya hemos visto preocupantes fallos en este aspecto. Estos gigantes han demostrado que la privacidad no es una de sus prioridades y la responsabilidad de mantener esta privacidad a menudo recae en el propio usuario.”

En cualquiera caso, aunque la pandemia y sus efectos remitieran, ¿no habremos alcanzado ya el punto de no retorno? Es decir, ¿no ha decidido ya el público cuál es su manera preferida de consumir contenido audiovisual y cine? Preguntémonos lo siguiente, ¿a cuánta gente conocemos que haya visto esta semana algún capítulo de su serie favorita o una película en alguna plataforma de streaming? Ahora preguntémonos lo mismo pero con respecto a si lo han hecho acudiendo a una sala de cine. El predominio, en general, es claro, Netflix y compañía se llevan la palma.

¿Y qué querrá decir esto? ¿Qué supone que el poder de la industria cinematográfica haya cambiado (o al menos esté cambiando) de manos? Varias cosas. No significa necesariamente que todas las salas de cine vayan a desaparecer. Probablemente estas sigan teniendo su público. Un público más reducido, quizás más exclusivo, más especializado. Y probablemente haya menos. Pero donde se verán más cambios, previsiblemente, será en la forma en sí de hacer cine. En los formatos, en los tipos de producciones, en los enfoques artísticos.

Ya a día de hoy parece que las series tienen, al menos, el mismo protagonismo que los largometrajes. Y eso es siendo generosos con las películas, porque lo cierto es que los formatos más cortos y por capítulos vienen pisando muy, muy fuerte, sobre todo entre el público más joven, poco acostumbrado a mantener su atención centrada en una misma cosa durante mucho tiempo.

Esta nueva tendencia abre la puerta al uso de nuevas herramientas que faciliten la participación de la audiencia, permitiendo que formen parte de la narrativa, e incluso que puedan alterar el curso de los acontecimientos de la historia a su antojo. Ya hemos visto algunos ejemplos de esto, como, por ejemplo, en el último capítulo de la exitosa serie de ciencia ficción Black Mirror, y tiene pinta de que se trata de un entorno aún por explotar.

En cuanto a las narrativas, se trata de un parte que cambia a un ritmo menos violento. Los argumentos y la dramaturgia no se ve tan afectada por esta avalancha de innovaciones, lo que no quiere decir que puedan empezar a verse algunas pequeñas alteraciones, algunos brotes verdes poco reconocibles hasta ahora.

Sea como fuere, el mundo del cine se enfrenta a una época de transición. Con un público cada vez más proclive a consumir contenido en línea y cada vez más adaptado a los nuevos formatos, parece que la reestructuración de la industria es inevitable. Veremos qué senderos toma el cine del futuro, y quienes son los primeros en subirse al carro del nuevo ecosistema cinematográfico.

Consumo de cine online durante la pandemia
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