martes. 23.04.2024

D. Enrique Diego-Madrazo: las maestras y los maestros. Su formación, sus cualidades y virtudes (I)

Si al común de los mortales de Cantabria que frisen los sesenta años les preguntamos a qué les suena el nombre de Diego-Madrazo, nos dirán que fue un cirujano famoso que tiene un busto en una plaza de Vega de Pas. Y quizás no sepan el motivo de esa fama, por qué se hablaba de él.

Respondiendo al patrón general de que las oligarquías imperantes se han servido para la creación de los organismos sociales, la enseñanza en todas sus manifestaciones es otra mera fórmula. Empezando por la enseñanza primaria, que es la fundamental por su carácter de universalidad, ¿qué se ha hecho en favor de ella ni nunca? ¿Dónde tenéis la fabrica para hacer maestros? ¿Os atreveréis á sostener que las actuales Normales son aquellas á quienes, al volver de su emigración, dio vida el ilustre médico Montesino? (Enrique Diego-Madrazo, ¿El pueblo español ha muerto? Impresiones sobre el estado actual de la sociedad española, 1903, p. 64. Santander: Imprenta y encuadernación de Blanchard y Arce).

Si al común de los mortales de Cantabria que frisen los sesenta años les preguntamos a qué les suena el nombre de Diego-Madrazo, nos dirán que fue un cirujano famoso que tiene un busto en una plaza de Vega de Pas. Y quizás no sepan el motivo de esa fama, por qué se hablaba de él. Seguramente nos dirán que hubo un sanatorio médico-quirúrgico en la calle Santa Lucía que llevaba su nombre porque fue construido por él. Y es verdad. Sin embargo, ahí no acaba la historia de un hombre que vivió muchos y fecundos años.

A los sesenta años comienza a implementar tanto la educación como los aprendizajes en los niños

Siendo enormemente importante y fundamental en la Historia de la Medicina, Enrique Diego-Madrazo (Vega de Pas, 1850 - Santander, 1942) se educó con las miradas cuyos métodos, objetivos y trabajos estaban elaborando en el París de 1872 las frescas y desconocidas hasta entonces teorías científicas, las más brillantes en aquella hora luminosa y compartiendo sus saberes en los establecimientos sanitarios que dirigían Richet y Bernavilly.

Fisiológicamente, comprueba la coordinación que supone esta ciencia con la de la Patología, de la mano de Claude Bernard. Sigue aprendiendo, se comunica con Pasteur, trata con Joseph Lister, es profesor con Bernard en el Colegio de Francia, una Universidad de las más importantes y de renombre internacional, no solo en Francia.

Y trae a España algo inaudito en nuestro país, la teoría séptica y antiséptica de Lister, que será su caballo de batalla en toda su carrera profesional, científica y personal, junto con las teorías microbianas de Pasteur. A los sesenta años, después de dejar la sala de operaciones y la formación de un Equipo Médico Quirúrgico -otro legado más de su aprendizaje en Europa-, comienza a implementar tanto la educación como los aprendizajes en los niños, en su formación, con una clara línea o faceta educativa y con una intención educadora. A su vuelta a España, había experimentado el erial educativo en la Universidad de Barcelona, siendo catedrático de Cirugía, viendo que los problemas de los alumnos no eran otros que los de las carencias básicas, la falta de motivación, de observación, de reflexión natural. Y se decide a empezar desde la Escuela Primaria para que, en cuestión de una o dos generaciones, España se pueda codear con los países europeos más adelantados. Deja en buenas manos, en principio, su hospital de Santander. Ahora, se va a dedicar por completo a la educación.  

LAS MAESTRAS Y LOS MAESTROS. SU FORMACIÓN, SUS CUALIDADES Y VIRTUDES

El ilustre pasiego evidencia una considerable atención a la preocupante carencia de saberes y de educación e instrucción que aprecia en la inmensa mayoría del magisterio de su época

De la cita de Diego-Madrazo con la que abríamos este artículo se deriva una inmediatez entre enseñanza primaria y maestros, y es obvio que sea así dada la responsabilidad directa de estos en aquella. Para nuestro autor, el sistema de esa educación que proclama es el juicio, el saber y, particularmente, los saberes.

El ilustre pasiego evidencia una considerable atención a la preocupante carencia de saberes y de educación e instrucción que aprecia en la inmensa mayoría del magisterio de su época, y de ahí que costee la formación en Alemania y Bélgica de los maestros de sus Escuelas Públicas de Vega. Podría decirse tal vez de él lo mismo que expresa Gómez Molleda acerca de Francisco Giner de los Ríos (Ronda, 1839 - Madrid, 1915) , y de su magisterio, cuando refleja respecto a que las diferentes 

(...) conversaciones con don Francisco formarían el mejor tratado imaginable de pedagogía, escribe un alumno. En esta conversación, durante los ratos de trabajo o de simple convivencia, Giner llegaba a todo, “desde el modo de lavarse o vestirse o de sentarse a la mesa o de coger el cubierto o entrar, salir, saludar... hasta la declaración de los móviles de nuestros actos o la explicación de nuestra conducta” (ref. D. Gómez Molleda, 1980, Introducción a Francisco Giner de los Ríos. En Á Galino (Dir.), Textos pedagógicos hispanoamericanos (3ª ed.) (p. 955). Madrid: Narcea).

Porque los problemas económicos, políticos y sociales, aun relacionados entre sí, todos se sujetan a la sabiduría. Sobresaliente científico y, esporádicamente, filósofo de la ciencia, a Diego-Madrazo no le resulta difícil desentrañar cualquier problemática por compleja que sea, ya que labor de todo científico e investigador que conoce la materia de la que habla es hacer fácil lo que aparenta no serlo. Así, llega a la conclusión de que toda cuestión económica lleva consigo otra de profilaxis moral o física.

Cirujano de éxito, Diego-Madrazo está convencido de que los padecimientos que enraizan en el corazón de la sociedad no se enmiendan con dinero. Con este únicamente se aplaca el apetito y los deseos de tan solo un día, porque la raíz del caso no se deshace ni se desbarata sino con prudente desinfección. El cerebro infantil es una mina donde se hallan los remedios valerosos, los cambios liberadores y superadores de la mortecina situación educativa y social a la que tuvo que asistir desde niño.

De ello se desprende el que los problemas educativos sean de tal trascendencia y haya que solventarlos y despejarlos íntegramente en su plenitud, desde la educación y los diferentes aprendizajes:

Lo que tienen, pues, que saber el maestro y la maestra es bastante intrincado (Enrique Diego-Madrazo, Introducción a una Ley de Instrucción Pública, 1918, p. 25. Madrid: Imprenta de los Sucesores de Hernando).

Además de la ciencia pedagógica, el maestro debe contar con sentido artístico, con disposición espiritual, con genio intuitivo y, sobre todo, con amor a una profesión que ata su vida a la de la infancia (E. Diego-Madrazo, Pedagogía y Eugenesia (Cultivo de la especie humana), 1932, p. 42. Madrid: Librería de los Sucesores de Hernando).

Esta última y perfecta facultad es tan importante que sin ella escolla

... toda sabiduría. Si el maestro no siente la atractiva poesía del niño en este período maravilloso en que los anhelos inquisitivos de su alma rudimentaria, alegre e ingenua, sedienta de impresiones, se abre a la emoción del mundo exterior como se abren las flores a los rayos del sol... (Ibídem, 42).

Y sin embargo, el sentido educativo en la Restauración, desde el año 1875 al 1902, pasa desde una demanda educativa motivada sobre todo por los institucionistas -Institución Libre de Enseñanza-, minoritarios y en un medio eminentemente adverso, a una lealtad, a veces llegando hasta la ofuscación, a los programas educativos y pedagógicos como sanalotodo. Así, la atonía de aquella situación para tales proposiciones o propuestas se mudó en un éxito cándido y santurrón donde  se apreciaba sobremanera, y lamentablemente, los lugares comunes, y, como expresaba Eduardo Sanz y Escartín, coetáneo de nuestro ilustre pasiego,

...los himnos que se entonen en honor de la enseñanza actual son hijos de un convencionalismo nefasto, análogos a los que llevaron a la escuadra de Cervera al desastre de 1898» (ref. P. Pidal, Instrucción Pública, 1913, p. 399. Madrid: F. Beltrán).

No son de extrañar las palabras del político y sociólogo conde de Lizárraga (1855-1939). Secretario de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, la representó como senador de 1903 a 1923. Del partido conservador, asumió diversos cargos: gobernador del Banco de España, presidente del Instituto de Reformas Sociales y gobernador civil de Barcelona y Madrid. De marzo a agosto de 1921 ostentó el ministerio de Trabajo. De todas formas, es una voz que nos puede servir como examen de conciencia de todo lo que significó la crisis del liberalismo español que, incluso, le haría preguntarse, en 1931, a Adolfo Posada (Hacia un nuevo Derecho político, 1931, págs. 109-110. Madrid: Ed. Páez) si los krausistas, él entre ellos, no habrían hecho, sin saberlo, fascismo.

Bien. Queda lo suficiente para desarrollar el título de este artículo, que espero pueda ser madurado en la próxima y definitiva entrega. Lo que he deseado es el conocimiento educativo de Enrique Diego-Madrazo en su tiempo, en el tiempo que le tocó vivir.

D. Enrique Diego-Madrazo: las maestras y los maestros. Su formación, sus cualidades y...
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