miércoles. 24.04.2024

El arco de (no del) Santander

Los históricos arcos de las ciudades, no digamos los grandes y majestuosos, no son de quita y pon, ni tampoco están para retoques que  quieran dar modernidad a lo que es bello desde que se construyó. El arco del centro de Santander, sí, el de la sede del Banco Santander, hay que dejarlo como está, y albergar dentro el museo con las mejores obras de arte de la colección de la entidad financiera.

 

Desde que lo perfeccionaron en sus construcciones civiles los romanos, el arco dentro de la arquitectura se ha abierto camino a lo largo de la historia como representación del horizontes que deseas ver a través de estos huecos. Su mayor exponente, conocido por la divulgación de su foto en millones de libros, es el Arco de Triunfo. Concretamente, el arquetipo del arco más bello e imitado del mundo se levanta en la Avenida de los Campos Elíseos de París. 

Los grandes arquitectos de ayer y de hoy han tenido siempre en mente las arcadas, trasladadas luego a bocetos realizables. Da igual el idioma en el que se pronuncie o escriba arco, arc en francés o bogen en alemán, porque es la vista de sus más bellos ejemplos la que da fe de lo que supone un arco levantado en un pueblo o en una ciudad, y lo que ya va a suponer como símbolo o icono para generaciones y generaciones de sus habitantes. Ni más ni menos, esto es lo que sucede con el arco de la sede social del Banco Santander, situada en el Paseo de Pereda de la capital cántabra, desde que empezó a funcionar como tal, allá por los años 50 del siglo XX. Es obra de uno de los grandes, como olvidados arquitectos cántabros (en Cantabria esto es forma de ser y hacer), Javier González de Riancho y, como tal, merecedor de sumo respeto al mantenimiento de sus bellos edificios.  

Tradicionalmente, ¿qué le pasa a la ciudad de Santander con el cuidado de su arquitectura a lo largo del tiempo? Pues que no la aprecia, y se deja llevar de continuo por la especulación que supone levantar espantosos bloques de pisos, donde antes había casonas montañesas, palacios de ricos indianos venidos a menos o teatros, como el desaparecido y añorado Teatro Pereda del Río de la Pila que, por cierto, también tenía imponentes arcos en su fachada.

¿Qué le pasa a Santander con el cuidado de su arquitectura a lo largo del tiempo? Pues que no la aprecia y se deja llevar por la especulación

Por eso la transformación del arco señorial que soporta la sede del Banco Santander del Paseo de Pereda no debe de extrañar, primeramente por cómo se actúa de habitual en Santander y Cantabria con el patrimonio arquitectónico y, a continuación y más importante, porque las voces que van a alzarse en contra de semejantes atrocidades urbanísticas serán contadas, aunque últimamente he de reconocer que las redes sociales suponen una esperanza de que las buenas gentes reivindiquen más lo suyo, miren por su ciudad y región, sabedores de que el futuro está gris, y de que aquí, como hoy nosotros, tienen que seguir viviendo las generaciones que vienen detrás

Un arco es un arco y no ha de tener pasarelas, escaleras o cristalera que valga, que bloqueen la visión de ese horizonte al que hacía referencia al principio; de un lado es la hermosa bahía santanderina y, de otro, el interior de los barrios más añejos, que en absoluto está en contra de la modernidad y de los nuevos museos, como el del Banco Santander: Pero hay que buscar la combinación del respeto entre presente y pasado, dejando ya de destruir lo que generaciones de santanderinos y cántabros han fijado en su retina como baluartes de identidad propia, caso de este arco grande que preside el Paseo de Pereda.

Hay que buscar respeto entre presente y pasado, dejando de destruir lo que generaciones han fijado en su retina como baluartes de identidad propia

No es aceptable por eso el proyecto que hay para él, y se entiende perfectamente el movimiento vecinal y asociativo, que solo son preservadores de lo poco antiguo que queda, en pie, en Santander, a lo que se sumó todo lo tristemente arrasado por el Incendio de 1941. Como ciudad y vecinos de ella, deberíamos haber aprendido la lección de lo que hemos perdido y de lo que luego terminamos añorando, como nuestros mayores ese Teatro Pereda. Aquella España destructiva ya no es la de hoy, afortunadamente. De ahí que no sean presentables proyectos, como el Pereda, que no respetan determinadas raíces arquitectónicas locales, a salvaguardar y proteger al máximo, así como el legado del arquitecto cántabro Javier González de Riancho. Quienes acuñan otros pareceres, tienen mi respeto a las ideas y a la diversidad de las mismas, ¡faltaría más! Lo mismo pido de ellos hacia los que creemos que un Centro Botín está muy bien, junto a un Museo Pereda instalado en la vieja sede del Banco Santander, conocida mundialmente por la importancia de este banco, otra razón para que exteriormente siga representando fehacientemente todo su esplendor, con el arco central, intacto, como ejemplo del mismo.

Posdata: Como no siempre es así, quiero destacarles que mis jóvenes hijos santanderinos piensan lo mismo que yo.

 

 

 

 

El arco de (no del) Santander
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