viernes. 19.04.2024

El pasado es muy pesado

El pasado penaliza el presente y condiciona el futuro. El acceso a la notoriedad exige un pasado impoluto (imposible) o un borrado masivo de datos (posible). Los errores del pasado se convierten en los horrores del presente de indicativo.

Vivimos tiempos de absoluta locura presentista. Nos gobierna el Sacro Imperio Todo en Tiempo Real. Nos tiranizan las adictivas Redes Sociales. Pero empieza a pesar locamente el pasado. Hasta resultar que el pasado es demasiado pesado como para sostenerlo en brazos, ni siquiera en los propios. 

Nadie advirtió a los políticos que tuviesen cuidado cuando perdían los nervios e insultaban. Perder los nervios es mucho peor que perder las llaves o el paraguas. Porque resulta imposible encontrarlos después. Nadie les advirtió que aquella sobremesa de licor y chanza estaba siendo grabada. Nadie les advirtió que las confidencias son audios que carga el diablo.

El pasado es aquello que siempre pasa dos veces. Y la segunda lo hace con las peores intenciones

El pasado es aquello que siempre pasa dos veces. Y la segunda lo hace con las peores intenciones. Cuando Luis Miguel Dominguín culminó su noche mágica con la actriz más bella del momento, Ava Gardner, saltó de la cama, se vistió y enfiló la calle. Apenas le dio tiempo a responderle a ella: “¿dónde voy a ir?, a contarlo!”.

Su hijo, Miguel Bosé, acaba de recibir la visita del pasado más pesado. Han quedado al descubierto sus 26 años de amor con Nacho Palau. Y este escultor valenciano ha salido apresuradamente a la calle a demandarlo para mantener su paternidad ejerciente sobre los cuatro hijos de la pareja. Demandar a Bosé también es una manera de contarlo. Muy distinta de la que utilizó su suegro con Ava Gardner.

El pasado penaliza el presente y condiciona el futuro. El acceso a la notoriedad exige un pasado impoluto (imposible) o un borrado masivo de datos (posible). Los errores del pasado se convierten en los horrores del presente de indicativo. 

Cuando el pasado verano estaba en juego la presidencia de Radio Televisión Española, un par de periodistas muy bien situados para alcanzarla borraron 35.000 mensajes de sus respectivas cuentas de Twitter. Pero ni así consiguieron el cargo. Solo obtuvieron la onerosa carga de la autocensura.

La sociedad de la información arrastra este tipo de suciedad. El clásico evangélico decía: “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Pero en esta España del otoño hirviente la piedra apenas es una formidable excusa para tropezar con ella. Al menos dos veces.

El pasado es muy pesado
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