jueves. 28.03.2024

Emilio Lledó, el filósofo educador del siglo XXI

Este ilustre sevillano no es pesimista. Tiene esperanza. Siente que la educación y el aprendizaje es el catalizador, la conversión y evolución de la sociedad, aunque haya sido asimismo horadada y corroída por -dice- el “asignaturismo”. También tiene la solución. Y para ello, propone un panegírico del maestro.

La educación es la solución de todas estas cosas que estamos viviendo
Emilio Lledó Íñigo

‘Decencia’, ‘esperanza’, ‘educación’, ‘memoria’… son las palabras que más utiliza Emilio Lledó Íñigo (Sevilla, 1927) para comunicar la virtud de lo que quiere y desea expresar, de todo el pensamiento y de lo que siente este catedrático de Historia de la Filosofía que se ha entregado a transmitir sus aprendizajes tanto en Heidelberg como en Valladolid, La Laguna, en Barcelona o en Madrid. Miembro de la RAE desde hace veintidós años, en el discurso de su toma de posesión en la misma, 'Las palabras en su espejo', nos explica de una manera bellísima y extraordinariamente relevante el poder de las palabras y su pleno significado, la sencillez en la sensibilidad y exactitud de estas, o en su propia calma y paz escritas, con el propósito de ser sabidas y entendidas. Un verdadero placer, un gracias y un enorme agradecimiento al leer o escuchar a este filósofo con pies en la tierra y el corazón con una enorme afluencia del alma.

Cuando confirma que “en la vida, uno de los elementos esenciales es la esperanza” o no tiene dudas en que la respuesta a que nada de "lo que estamos viviendo" se salva si no es con el marchamo de la educación o nos alumbra con que "la triste corrupción de nuestro país es la corrupción de las neuronas”, percibimos que estamos atendiendo a un docente especial, con magisterio y predicamento, porque la comprensibilidad y la fluidez con que refleja sus convicciones y juicios, por caminos que la generalidad de las personas puede interpretar, hace que nos veamos asistidos y concertados como gente que importa. Es con lo que las personas nos identificamos cuando le leemos o escuchamos. 

Cuando expresa (La Vanguardia, 2013) que “estamos pasando casi una tercera guerra mundial sin cañones” porque el tiempo que estamos viviendo es muy difícil y complicado o que años atrás “los que nos íbamos fuera teníamos esperanza", nos está diciendo que "hoy estamos en el territorio de la desesperanza, que es lo peor”. Y desde el principio, nos habla de educación, base y fundamento de su teoría del conocimiento, de su razonamiento.

"La función más importante es crear ciudadanos libres, críticos. Y el principio de una democracia es la defensa de lo público”

Su declaración es que la avaricia y la barbarie son las que mueven -al menos, en apariencia- a la humanidad, y que la educación, en situación alarmante, “está funcionando por una serie de gestores que creen que el dinero es lo que calibra la educación”; sin embargo, para este filósofo, es su principal “obsesión, el planteamiento educativo. La función más importante es crear ciudadanos libres, críticos. Y el principio de una democracia es la defensa de lo público” (Ibídem). Es la aportación de este filósofo y educador que no sufre merma porque precisamente le traza su camino el mismo frenesí y arranque que el de un chico que comienza con ese coraje que no le deja verse vencido por ninguna dificultad u obstáculo. Pero la entrevista se realizó hace nueve años, cuando don Emilio tenía cumplidos los ochenta y seis, en la publicación de ‘Los libros y la libertad’ (2013).

Sin embargo, este ilustre sevillano no es pesimista. Tiene esperanza. Siente que la educación y el aprendizaje es el catalizador, la conversión y evolución de la sociedad, aunque haya sido asimismo horadada y corroída por -dice- el “asignaturismo”. También tiene la solución. Y para ello, propone un panegírico del maestro, que es quien “hace amar los libros”, curiosamente desde las edades más tempranas de los niños.  

Como avezado humanista por convicción y vocación, en ningún momento deja de tratar el lenguaje. Una lectura obligada y apasionante es 'Palabra y humanidad' (2015), una antología de sus escritos, investigaciones y charlas y disertaciones. Concernido por el lenguaje, a modo de importante propósito de pensamiento en la filosofía del pasado siglo, Emilio Lledó concluye toda la información que nos puede dar la filología y la gramática, el desciframiento de la categoría y el sistema y empleo que tienen las palabras -más allá de sus analogías y diferencias conscientes o no, pero siempre expresas- como la función y representación precisas que poseen al ser cohesivas del intercambio y relaciones entre lo seres humanos. Todo este discurso le viene a este filósofo en virtud de los ilustres pensadores de la Grecia clásica. Y así, conforme a la interpretación de los textos, la hermenéutica, este educador sevillano va planteando la heurística -descubrimiento- y la mayéutica -“dar a luz”- socráticas en ese gradual, pero ininterrumpido, interpelar al lenguaje y a las palabras desde las propias palabras y el propio lenguaje, en un diálogo metódico.

Y por eso, el libro de Lledó también habla de humanidad, él que siempre fue y es un firme defensor de las Humanidades. Este educador y docente, que nunca ha dejado de ser maestro, interpreta la humanidad como la enorme ventaja de quien, al ser decente y hermosamente bueno e impresionable, capaz de sentir o de responder ante algo, y rebelarse si fuere menester, con todos los sentidos, entiende que el cuidado del lenguaje no es una utilización fría y desapasionada o solamente lingüística, e incluso literaria, sino una idea, un pensamiento, hacia lo que nos caracteriza como seres humanos, eso que por categoría posee lenguaje, es político -es decir, tiene que ver con la ciudadanía- y procura o se interesa por el aprecio relacional con el otro y la aldea global.
 

Emilio Lledó, el filósofo educador del siglo XXI
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