martes. 23.04.2024

Silencio, soledad, es la estampa habitual de los colegios durante los meses de verano, como si la vida en ellos existiera por estaciones. Pero hay un rincón en Cantabria, un oasis de naturaleza y esencias, donde el olor a madera, el silbido del viento y el sonido de las hojas de los árboles se fusionan con el compañerismo, el interés por mejorar el mundo y la generosidad durante todo el año. 

A la Escuela Waldorf de Villanueva, centro privado autorizado por la Consejería de Educación y autogestionado por padres y maestros, actividades y ayudas de otras iniciativas Waldorf, “todo alumno que va, regresa”, afirma David Cobo, como las aves en primavera pero, en este caso, no para refugiarse en ese calor estacional sino por placer, amor y pasión a un aprender que se les ha inculcado desde niños, “educar en el interés”. “El fin de la pedagogía es crear personas interesadas, que tengan ganas por aprender, y no en esa competitividad contra el otro que hay a veces” destaca David. “Tampoco hay que educar en el miedo, ha habido generaciones que se han educado así, pero nosotros creemos que el interés es la manera de avanzar”, afirma.

"La educación necesita a las personas, un ser humano tiene que educar a otro”

Casi 100 años atrás, en otro rincón del mundo, en la Alemania devastada tras la Primera Guerra Mundial, Rudolf Steiner, filósofo y fundador de la pedagogía Waldorf, creó la primera escuela para los hijos de los trabajadores de una fábrica de cigarrillos a petición de su dueño. Este mes de julio, un centenar de años después, un grupo de alumnos de bachillerato de una escuela Waldorf de Alemania trabajan codo con codo por mejorar el espacio exterior de la pequeña Escuela Waldorf de Villanueva, que día a día acompañará a 40 alumnos -18 de infantil y 30 de primaria- en su etapa formativa este curso 19/20. Estos jóvenes están inmersos en un viaje social-cultural, en el que buscan hacer una acción que tenga sentido en el mundo, ya que “es una pedagogía que está en el mundo y hace que las personas se encuentren”, destaca David. Durante un año presentan su proyecto y buscan financiación, en este caso para mejorar el espacio exterior -con columpios y actividades de equilibrio- para los niños de la Escuela de Villanueva, eso sí, todo con madera y sin nada de plástico, pues aquí se trabaja con materiales naturales, en un ambiente cálido, sin libros, ni nuevas tecnologías. “La idea es que el niño llegue a las nuevas tecnologías cuando esté preparado para poder utilizarlas, a partir de la secundaria, pues hay muchas cosas que trabajar antes que les van a formar como persona”, afirma David. “Ellos están acostumbrados a que San Google lo sabe todo, pero Google también lo hemos creado las personas. La educación necesita a las personas, un ser humano tiene que educar a otro”, sentencia.

Aquí se trabaja desde lo artístico, potenciando la creatividad de los alumnos con tareas manuales en las aulas. Los niños tejen, cosen, trabajan con acuarelas, modelan cera de abeja y con madera, algo que les ayuda a “ejercitar una concentración verdadera, lejos de la adicción que pueden generar las tecnologías”, afirma David. Algo que además corroboran Emeric y Daniela, alumnos de primero de primaria de la escuela, para quienes las manuales y la educación física son sus materias favoritas y no dejan pasar la oportunidad de recordar lo mucho que les gusta venir a la escuela cada mañana. “Nosotros lo que tenemos que ir haciendo como maestros es presentarles el mundo, y no cerrarles solo a lo que es muy mental”, señala David. Filosofía que se seguirá también a partir de septiembre en el nuevo aula maternal y aula infantil Waldorf de Santander.

“Lo que tenemos que ir haciendo como maestros es presentarles el mundo, y no cerrarles a lo que es muy mental”

Esta escuela se basa en el equilibrio, pues tienen que compaginar el currículum oficial de Cantabria con el currículum Waldorf. “La parte más cognitiva hay que trabajarla, pero no puede ser la más importante, hay que equilibrarlo con la parte emocional. Una escuela Waldorf no es estar en una burbuja, es estar en el mundo, educar para cambiar el mundo”, afirma el maestro. Algo muy importante, señala, para formar personas “creativas, que se adapten a los cambios, y autónomas”. 

clase2 Los alumnos trabajan desde lo artístico aplicando la creatividad

Un día en este edificio, alquilado a las hermanas Trinitarias, es diferente. Incluso eso de vestirse por los pies tiene cierto sentido, aunque no el tradicional. El calzado de calle queda olvidado nada más entrar en la escuela, y las zapatillas se convierten en complemento habitual durante todo el día.  “A las 9:00 horas los niños están en la puerta ya esperando, se cambian sus playeras y se ponen zapatillas, como hacemos en casa,  para facilitar el tránsito. Estamos en un sitio cómodo donde venimos a disfrutar, aprender y crecer”, esa es la idea, afirma David. Tras el saludo con los maestros, toda la primaria se dirige al gimnasio, la antigua capilla, donde cantan canciones de la época estacional en la que se encuentran. Después acompañan a su maestro a clase. “En mi caso hacemos un poema para dar los buenos días y presentamos el día con un encargado que expresa algo que le ha pasado el día anterior, así estás trabajando esa expresión oral y a la vez esa parte emocional que va creando un ambiente de escucha y atención. Luego vamos a la rítmica que tiene el objetivo de ir despertando al niño, en lugar de llegar, sentarse y abrir el libro. Todo esto no nos lleva más de 15 minutos”, afirma David. La parte académica se trabaja sin libros de texto. Son ellos, los alumnos, quienes crean sus propios libros y cuadernos. Para finalizar, el maestro cierra con la parte de la narración, de nuevo sin libros, solo está el maestro, su voz e imaginación. Las materias de lengua, matemáticas, ciencias naturales y sociales se trabajan por periodos, en bloques de 3 o 4 semanas y “no se les olvida”, destaca David. “Es una manera de meter al niño inmerso en un conocimiento, y no estar cambiándole”, afirma. Después del recreo llegan las especialidades, música, inglés, educación física, manuales o acuarela, ya que “el arte se cuida mucho”.  Por su parte, en infantil no se trabajan fichas, se aprende a través de la imitación y del juego libre para potenciar la creatividad, además de una parte artística en la que el niño pinta en acuarelas, hace pan, o prepara el almuerzo. “A un niño de infantil no tienes que decirle vamos a dar matemáticas y presentarle una ficha. Las matemáticas las podemos vivir de muchas maneras”, aclara David.

La pedagogía Waldorf tiene formaciones para niños con necesidades educativas, todo con un enfoque artístico

Pero la pedagogía Waldorf es más amplia, tiene también formaciones para niños con necesidades educativas y ayudas especiales, todo con un enfoque artístico. María Antoñán, maestra tutora de primaria y profesional de apoyo en diferentes centros, señala que “la Pedagogía de Apoyo da un enfoque distinto a las dificultades de aprendizaje que nos encontramos cada vez más en las aulas, enfoque que nos permite, tras una observación sin juicios, conocer qué obstáculos impiden al niño desarrollarse en todo su esplendor. Es una forma de acompañar al niño en toda su potencialidad y en el que el arte forma parte de este bello proceso”.

Para David esta pedagogía aporta a la sociedad moderna, de las nuevas tecnologías y la comodidad “las ganas de transformar el mundo pero con sentido, respetando a todas las personas, empatizando, ayudando. Tener claro cuáles son esos valores y llevarlo al mundo. Ser seres libres pero con responsabilidades como seres humanos, porque Waldorf no es una burbuja”.

“Una Escuela Waldorf no es estar en una burbuja, es estar en el mundo, educar para...
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