viernes. 19.04.2024

Expulsados del Olimpo

Algunos mitos caen para escarmiento público, casi nunca los desconocidos y auténticos responsables de la codicia financiera, sino algunos figurantes que osaron acercarse demasiado al sol. Esos referentes que habían marcado una época se derriten, por segunda vez, como figuras de mantequilla al sol.

De un tiempo a esta parte, además de la sensación de cambio de ciclo, siento que el mundo que conocíamos se derrumba a nuestro alrededor, si no todo sí al menos algunos de sus pilares que lo sostenían.

Históricamente, desde las guerras del pan (ahora se llaman “del hambre” gracias a nuestro oráculo Hollywood) hasta nuestros días, las crisis económicas, o sea, cuando el pueblo llano pasa más hambre de lo habitual mientras las élites exhiben su cómodo nivel de vida y mueven su patrimonio de paraíso a paraíso, una suerte de revolución popular fuerza algunos cambios.

Y algunos mitos caen para escarmiento público, casi nunca los desconocidos y auténticos responsables de la codicia financiera, sino algunos figurantes que osaron, como el Ave Fénix, acercarse demasiado al sol. Esos referentes que habían marcado una época, se derriten, por segunda vez, como figuras de mantequilla al sol. Como Apolo, han sido, de nuevo, expulsados del Olimpo.

Cuando los ‘yupis’ estaban de moda, a Mario Conde le ponían birrete de honoris causa. ¿Honoris? Ahora, 15 años después y tras pagar una parte de su culpa, la carcelaria que no la de devolver la pasta que esquilmó a miles de ahorradores, resulta que el muy cuco seguía delinquiendo, presunta, familiar e internacionalmente. ¿Quién podía esperarlo, dado su currículum?

Para muchos españolitos, aquel modelo de pelotazo-rápido era su meta. Hoy pagamos todos aquella, y también más reciente, escasa exigencia moral y ética

Para muchos jóvenes, hoy maduritos, el ‘rey del pelotazo’ era un referente en aquellos tiempos de crecimiento sin fin y muy escasa exigencia moral. Lo increíble es que más tarde ‘Rey del talego’ haya vendido miles de libros repletos de lecciones morales, mientras debía el sueldo a los trabajadores de una de sus empresas donde, precisamente, recalaba la lluvia de dinero procedente del paraíso, el de los poderosos con abogados de nombre compuesto.

Qué tiempos aquellos de la burbuja de la gomina, y de la construcción, en los que los nuevos y fulgurantes ricos entretenían al personal mientras los auténticos poderosos de siempre, los de herencia y colegio inglés, disfrutaban las playas de tantos y tantos paraísos fiscales, después de dejar el maletín en la sucursal correspondiente.

Para muchos españolitos, aquel modelo de pelotazo-rápido era su meta. Hoy pagamos todos aquella, y también más reciente, escasa exigencia moral y ética. La de todos, precisamente la que permitía medrar a los caraduras con verbo fácil y ningún escrúpulo. Mea culpa, y el que esté libre de pecado que se apunte a la Cienciología.

Y en clave más provinciana, otro disgusto ha mermado mi capacidad de confiar en la bondad rousseauniana del buen salvaje. Resulta que Corocotta no era esa suerte de Asterix que se enfrentó a los invasores romanos en defensa de los cántabros. Los historiadores no dejan lugar a dudas: Nuestro particular Apolo cántabro se vendió al invasor por 40 monedas, descontando la inflación. Menos mal que el invasor nos modernizó a base de bien, con carreteras, puentes y alcantarillas.

Pero ya no será lo mismo cuando sienta en el cogote la mirada de nuestro héroe expulsado del Olimpo mientras escudriño con pose de falso experto la escasa recompensa de los pescadores en el Chiqui.

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