jueves. 28.03.2024

El pueblo lebaniego de Caloca, en el municipio de Pesaguero, situado a 1.108 metros de altitud en las estribaciones de la Cordillera Cantábrica, forma ya parte del imaginario de aquellas poblaciones que permanecían hasta varias semanas incomunicadas por los temporales de nieve. Entonces el invierno era invierno. Y Lines Vejo atendía el teléfono público y así la conocí por la tecnología analógica de entonces, creo recordar en 1988. Nos vimos años después en un día de aislamiento de su pueblo para escribir un reportaje para El Diario Montañés. Fue conmigo mi entonces compañero el fotógrafo Celedonio Martínez, cuyo negativo de las fotos difícilmente encontrará entre los cientos que realizó para su trabajo antes de la era digital, como me recordó ayer. La panderetera de Caloca era una estupenda conversadora y cantó un par de romances con el toque de la pandereta en la sobremesa. Durante sus 88 años de existencia esta mujer rural, espigada, de profundos ojos verdes y que acertaba con certeros dichos, ha acumulado todo el saber popular en romances, tonadas cuentos y refranes. Su figura de leyenda la hizo inseparable de una pandereta que le regaló su tía María cuando solo tenía 5 años. Lines ha servido como referencia a los investigadores o amantes de la tradición oral viva como el estudioso madrileño en músicas tradicionales José Manuel Fraile Gil y la etnomusicóloga italiana Grazia Tuzi. Con el fallecimiento de Lines Vejo asistimos al final de una estirpe de folcloristas, de la formaron parte los rabelistas fallecidos Pedro Madrid y Paco Sobaler.

Su figura de leyenda la hizo inseparable de una pandereta que le regaló su tía María cuando solo tenía 5 años

Lines Vejo abría mi catálogo de folcloristas entrevistados en mi libro ‘La tierra de las mil tonás’ (Cantabria Tradicional/Librucos) presentado el 8 de abril de 2010 en el Ateneo de Santander. Allí me acompañaron en la mesa de participantes el divulgador y maestro Jesús García Preciado; el tamboritero de los Piteros de Anievas, Eduardo Castillo; un referente de la canción montañesa, Aurelio Ruiz, y Lines Vejo, que tuvo al consideración conmigo de hacerse 117 kilómetros de y otros tantos de vuelta a Caloca. Cuando bajó del coche en que la traía su hija Marta, algunos de los presentes comentaron absortos “¡mirad, ha venido Lines!”. La cantante Almudena López y el rabelista Alfonso Ahumada, desde Campoo, tuvieron a bien ofrecer un pequeño recital al final del acto. Y llegaron los reconocimientos como la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo (2011), Mujer de Liébana (2015) y Vecero Mayor (2018). También es hija predilecta del municipio de Pesaguero y ha sido distinguida por el Parlamento de Cantabria.

Lines Vejo representaba una filosofía de vida que ya está en extinción. Ha sido su última guardiana. "Yo siempre lo he hecho por amor al arte. Que te lo reconozca la gente, claro que gusta", me comentó por teléfono sobre el acuerdo del Consejo de Ministros desde el mesón familiar, donde había comido "un poco de sopa y queso con membrillo". Pero ella mismo asegura que posee un temple de acero "y claro que estoy contenta, pero no es cosa de que me suba por las paredes. No me creo que sea la única, ni mucho menos". Sabia y humilde, dos adjetivos que la definieron a la perfección. La vecina más famosa de Caloca relacionaba las distinciones recibidas en vida como una estrecha relación con la parábola de la siembra y la cosecha: "Al buen predicador le cae la semilla de cerca". Su trabajo para conservar la cultura tradicional de este pequeño pueblo de alta montaña tiene un valor incalculable: "El árbol sin raíz se seca", me recordaba esta lebaniega universal, que por sus ganas de aprender y su insaciable curiosidad, se convirtió a la vez en el arquetipo de una mujer contemporánea en el mundo rural.

ROMANCES

El folclore no se detiene en la música, también se extiende a la transmisión oral de los romances, cuentos, refranes o recetas de cocina. Ella es un archivo viviente y parte de ese importante material quedó registrado en su libro-CD 'Los cantares de Lines Vejo' (2006), editado por Cantabria Tradicional y prologado por José María Fraile Gil, autor del mayor estudio sobre el Romancero Tradicional de Cantabria y que de la premiada llegó a destacar su aire distinguido, su inteligencia y su saber estar. "Me hizo mucha ilusión que quedara este legado musical para la posteridad".

La tradición de hilar y conservaba los costureros que tenía de pequeña, como cardar la lana de las ovejas. Mantuvo durante muchos años los platos típicos de la gastronomía local. Me decía que "ahora los cocino de vez en cuando. En las fechas más señaladas siempre se ponían determinadas comidas. Así en Nochebuena se cenaba pollo casero a la lumbre, peras en compota, castañas cocidas y torrijas, que aquí las llamamos 'turrás'".

También ha dejado su granito de arena en la conservación de la arquitectura popular de Caloca. Su vivienda es un ejemplo de la arquitectura popular lebaniega. "Al principio la gente en el pueblo era reacia, pero me han terminado dando la razón", comentaba. 

Para la folclorista, la vida es una universidad sin título, "pero no hay una universidad mejor". Eso no obsta para que fuera una estudiante aplicada y que le gustara acudir a la escuela: "Lo tuve que dejar a los 15 años, porque tenía que ayudar en casa en las labores del campo y del ganado. Pero si por aquel entonces me hacen una prueba para el bachillerato, la apruebo sin tropezar". A los 4 años ya sabía leer. Cuando había aprendido a sumar, ya quería hacer las restas. Le gustaban los dictados, "porque era una forma muy útil de aprender ortografía y no cometer faltas. Quería estudiar, pero...". Pero nunca se rindió. Mientras ordeñaba una vaca o una oveja estaba recitando un romance que acababa de aprender: "Siempre he sido inquieta, y me gusta aprender". Un ejemplo de autodidactismo. Formó su propia familia. Se casó a los 20 años con Benigno, ya fallecido: "Mi marido me dejaba mucho espacio de libertad. Me respetó siempre". Tuvo siete hijos (tres varones y cuatro mujeres). En el pueblo se quedó su hija Marta, que junto a su yerno Manolo, regentan el mesón El Laurel, donde Lines pasaba allí horas en los días de invierno. Ayer a las 03:00 de la madrugada se nos fue. Hoy será enterrada a las 18:00 horas en el cementerio local junto a la tumba de su marido Benigno. Que la tierra te sea leve, amiga.
 

Lines Vejo, el final de una estirpe de folcloristas
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