viernes. 29.03.2024

Es incuestionable que el movimiento sindical de Cantabria ha jugado un papel relevante como agente de vertebración social y canalizador de las demandas de la clase trabajadora, no sólo en el ámbito institucional y en las negociaciones y acuerdos con gobiernos y administraciones públicas, sino también en su acción diaria y cotidiana en la negociación colectiva y en los distintos ajustes laborales realizados en las empresas.

Desde el fin de la Dictadura y la restauración de la democracia en España, el movimiento sindical, y en concreto el de los sindicatos de clase, tuvo que asumir la dura tarea de propiciar una salida negociada de un sistema económico e industrial basado en un aparato productivo obsoleto y en unas relaciones laborales tan paternalistas como tiránicas.

Y de fondo, el gran reto de homologar Cantabria y España a los países de nuestro entorno y a la entonces Comunidad Económica Europea en un arduo esfuerzo de adaptación progresiva, que tuvo sus primeros resultados con los primeros acuerdos nacionales de sindicatos, asociaciones empresariales, gobiernos  y formaciones políticas; como el Pacto de La Moncloa, el Acuerdo Interconfederal de Negociación Colectiva o el Acuerdo Económico y Social.

Estos acuerdos fundamentales implicaron el objetivo de trasladar sus contenidos a todos los convenios colectivos regionales, tanto de sector como de empresa; lo que no fue nada sencillo y UGT, sindicato mayoritario en Cantabria desde el advenimiento de la democracia en 1978, lo sabe y muy bien.

Era el primer paso para modernizar la economía y el marco sociolaboral de Cantabria, que implicaba la ardua tarea de evitar que las recomendaciones incluidas en los acuerdos para todas las autonomías no implicaran que aquí la patronal CEOE-Cepyme los interpretase a la baja.

Desde estos primeros momentos, el papel del movimiento sindical fue fundamental para que la modernización y el desarrollo económico, social y laboral desde aquellos años sesenta y ochenta del siglo pasado no se quedara en papel mojado, en un simple amago cara a la galería.

Se pretendía formar parte de nuestro entorno europeo más moderno y desarrollado y eso implicaba cambios obligados que podían significar un trauma social por una desmesurada flexibilización laboral y los ajustes industriales que luego dieron lugar a la llamada reconversión industrial.

Una dura reconversión industrial

Había que pasar página de un sistema industrial de bajos salarios y condiciones laborales leoninas de la Dictadura, donde las reivindicaciones sindicales sufrían rápidamente la represalia de las autoridades; y todo ello, en el marco de un antiguo Instituto Nacional de Industria donde tenían cabida empresa industriales estratégicas de necesidad más que dudosa.

En Cantabria esa reconversión industrial fue especialmente dura y abarcó sectores prioritarios en la actividad económica y en el empleo: el siderometalúrgico, el naval, el químico o la línea blanca.

En todos ellos hubo una pérdida significativa de empleos directos e indirectos, todos ellos implicaron un esfuerzo negociador enorme y una conflictividad social y laboral inédita en Cantabria, que en algunos casos aún se recuerda, como lo sucedido en Reinosa, con el ajuste de producción y plantilla de Forjas y Aceros.

Forma parte de la historia de Cantabria la reconversión de todas aquellas grandes y medianas empresas de Cantabria de distintos subsectores industriales; desde Nueva Montaña Quijano o la mencionada Forjas y Aceros en el siderometalúrgico, Astilleros del Atlántico y Astander en el naval, Corcho en la línea blanca o Cros-Explosivos Río Tinto en el químico.

En esos momentos de profundos cambios, el movimiento sindical en Cantabria tuvo que hacer un destacado esfuerzo por paliar los efectos tan brutales de una pérdida de empresas y de empleos desconocida hasta entonces, exigiendo una política efectiva de reindustrialización tanto al Gobierno español como al autonómico.

Se trabajó sin descanso para que Cantabria fuera declarada Zona de Urgente Reindustrialización y así se solicitó al por entonces ministro de Industria, Carlos Solchaga. Fueron tiempos que en gran medida marcaron el futuro de la industria y de la propia autonomía cántabra y en los que la labor sindical y sus movilizaciones permitieron alcanzar algunos objetivos básicos para ello.

Los trabajadores de empresas y sectores afectados por la reconversión industrial tuvieron una regulación y el apoyo económico de los llamados por entonces Fondos de Promoción de Empleo, además de establecerse un marco jurídico específico para compensar la pérdida de puestos de trabajo con prejubilaciones.

De todos modos, se quiera o no, aquella reconversión industrial fue un desmantelamiento en toda regla que empobreció y debilitó el tejido productivo de Cantabria.

Hacia el diálogo o concertación social

Desde aquellos duros años, el movimiento sindical ha ido creciendo a medida que lo ha hecho Cantabria para lograr  y consolidar derechos laborales y sociales impensables hace no tantos años; y lo ha hecho en la denominada Concertación Social o Diálogo Social, un marco de incuestionable valor y eficacia, especialmente cuando se logra que las distintas partes (Gobierno, patronal y sindicatos) negocien, acuerden y respeten lo pactado.

Fue el movimiento sindical, fueron UGT y CCOO quienes demandaron allá por los años noventa del ya siglo pasado la puesta en marcha de la Concertación Social, que registró en 1993 el primer acuerdo rubricado por todos los agentes sociales más representativos.

A partir de ahí, Cantabria se dotó de un organismo institucional para resolver los conflictos laborales, el hoy Organismos de Resolución Extrajudicial de Conflictos Laborales (ORECLA); se aprobaron ayudas sociales como la Renta Activa de Inserción, se potenció la participación y control de organismos regionales como Sodercan; se fundó el Consejo Económico y Social (CES) o el Consejo de la Juventud y se empezó a regular un plan de formación profesional especialmente importante para atender las demandas del mercado de trabajo.

Desde entonces, este foro institucional con participación de Gobierno, empresarios y sindicatos, es el que ha guiado el desarrollo social de Cantabria; completando la labor propia de las organizaciones sindicales en el día a día de la negociación colectiva en empresas y sectores, en la demanda constante de derechos laborales y también sociales.

Viene de: [BLOQUE 4 | ARTÍCULO 19] Pasado y presente del feminismo

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