jueves. 25.04.2024

Que me regresen a los 80

Uno sabe que es imposible regresar a los magníficos años 80 y 90, donde tanto y bueno se hizo en todo el mundo, ya que reinaba algo llamado consenso. Hoy no ocurre. No existe aquella unidad de ideas, en política, economía o sociedad. Este siglo XXI está resultando, por ahora, un auténtico bluf.

Me mandan al wasap un vídeo que invita a brindar por la generación de los 80. Una generación única, asegura. Una generación, elegante, zanja. Es para creerlo porque, como en la misma grabación se explica, es la última generación que escuchaba a sus padres y a sus abuelos. Y también la última en respetar a los profesores y a los mayores. Sencillamente, tenía buenos principios

En verdad, la primera parte del siglo XX fue un total desastre. La cosa  iba de  gánsters, mafias, la Gran Depresión, las guerras mundiales y civiles, el hambre y la necesidad, los países oprimidos o la invención de la bomba atómica. Sé que me dejo muchas cosas chungas en el tintero, pero es que lo que quiero resaltar es aquella vida creativa en el arte, la cultura, el movimiento hippie o el auge de los medios de comunicación, en especial la televisión, más un desarrollo social casi justo, a través del bienestar general que se vivió en el mundo, principalmente entre los años 80 y 90. Este siglo XXI no me gusta nada. Se nos prometieron muchas cosas, todas ellas en torno a derechos, igualdad, avances, progreso y acceso universal a tecnologías, y no se ha cumplido nada. Nos han dado gato por liebre en política, en economía y en el anhelo que supone contar con un trabajo seguro, una pensión digna, y disponer de sueldo suficiente con el que poder vivir y mantenerse

Este siglo XXI no me gusta nada. Se nos prometieron muchas cosas, todas ellas en torno a derechos, igualdad o avances, y no se ha cumplido nada

Aunque jorobe decirlo, tenemos que reconocer que las generaciones actuales no aseguran su futuro como antes lo hicimos los que hoy superamos los 50 años. Con un trabajo dabas rienda suelta a independizarte, contando principalmente con casa propia, hasta llegar a hacer realidad una frase muy de la época sobre formar un hogar. La crisis económica primeramente y la actual postcrisis a continuación, han dado un giro completo a aquella forma de pensar y vivir, hasta llegar al territorio inexplorado que recorremos actualmente dentro de un mundo loco y a la deriva. Resulta incomprensible que hayamos atravesado grandes periodos de desarrollo en todos los sentidos, como fue esta última parte del siglo XX, y hoy estemos enfrascados en retrocesos que hablan de muros y alambradas, de pérdida de derechos, especialmente para las mujeres, de no solucionar los graves problemas medioambientales que acarrea el Cambio Climático, y de haber abierto una brecha gigantesca entre bloques político-religiosos. La reunión anual de la ONU y la Asamblea General ante la que hablan los jefes de Estado de los diferentes países ya es solo protocolaria, porque nada se acuerda que pueda definirse como satisfactorio para todos. ¿Qué nos ha pasado? 

Nos parece normal que la política de un país se lleve con un tuit, como hace Donald Trump, cuando el hecho es sencillamente aberrante

Los 80 y 90 fueron años abiertos, de debates constructivos, de interesantes corrientes sociales, especialmente las que surgían en barrios, grupos y comunidades de vecinos, agrupadas en torno a una idea o sentimiento común. Lo que quiero decir con esto es que hoy estamos quietos parados. Mucho en torno a la cultura, el arte, la literatura y la reivindicación social es solo postureo. Nos han abducido de lleno hacia las redes sociales, sin ni siquiera caer en el hecho de que nos pueden estar aislando y adormeciendo, tan inmersos en el Facebook, Twitter o Instagram. El contacto humano siempre ha sido otra cosa. Hoy nos parece normal que la política de un país se lleve con un tuit, como hace Donald Trump con los Estados Unidos, cuando el hecho es sencillamente aberrante. Avanzar está muy bien, siempre y cuando seamos capaces de afianzar cuestiones del pasado con las que nos ha ido francamente bien. Eso ocurrió en los años 80, en todos los aspectos, empezando por el consenso que había a la hora de tomar decisiones que supusieron, por ejemplo, la caída del Muro de Berlín, la reunificación de Alemania o la libertad de los antiguos países del Este para abandonar la Unión Soviética y pasar a formar parte de la Unión Europea. Fíjense que cito grandes hitos en nuestra historia más reciente, y ahora, en pleno silgo XXI, somos incapaces de unir y todo lo que hacemos es romper, abandonar, dejar, criticar, torpedear y amenazar. Por eso hecho tanto de menos todas las cosas, lejanas y cercanas, que vivimos en aquellos maravillosos años 80. Si tuviera la oportunidad de hacer realidad un deseo, ese deseo seria regresar a todo aquello. 

 

Que me regresen a los 80
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